Icono del sitio Las ultimas noticias de Honduras y el mundo

HONDURAS NO ES UN PARTIDO POLITICO, SOMOS TODOS

Por Maria Angelica Milla.

El odio no genera paz, la polarización no genera riqueza, la impunidad no genera tranquilidad

Vivimos tiempos difíciles. No por falta de recursos, ni por escasez de ideas, ni por ausencia de talento en nuestro país, sino por un ambiente político contaminado que nos arrastra hacia la división y el estancamiento. Las discusiones públicas se han convertido en trincheras. Las diferencias ideológicas, en insultos. Y la participación ciudadana, en un blanco para los ataques.

Nos estamos quedando sin país. Y no por quienes piensan distinto, sino por quienes creen que pensar distinto es un crimen.

La polarización que vivimos no genera riqueza. Al contrario, empobrece nuestra mirada colectiva, limita las posibilidades de acuerdos, de reformas profundas, de progreso sostenible. Cuando todo se vuelve guerra, se pierde el sentido de comunidad. Y sin comunidad, no hay país posible.

El odio no genera paz. Las descalificaciones constantes, los ataques personales, las campañas de miedo y de desprestigio sólo alimentan la violencia simbólica, que siempre termina contaminando la vida real: las calles, las escuelas, las casas, las instituciones. Nadie puede sembrar odio y cosechar armonía.

La impunidad no genera tranquilidad. Cuando no hay consecuencias para los abusos del poder, la corrupción o el autoritarismo, lo que reina es el cinismo. Y el cinismo es veneno para una ciudadanía que ya se siente frustrada, agotada, impotente. Un país sin justicia es un país con la mente enferma.

Por eso hoy alzo la voz. Y la alzo desde el lugar donde creo que debo estar. Tengo el derecho de reunirme con quienes comparten mi preocupación por el rumbo del país, y tengo el derecho de expresar mi descontento de manera libre, pacífica y firme.

Este fin de semana, participaré en la marcha pacífica convocada por las iglesias. Lo haré con conciencia, con respeto y con esperanza. Lo haré porque soy católica y porque creo en una fe que no es indiferente al sufrimiento del pueblo. Porque la iglesia también es parte de esta sociedad, y no se puede excluir de la conversación pública a quienes oran, trabajan y luchan por la dignidad humana.

Quiero dejarlo claro: no me considero ni de derecha ni de izquierda. No sigo ninguna ideología política. Lo que ha guiado mi vida no son los discursos partidarios, sino la doctrina social de la Iglesia y el ejemplo de Jesús. Él nos enseñó a tratar a los demás con dignidad, con compasión, con verdad. A mirar al prójimo sin etiquetas. A defender la justicia sin odio. A buscar la paz sin rendirnos ante la indiferencia.

Ese es mi motor. Y creo que debería ser el motor de todos: el amor. No un amor abstracto o sentimental, sino ese amor que se vuelve acción, presencia, coherencia. Ese amor que transforma, que incomoda, que exige, pero también que sana.

Este no es un momento para callar, ni para contentarse con sobrevivir. Es un momento para construir puentes. Para recuperar el lenguaje del respeto, el compromiso con el bien común, la apuesta por una Honduras donde las diferencias se escuchen y no se silencien.

Quienes atacan desde las sombras, quienes pretenden intimidar o amedrentar a quienes pensamos diferente, están defendiendo un país que ya no existe. Un país que solo les sirve a unos pocos. Nosotros soñamos con uno que nos incluya a todos.

Yo sé de qué lado quiero estar. Y no es del lado del odio, ni del miedo, ni del silencio. Es del lado del amor copiando el modelo de Jesus.
Es mi derecho.

Salir de la versión móvil