Con la estructuración de las primeras cátedras de Derecho Constitucional surgieron amplios y profundos debates sobre la relación del ejercicio del poder y el derecho, cátedras como la de Derecho Consuetudinario Inglés creada por Charles Viner en la Universidad de Oxford, Inglaterra que fuese impartida desde su inicio en 1758 por William Blackstone, autor de la sistematización dogmática con su obra “Commentaries on the Laws of England”; la de Derecho Constitucional y Derecho Público Universal con la denominación “Diritto costituzionale cispadano e giuspubblico universale” en 1797 por Marco Giuseppe Compagnoni en la Universidad de Ferrara, Italia.

     Siempre en Italia más al norte de Ferrara, la cátedra de Derecho Constitucional y Civil “Diritto pubblico costituzionale” en 1799 por Ambrogio Fusinieri en la Academia de Brera, Ciudad de Milán; la de Derecho Político en 1819 instituida por Élie Louis Decazes preferido de Luis XVIII y años posteriores a la primera cátedra formal de Derecho Constitucional en 1834, a cargo del profesor italiano nacionalizado francés, Pellegrino Rossi en la Universidad de Paris más conocida como “La Sorbona”, en Francia; se generaron espacios de discusión en torno al poder, teoría de la constitución y la esfera de libertades individuales, temas de notable vigencia actualmente.

     En los conceptos de Estado, sociedad y derecho hay una especie de simbiosis muy compleja inherente de forma teórica y pragmática al concepto de “poder”, que a través de los tiempos se ha cubierto o disfrazado por diversos discursos, la tierra además de ser plana, era el centro del universo, la santa inquisición, las revoluciones, pugnas sociales, conflictos bélicos, guerras y otros discursos más especializados como el tema de la corrupción, la libertad sexual, la interculturalidad, el botón nuclear, que crean estratégicamente polarización -hay quienes no se complican y se ubican de un lado u otro-, pero todo al final lleva al mismo punto, al sostenimiento de esa relación simbiótica.

         Como los discursos son cambiantes con el tiempo, también lo son los interlocutores, que adoptan características similares, se consideran dueños de la verdad, hacedores de la justicia, portadores de la excelsa razón, donde todos quieren gobernar y nadie quiere ser gobernado. En esos espacios los interlocutores intentan disuadir a otros escondiendo sus verdaderos intereses y exhibiendo muchas veces un bajo nivel intelectivo. De esa forma el tiempo transcurre tratando de no ser identificados, ahogándose en una línea exigua entre lo moralmente válido y lo jurídicamente permitido.

     Los escenarios son iguales, no hay distinción entre los actuales y los del Siglo XVIII y XIX, las cátedras analizando tesis, teorías y postulados buscando encajar la realidad en lo que es, o en lo que debe ser. Examinando esa simbiosis y dimensionarla, no en el campo político ni en el jurídico, habría que remitirse al plano moral, al concepto de “Der Wille zur Macht”, La Voluntad de Poder, del filósofo alemán Friedrich Nietzsche, haciendo paráfrasis, entenderíamos que es una manifestación de la voluntad de poder, la ambición del hombre por lograr sus deseos, hace demostrar su fuerza, presentarse al mundo y estar en el lugar que siente que le corresponde.

     En los diversos significados del término Poder, Karl Wolfgang Deutsch, nacido en el desaparecido Imperio Austrohúngaro, quien fue profesor en Universidades como Yale y Harvard, en su libro “Política y Gobierno: Cómo el pueblo decide su destino” de 1976, manifestaba que “..El poder se puede concebir como el instrumento por el cual se obtienen todos los demás valores, de la misma manera en que una red se emplea para atrapar peces. Para muchas personas, el poder es también un valor en sí mismo; en realidad, para algunos es, a menudo, el premio principal. Dado que el poder funciona a la vez como un medio y un fin, como red y como pez, constituye un valor clave en la política”.  

     El poder siempre ha sido un modelo de organización, que impacta en los Estados, las sociedades e indudablemente en el derecho, ajeno al manto o discurso con el que se le pretenda cubrir por parte de los interlocutores –sin importar si están ubicados en un lugar u otro-, el escenario invariable estará determinado por el nivel de persuasión, coerción y de retribución. Todas las ciencias conocidas, en los ámbitos de interacción del hombre, incluso en los aspectos mismos de introyección del individuo, confluyen alrededor del concepto de Poder. Los discursos e interlocutores, son simples mecanismos de funcionalidad que dependiendo la esfera en la que se ubiquen responden a la acción o reacción del mismo.

     En consecuencia, hay un sinnúmero de explicaciones a los fenómenos que nos rodean, unas más lógicas que otras, justificables o no, comprender esta simbiosis va más allá de un conocimiento científico, jurídico, histórico, filosófico o religioso, lo cierto es que existe desde hace siglos y el derecho no ha logrado explicarlo, ubicarse en un lado u otro hay que dejárselo a los interlocutores, nosotros tomemos la reflexión referida en la obra de Hamlet, escrita por William Shakespeare, cuando Polonio le da consejos a su hijo Laertes, le dice: “A todos presta oídos; tu voz, a pocos. Escucha el juicio de todos y guárdate el tuyo”.

Hermes Faustino Ramírez Ávila
Doctor en Ciencias Penales
Catedrático de Derecho
E-mail: hermes_fra82@outlook.com

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