Maria Angelica Milla

Es imposible no reaccionar ante la serie de eventos que suceden en nuestra amada Honduras desde hace aproximadamente 10 años, me refiero a eventos de tipo violento enmarcado en una historia política plagada de demagogia, suciedad , impunidad , pero, sobre todo, falta de vergüenza. Los últimos años durante el gobierno del Sr. Hernández se recrudece toda esta violencia social, propia de sociedades que han vivido una orfandad sistemática, o como es nuestro caso, una paternidad distorsionada, que al final viene a ser el equivalente a no haber tenido padres.
Es aquí donde se vuelve necesaria una analogía sobre lo que es la familia y como una disfuncionalidad puede tener un impacto devastador sobre los integrantes de dicha estirpe, nótese que hablo de funcionalidad, no normalidad, porque lo que interesa es la integración armónica de dicha estructura al resto de la sociedad. Si reconocemos la presidencia de la república como el patriarca o cabeza de familia, hemos sido testigos de un desfile de personajes que bajo ningún punto representan a la persona digna que debe guiar el destino de un país, todos ellos han revelado una incapacidad total de tutelar a la familia (Honduras) por un camino de conciliación, trabajo en equipo, pero sobre todas las cosas, de justicia social. La historia señala a estos señores como padres permisivos, irresponsables, deshonestos y se le suma a esto, el hecho que el Sr. Hernández es un hombre que no respeta las leyes que juro respetar y actúa con un estilo de crianza totalmente autoritario y déspota, en resumen tenemos un padre inepto, inadecuado y disfuncional.
La madre es el Poder Judicial, encargado de proteger a sus vástagos supuestamente amparados por las leyes, esta madre se ha convertido en una prostituta al servicio de su esposo, el Ejecutivo, quien la vilipendia, la golpea, la extorsiona y la obliga a servirlo sin ningún tipo de resistencia, ya que se entregó al mismo , sin recordar el rol para el cual fue creada y los intereses que debía defender, es la madre que ve como el padre viola repetidamente a sus hijos y se queda callada, por haber crecido en una cultura que no la valora como el pilar que debería ser para la familia.
Y es así como tenemos a este par de progenitores, que no hacen lo que tienen que hacer y se hacen llamar padres de familia y se jactan que su familia está bien y es su prioridad. Cualquier persona con educación formal superior sabe que esto no es así, desafortunadamente ese grupo solo es el 1 % de la población y por eso su voz no se escucha como debería y las mismas condiciones de la familia no le garantizan una libre expresión, porque el papa es iracundo y si no le gusta lo que escucha, golpea, castiga y hasta puede matar, tiene todos los medios.
De esta manera , pues, no es de extrañarse lo que socialmente estamos viviendo y que nuestros jóvenes son los protagonistas, este estilo de crianza al final construyo personas rebeldes con muy baja autoestima con tendencias a la ira y la depresión, desconfiadas, sin la habilidad de poder establecer vínculos afectivos con otros, ellos sienten que están solos y que solo ellos pueden resolver sus sentimientos complicados , sin la ayuda de nadie más que ellos y al no haber interiorización de la responsabilidad, pues, se convirtieron en sociópatas y no tendrán ningún respeto por la relación padre-hijo.
Que podemos hacer? En otras latitudes civilizadas y pensantes, ya a ese padre se le hubiera retirado la custodia de sus hijos y hasta orden de no acercarse tendría porque además de incapaz anda en malos pasos y con malas compañías , sumándole , además , una pena de cesación de libertad, a la madre se le habría dado terapia para rehabilitarla, pero igual hubiera tenido que pagar por ser tan pusilánime y no proteger a quien debía haber protegido con su vida, no haber sido adecuada ni oportuna, porque eso también está mal.
Los hijos estarían al cuidado de personas adecuadas, buscando remediar el daño inmenso que a sus mentes y almas les ha ocasionado haber tenido esos progenitores, se ocuparan años de terapia para lograr mitigar ese dolor y volver a hacerlos funcionales o al menos no expresar sus heridas a través de la violencia. Y eso es lo que deberíamos estar haciendo…


SPS, 19 de agosto del 2019

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