Icono del sitio El Centro de estudios para la Democracia CESPAD, realizó un Xspace para abordar el tema de la construcción de la cárcel en las islas del Cisne, en este espacio se abordó el tema a profundidad con un enfoque de la realidad en la que se encuentra el país y todo lo que implicaría la construcción de esta isla en el archipiélago.

Ser mujer en Honduras

Elisa M. Pineda

En una sola edición de este diario es posible hacerse una idea de la realidad que viven muchas mujeres en Honduras y de una cultura creciente de irrespeto a la dignidad humana, especialmente cuando se trata de ellas. Veamos. De los 14 mil partos que al año atienden en el Hospital Mario Catarino Rivas, el 32 por ciento -cuatro mil- corresponden a adolescentes de 10 a 19 años, nos señalan las noticias.

Se enfrentan al reto de criar hijos, cuando a muchas de ellas les fue arrebatada la infancia. ¿Cómo hacer frente a semejante reto? Páginas más adelante, encontramos una nota que nos cuenta que sobre un padre acusado de violar y embarazar a su propia hija de 14 años.

No es un caso aislado, es solamente uno que sale a la luz, pero ¿cuántos más pasan sin que nadie se entere, muchas veces con la complicidad de terceros? También aparece la nota de una joven desaparecida, a quien su familia busca en un cementerio. Hace pocos días, leíamos con espanto la noticia de una niña a quien encontraron ahorcada.

Convivimos con el horror. Ser mujer en Honduras, en cualquiera de las etapas de la vida, implica ser vulnerable en extremo; hacer valer nuestra dignidad es un verdadero desafío, en el que las propias mujeres muchas veces jugamos en contra.

La falta de educación formal y la escasa orientación desde el hogar son parte del problema; la casi nula educación sexual, el fortalecimiento de la imagen de la mujer-objeto y la transmisión de antivalores generan el caldo de cultivo en el que crece el irrespeto hacia la dignidad de las mujeres. Todo esto pasa en una sociedad permisiva y muchas veces cómplice.

Una sociedad a veces indiferente y otras promotora de conductas misóginas en ámbitos diversos, como el laboral y el académico; que privilegia los concursos de belleza por sobre los de ideas y proyectos, que celebra más a quienes muestran sus atributos, por encima de sus ideas.

¿Qué podemos hacer? En primer lugar, no callarnos. Denunciar y subrayar aquello que atente contra nuestros derechos; educarnos y educar a quienes están en nuestro entorno inmediato; involucrarnos en programas sociales de concienciación y de apoyo a quienes han sido vulneradas. Hagámoslo, dejar que todo pase sin actuar, sólo hará que la cultura del irrespeto crezca.

Ser parte del problema o de la búsqueda de soluciones. Esa es la cuestión.

*Periodista y máster en estudios diplomáticos”

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