Por: Saraí Alvarado
La Tribuna

Se abre el telón y aparece una mujer recibiendo insultos, maltratos físicos y psicológicos por parte de su marido, frente a sus hijos. Se cierra el telón y vuelve a abrirse para dar paso a otra escena en la que más mujeres, amas de casa, trabajadoras, campesinas, estudiantes, hijas y otras más también sufren violencia intrafamiliar. La trama se desenvuelve y genera indignación a los espectadores hasta que finalmente se asoman: “Las Poderosas”.

El escenario comienza a cambiar los ánimos, se observa algunas mujeres de diferentes edades, vestidas con disfraces de lucha libre, mientras el público espera “lo esperado”, lo que se traduce en venganza, en una posible paliza, en donde quienes fueron víctimas de golpes y malos tratos comenzarían a defenderse ante sus agresores.

Se escuchan aplausos, gritos de euforia de los espectadores, como si celebraran la antesala de una pelea a comenzar… Pero no es así. “Las Poderosas” son pacífi cas, no son justicieras, sino que sus disfraces representan lo opuesto a la agresión.

LUCHA POR LA VIDA

Las Poderosas representan la lucha por la vida, por el honor, la dignidad, el respeto, la igualdad de género, la no violencia y la fuerza, en un cambio de actitud. Y es en ese momento cuando la obra de teatro refl eja la antítesis de la frustración, del dolor, de los golpes, y las heridas del alma comienzan a sanar y liberar la mente, lo que da pie a la denuncia y a la promoción de la no violencia hacia las mujeres.

La obra concluye cuando “Las Poderosas” se quitan la máscara y deciden seguir luchando en contra de no callar más cualquier tipo de agresiones.

Es así como el colectivo Las Poderosas, integrado por Lesbia Téllez, su hija Melannie Elizabeth Vicente Téllez, Adelma Esperanza Cifuentes, Telma Ajim y su hija Alejandra, Eva Monzón, María del Carmen Navarro, Rosa Verónica García y su hija María de los Ángeles; Thelma Zarceño y su hijo, Emanuel Paz, se han unido para que sus vidas sean puestas en escena, en una experiencia teatral que generan desvío en positivo.

El grupo tiene casi 10 años de existir. Las siete mujeres adultas junto a sus cuatro hijos, todos de nacionalidad guatemalteca, son una asociación no gubernamental, defensora de los derechos de las mujeres y lo interesante de este grupo de teatro no profesional es que sus obras son historias vividas, sufridas y cambiadas.

Por ello es que se les reconoce en Guatemala y esta iniciativa fue descubierta y apoyada por la Cooperación Española. Tras el ofrecimiento de varios talleres, estas artistas generaron la reproducción de los mismos mediante el arte. Todas aseguran que ahí comenzó el ca mbio de sus vidas y el futuro de sus familias, sus hijos, por lo que hoy en día sus obras teatrales trascienden las fronteras centroamericanas.

LAS SOBREVIVIENTES

Lesbia Téllez, directora de la asociación “Las Poderosas Teatro”, comentó a LA TRIBUNA cómo cada una de las integrantes sufrió, lloró y ahora no paran de sonreír, de divertirse haciendo lo que les gusta, de jugar con sus hijos, de caminar libres, sin vergüenza de que otras las vean con algún pesar por golpes en su rostro que ya no se refl ejan.

Ahora no solo son aplaudidas por su creatividad, convertida en arte itinerante y valentía para “saltar” la enorme tranca de su pasado, sino porque han impulsado a muchas mujeres a denunciar y no permitir la violencia de género, intrafamiliar o doméstica.

Téllez relató que “todas sufrimos violencia, unos casos más fuerte que otros, entre esos tenemos el más representativo del grupo, el más fuerte, porque tiene que ver con la pérdida de un brazo como consecuencia de haber sobrevivido a la muerte…” “…su marido la había mandado a matar, no lo logró, mandó a matar a los criminales también y la persecución fue constante, a este caso se suman otros sufridos física y psicológicamente entre quienes formamos el colectivo”, agregó la artista.

En mi caso, sufrí violencia doméstica por 18 años, este es un círculo por el que no solo nosotras hemos estado, es una realidad en todos los ámbitos y sobrepasa las fronteras.

“Muchas logran sobrevivir al maltrato y callan, otras logran sobrevivir y escapan, pocas denuncian y logran salir de esa profunda tristeza, depresión…”. “…y habemos quienes queremos además impulsar a esas que no han hecho nada por ellas mismas, y hasta educar en el entorno familiar, a los maridos, los hijos, el arte sensibiliza la temática”, asegura la carismática mujer.

SON “CABEZAS” DE HOGAR

“El teatro es una herramienta de transformación, sensibilización y sanación”, dijo la actriz Lesbia Téllez, integrante del grupo teatral Las Poderosas.

