Elsa de Ramírez

El 14 de abril trae a mi memoria la entonación del Himno a las Américas, letra y música del compositor argentino Rodolfo Sciamarella quien expresa: “Un canto de amistad/de buena vecindad/unidos nos tendrá eternamente./Por nuestra libertad, por nuestra lealtad/debemos vivir gloriosamente./Un símbolo de paz alumbrará el vivir/de todo el continente americano/fuerza de optimismo/fuerza de hermandad/será este canto de buena vecindad./Argentina, Brasil y Bolivia/Colombia, Chile y Ecuador/Uruguay, Paraguay, Venezuela/Guatemala y El Salvador/Costa Rica, Haití, Nicaragua/Honduras y Panamá/Norteamérica, México y Perú/Cuba y Canadá. ¡Son hermanos soberanos de la libertad!”

Esta celebración ha ido desapareciendo con el correr de los años, pues actualmente prácticamente pasa desapercibida, sobre todo en el área oficial y estudiantil, años atrás se celebraba con mucho júbilo, donde además de los actos conmemorativos se incitaba a los estudiantes a incrementar sus conocimientos sobre los pueblos, su cultura, lengua, origen y religión, etc., de las naciones americanas y  como símbolo de la unión de todos los países de América como un todo, la que albergaba entre otros ideales, la paz, la solidaridad y la hermandad para los países miembros.

El libertador Simón Bolívar convocó a un congreso en la provincia de Panamá en 1826 en el cual buscaba como fin la unión o confederación de los Estados de América.

El 14 de abril de 1890 se celebró en Washington la Primera Conferencia Internacional Americana, la cual estableció la Unión Internacional de las Repúblicas Americanas y su Secretaría Permanente, la Oficina Comercial de las Repúblicas Americanas predecesoras de la Organización de Estados Americanos (OEA).

El 14 de abril de 1931  se celebró el primer Día de las Américas, conmemorando la fundación de la unión de las repúblicas hemisféricas (llamada a partir de 1910 Unión Panamericana y en 1948 Organización de Estados Americanos –OEA-). Acto realizado en Washington en ceremonia especial que incluyó la plantación de un árbol en los jardines de la Unión Panamericana, mismo que setenta años después se yergue enhiesto recordándonos tan memorable fecha.

Hace siete décadas, en Bogotá, Colombia el 30 de abril de 1948, los veintiún países suscribieron la carta que estableció la OEA donde se determinaban los siguientes propósitos: Afianzar la paz y la seguridad del continente americano, promover y consolidar la democracia representativa dentro del respeto al principio de no intervención, prevenir las posibles causas de dificultades y asegurar la solución pacífica de las controversias que surjan entre los Estados Miembros, organizar la acción solidaria de los Estados Miembros en caso de agresión, procurar la solución de problemas políticos, jurídicos y económicos que se susciten entre los Estados, promover, por medio de la acción cooperativa, el desarrollo económico, social y cultural, y alcanzar la efectiva limitación y armamentos convencionales que permita dedicar el mayor número de recursos al desarrollo económico y social de los Estados Miembros.

Al rememorar esta significativa efeméride, reiteramos nuestros recuerdos, sobre todo de la educación primaria, en que el 14 de abril había toda clase de eventos cívico-culturales que servían para enaltecer tal acontecimiento y el gobierno por su parte reunía a los representantes diplomáticos acreditados ante el mismo, y se brindaba con una copa de champagne por la prosperidad y el bienestar de los pueblos de este continente en el que se habla el español, inglés, portugués y en algunas ex colonias el holandés y el francés.

Aquí señalaremos que a mediados del siglo pasado, los países de la región centroamericana buscando siempre su unidad y fortaleza por la pequeñez de su territorio y tratando de convertir en realidad el sueño de Morazán, crearon lo que se llamó Organización de Estados Centroamericanos por sus siglas ODECA que dio origen durante su fugaz existencia al nacimiento de algunos organismos que posteriormente formaron parte de la integración centroamericana.

No fue sino hasta en 1969 cuando la ODECA desapareció, merced a la guerra provocada por El Salvador contra Honduras, situación que vino a destruir la hermandad que se había logrado mediante la consolidación de los cinco estados que originalmente formaron el cordón umbilical de las Américas que es precisamente la región en que habitamos, que sirve de eslabón entre América del Sur y América del Norte, siendo Honduras el corazón de esta composición geográfica.

La OEA con su sede en Washington debería sugerir enarbolar las banderas de todos los países miembros en esta memorable fecha, para hacer honor al sueño no solo de Bolívar, sino de Valle y Morazán en Honduras, ya que ambos soñaron con un panamericanismo auténtico, incluso antes de Bolívar.

 

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