“Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir… Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.”

Josué 24:15

En el mundo actual, se ha puesto muy de moda la idea de la tolerancia y lo que falsamente se llama respeto. Esta es la idea de que realmente no importa lo que crees, si eres sincero. Según esta idea, lo que importa es la fe, y no en lo que está puesta la fe.

Imaginemos que aplicáramos esta idea en la vida cotidiana. Digamos que estábamos haciendo un pastel, y llega la hora de sacar los ingredientes. Pensamos: bueno, realmente no importa lo que le echo, porque yo sé que este pastel va a salir bien. Así que le ponemos un poco de veneno para ratas, algo de detergente, y lo revolvemos todo bien con algunas aspirinas. ¿Cómo nos va a salir el pastel? ¿Delicioso? ¡Más bien, letal!

O ¿qué pasaría si el doctor nos tratara así? Llegamos a su oficina, y le empezamos a contar los síntomas que tenemos. No importa cómo te sientes, nos interrumpe, toma esta nueva medicina que me acaba de llegar y te sentirás mejor, si crees. Cuando nos da la caja, nos damos cuenta de que dice: “Sólo para uso porcino.” ¿Piensan que nos ayudará esa medicina? ¡Lo dudo!

Reconocemos que en la vida diaria es así. ¿Por qué creeríamos que Dios actúa de una manera distinta? Es obvio que también hay verdad y hay mentira acerca de él, y si estamos creyendo una mentira, será imposible acercarnos a él.

Lo que estamos diciendo es que realmente importa lo que creemos acerca de Dios. No es simplemente cuestión de tener fe, de creer; es cuestión de tener fe en la persona correcta, de creer lo que nos llevará a la salvación.

A veces la confusión surge de la realidad de que hay muchos sistemas de creencia que vemos en nuestro derredor, y nos sentimos tentados a despreciar a cualquier persona que no esté de acuerdo con nosotros. Esta actitud de odio personal no es apropiada para el creyente. Es decir, no podemos odiar o rechazar a la persona. Pero sí podemos y debemos de rechazar las mentiras que se nos presentan, en vez de simplemente insistir en que “hay que respetar”. Respetamos a las personas, rechazamos las mentiras.

Vamos a ver tres razones por las cuales es importante que conozcamos y creamos la verdad acerca de Dios.

  1. Es importante conocer la verdad porque muchos creen mentiras

Nosotros como seres humanos somos incapaces de conocer toda la verdad acerca de la vida, si usamos nuestros propios recursos. Seríamos como unas hormigas, tratando de entender cómo funciona la mente humana. Simplemente no cabe dentro de nuestras limitaciones.

Por esta razón, es necesario que Dios se revele a nosotros. Nuestras propias ideas acerca de él, acerca de nosotros, y acerca de nuestra situación pueden en algunos casos tener razón, en otros no; pero sin él, no tenemos manera de saber si estamos bien o estamos mal.

Dios se ha revelado a nosotros. Lo ha hecho de diferentes maneras a través de los siglos, pero su revelación suprema se encuentra en su Hijo. Y a su Hijo lo conocemos únicamente mediante la Biblia.

Esto significa que las personas que dependen de su propio conocimiento, de sus propias ideas, están equivocadas. Nos es necesario tomar una decisión acerca de quién vamos a creer.

Ha sido así desde que Dios llamó un pueblo para sí en el Antiguo Testamento. Josué dijo a los israelitas en Josué 24:15: “Elijan ustedes mismos a quiénes van a servir… Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor.” Así como ellos fueron llamados a una decisión, nosotros también tenemos que decidir si seguiremos en la corriente de duda e incertidumbre que nos rodea, o si nos agarraremos de la roca eterna y segura que es Cristo Jesús.

Sin embargo, no es suficiente con que estemos en una iglesia que se llame cristiana. 2 Timoteo 4:3-4 nos dice: “Llegará el tiempo en que no van a tolerar la sana doctrina, sino que, llevados de sus propios deseos, se rodearán de maestros que les digan las novelerías que quieren oír. Dejarán de escuchar la verdad y se volverán a los mitos.”

Esto significa que también hay personas que han conocido la verdad, que han sido cristianos, pero que han abandonado la verdad porque les parece difícil de entender o de vivir. La existencia de falsos maestros dentro de las mismas iglesias que se llaman cristianas es algo que no queremos creer, pero la Biblia nos avisa que es la realidad.