Téllez comentó que “Las Poderosas” decidieron separarse de sus parejas sentimentales y rehacer sus vidas, después de haber concluido una etapa de atención psicológica, asistencia legal, buscar maneras de salir adelante por ellas mismas y convertirse en “cabezas de hogar”.

Hasta que, uno de esos días, fueron encontradas por una organización de la Cooperación Española, que las invitó a participar en un documental; todo se trató primeramente en terapias, pero el teatro vino a complementar la sanación definitiva.

Quienes aún tenían sus casos pendientes de justicia, siguieron hasta el fi nal y para ello fue propicia la aprobación de la Ley contra el Femicidio en Guatemala (2008).

“Y se logró hacer justicia en muchos casos registrados en nuestro país, en el de nuestra compañera se obtuvo una sentencia de 25 años de prisión y medio millón de quetzales como sanción inconmutable y se encuentra preso”.

“No regresamos a los círculos de violencia, aunque en determinado momento los esposos nuestros quisieron regresar, y como siempre, pedir perdón, este se pudo dar…”. “Pero regresar al círculo, ¡Nunca más!, porque habiendo recibido terapias y el complemento con el teatro nos fortalecimos y empoderamos, tuvimos las herramientas para decir no más”.

Téllez recuerda que solo en un caso se restableció el hogar en donde había existido maltrato psicológico y físico. El cambio se produjo en la pareja cuando el esposo presenció el documental en el que todas participaron: “Hoy puedo ser” y posteriores obras. Incluso, el agresor se paró y exteriorizó que hasta ese momento se daba cuenta de toda la violencia que había ejercido y el sufrimiento que no quería seguir provocando.

HONDURAS, UN CASO IGUAL

Las Poderosas llevan sus obras teatrales áreas marginadas y rurales, sin descuidar las zonas urbanas. Pero a opinión de ellas, las víctimas se encuentran por todos lados, aunque con mayor predominancia en zonas alejadas o llamadas indígenas, considerando que la cultura machista tiene bases sólidas ancestrales.

Según Téllez, si bien Guatemala conserva una cultura fuerte indígena, al igual que los países de la región Centroamericana, la violencia rompe esas fronteras y estrechez hereditaria de que el hombre es el que manda, hace y puede deshacer cuando quiera.

Incluso, asumen que no existe ni el derecho a que sonrían o se diviertan y hasta los niños son “infectados”, por eso, la misión emprendida las ha llevado no solo hasta esos sectores “clave” identifi cados en la región, sino también hasta los centros penitenciarios, como ocurrió recientemente, al visitar un centro penal hondureño.

En Honduras, más de 20 mil casos de violencia doméstica se conocen anualmente en los tribunales de justicia del país, que representan parte de la estadística de 121,000 casos registrados desde 2011 hasta el 2015, según datos publicados hasta ese año en la página del Centro Electrónico de Documentación Judicial (Cedij).

DATOS

En Honduras, alrededor de 5,000 mujeres han muerto violentamente en 11 años; durante el 2016, el Conadeh atendió 4,529 quejas de mujeres que denunciaron ser víctimas de violaciones a sus derechos humanos, es decir, un promedio de 12 diarias. Del total de víctimas registradas en los últimos 11 años, unas 1,660 que representan el 33 por ciento, murieron entre el 2014 y julio del 2017.

ESPACIOS DE AYUDA
ARTISTAS VISITAN TÁMARA

La directora de la asociación “Las Poderosas Teatro”, Lesbia Téllez, manifi esta que “Gracias al Centro Cultural de España en Tegucigalpa (CCET) y al Teatro Bambú, hemos llegado en dos ocasiones”, una de ellas a la Cárcel de Mujeres en Támara o Penitenciaría Nacional Femenina de Adaptación Social (PNFAS), en donde además de presentar la obra de teatro, realizaron talleres de actuación y atenciones psicológicas con asistencia del arte.

La actriz relata que en la prisión de Támara, las mujeres “aunque estaban en un inicio como a la defensiva, lo cual entendíamos perfectamente, porque sabemos que estábamos de alguna manera invadiéndoles su espacio, y por ello el acercamiento costó un poco”.

“Lo único que queríamos es establecer espacios de ayuda, de fortalecimiento de la confi anza y la violencia sufrida se refl eja incluso en las privadas de libertad, sea cual sea la culpa o delito por el que pagan, siempre la raíz se encuentra en los hogares y la violencia de todo tipo”.

“Hay mujeres con condenas largas, nos comentaron sus experiencias familiares y por qué situaciones estaban ahí, nos estremecieron muchos casos y cuando se les escucha a muchas, te das cuenta de sus sufrimientos, de reconocimientos de culpa, pero también de arrepentimientos, pero todas éramos mujeres que de una u otra manera sufrimos algún tipo de violencia”.

 

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