Por Elsa de Ramírez

Me cuenta mi esposo, que hace alrededor de unos cuarenta años el sagaz periodista Filadelfo Suazo de la redacción del desaparecido diario “El Día”, quien era un cronista de la ciudad de Tegucigalpa y a la vez un escritor cáustico, mordaz e incisivo, escribió la biografía del recordado empresario Roque J. Rivera, libro que fue presentado al público y el cual fue comentado por la brillante historiadora Irma Leticia Oyuela, la que al referirse a la obra de Suazo y a él directamente, dijo que era: “un mal necesario en la capital hondureña”.

En el libro en referencia se encuentra un texto que debe permanecer en nuestros anaqueles y bibliotecas privadas y más aun en las universidades, centros de educación media y porqué no, hasta en las escuelas primarias, por la fuerza cívica de su contenido, ya que nunca perderá actualidad, leerlo de vez en cuando nos hará recordar que Honduras es la Patria de todos y no de un reducido grupo de personas que pretenden adueñarse de la misma.

Por su importancia, reproducimos íntegramente “Éste es nuestro espíritu”, para que la población hondureña juzgue su contenido, máxime en estos momentos de extrema crisis por la que estamos atravesando todos, absolutamente todos los hondureños, para que reflexionemos, meditemos y pensemos seriamente en que la paz, la concordia y la convivencia pacífica solamente la conseguiremos cuando el don de la sabiduría resplandezca en las mentes de quienes están en contienda política en estos instantes difíciles, dificilísimos, diría yo, para nuestra querida Honduras.

ESTE ES NUESTRO ESPÍRITU “El espíritu de la sangre en nuestra raza, sangre india que corre en nuestras venas, raza de bronce curtida por el sol, orgullosa estirpe de gallardos ancestros cuna de valientes, forja de auténticos hondureños.

Con esta herencia podemos vencer el subdesarrollo transformando los recursos humanos en fuente de riqueza nacional.

La mayor riqueza con la que cuenta Honduras somos nosotros los hondureños que convertidos en fuerza productiva podemos sacar a nuestra Honduras del subdesarrollo.

Los hondureños de hoy no podemos vivir de la limosna, no aceptar este reto es cobardía, vencer el subdesarrollo es nuestra obligación.

Con la voluntad férrea y a base de esfuerzo y tenacidad podemos convertir los sueños del mañana en realidad.

Honduras, pedazo de tierra enclavada en el centro del nuevo mundo.

Honduras, nuestro corazón se hincha de orgullo al llamarte ¡Patria! Porque: Aquí nacimos, aquí vivimos, aquí nos quedamos. Rivera y Compañía.”

Véase si no tenemos razón de reproducir esta página gloriosa escrita hace muchos años y que ayer como hoy toma resonante actualidad, porque hoy, repito, los hondureños nos encontramos envueltos, desgraciadamente, en una vorágine de pasión política, que más parece una guerra abierta entre hermanos y que si no la detenemos ipso facto, mañana podríamos derramar lágrimas de sangre, que nadie sino nosotros mismos podemos evitar.

No es la OEA,  no es la UE, ni el departamento de Estado de los Estados Unidos quienes nos van a salvar de una guerra civil que se encuentra a la vuelta de la esquina y que nos puede llevar al colapso y destruirnos totalmente como nación civilizada, con fatales y terribles consecuencias para un país como el nuestro lleno de riquezas materiales, con una tierra ubérrima, gente noble y trabajadora ávida más bien de incentivos y esperanzas, llena de paz, de concordia y armonía para continuar como hasta ahora por el camino recto del trabajo que dignifica, redime y honra, para reencontrarnos en un sólido pedestal de auténtica confraternidad.

La experiencia nos enseña, a través del tiempo, que muchos países del orbe han pasado por situaciones como la que estamos viviendo actualmente y que les ha costado décadas tras décadas su recuperación en los diferentes órdenes del quehacer humano, comenzando por la reconciliación fraterna y la recuperación económica.

Oremos con devoción y roguemos al Altísimo para que nos conceda, serenidad para aceptar las cosas que no podemos cambiar y el valor para cambiar las que podamos y sabiduría para reconocer la diferencia.

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