¿Cómo debemos de responder a esta realidad? Si el mundo que nos rodea cree una mentira, y si aún entre nuestros amigos que se llaman cristianos puede haber falsos maestros, ¿cómo responderemos? La respuesta está en esforzarnos en el estudio de la Palabra de Dios.

Debemos de estudiar la Biblia como si nuestra vida dependiera de ello – porque así puede ser. ¿Cómo sabremos rechazar las falsas doctrinas que se nos presentan si no conocemos nada de la Palabra de Dios? ¿Cómo podremos seguir firmes en la verdad si no la conocemos?

Hay una segunda razón por la que importa lo que creemos:

  1. Es importante conocer la verdad porque la inseguridad conduce a la inestabilidad

Dice el apóstol Pablo en Efesios 4:13-14: “De este modo, todos llegaremos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a una humanidad perfecta que se conforme a la plena estatura de Cristo. Así ya no seremos niños, zarandeados por las olas y llevados de aquí para allá por todo viento de enseñanza y por la astucia y los artificios de quienes emplean artimañas engañosas.”

Aquí se nos dice que el propósito de aprender y estudiar la Palabra es para llegar a la madurez, donde no podremos ser confundidos y llevados por otras doctrinas.

¿Alguna vez han ido a comprar ropa con una mujer que no sabe lo que quiere? Mira primero una prenda, se la prueba – no le gustó. Luego se va por otra – se la pone, la mira – quizás la primera realmente no estuvo tan mal. Y así sigue el asunto, hasta que al fin y al cabo no se decide, y se va a la casa sin nada.

Bueno, quizás en esa situación la indecisión es algo bueno, porque entonces se ahorra el dinero. Pero cuando se trata de las cosas espirituales, entonces es una cosa muy seria irse a la casa sin nada. Es algo muy serio estar indeciso, no saber cuál será la opción correcta, y vacilar entre una cosa y otra voluble.

Si vamos a lograr algo, tenemos que fijarnos en la meta e ir hacia ella. Por ejemplo, si un estudiante empieza su carrera, y luego decide que prefiere otra, pero después se cansa y cambia a otra, y sigue con ese patrón, nunca terminará ninguna.

De igual manera, si vivimos nuestra vida sin estar seguros de la verdad acerca de Dios, nunca podremos llegar a la meta de ser como él, de tener la madurez. Nos quedaremos inmaduros e inestables.

Cuando conocemos la verdad, tenemos una base, un fundamento estable para la vida – para tomar decisiones, para rechazar lo malo, y para acercarnos a Dios. Por esto es preciso que busquemos la verdad, que nos apliquemos a conocerla.

Cuando estamos en la iglesia estudiando juntos, no es un tiempo de broma. No es un entretenimiento. Es una cuestión sería. ¿Cuántos de nosotros vamos a la iglesia reconociendo que lo que hacemos allí es una cuestión de importante? ¿Cuántos lo tomamos a la ligera, yendo sólo cuando no tenemos otra cosa que hacer, o dejando que nuestra atención sea llevada por otras cosas?

III. Es importante conocer la verdad porque dejarla es dejar la salvación

Hay un pasaje muy interesante al final de la epístola de Santiago. Dice el capítulo 5, versos 19-20: “Hermanos míos, si alguno de ustedes se extravía de la verdad, y otro lo hace volver a ella, recuerden que quien hace volver a un pecador de su extravío, lo salvará de la muerte y cubrirá muchísimos pecados.”

Aquí se nos habla de una persona que se extravía de la verdad. La idea es que, habiendo conocido la verdad acerca de Dios y de Jesucristo, esta persona la ha dejado y ha ido a otra idea. Santiago nos dice que, si alguien le convence de que regrese a la verdad, entonces esa persona lo ha salvado, y ha hecho que sus pecados sean cubiertos.

¡Qué versículo más interesante! Porque lo que implica es que, aunque conozcamos algo de la verdad, si la dejamos, entonces estamos dejando también la salvación.

Esto significa que cuando alguien viene y nos trata de convencer de que aceptemos un mensaje diferente del que hemos recibido, nos predica algo distinto acerca de Jesús o acerca de Dios, entonces nos está invitando a la destrucción.

Es por esto que el Apóstol Pablo dice, en Gálatas 1:8, “Aun si alguno de nosotros o un ángel del cielo les predicara un evangelio distinto del que les hemos predicado, ¡que caiga bajo maldición!” Estas palabras nos parecen muy fuertes. Parece que Pablo se pasó un poquito. Pero somos nosotros los que estamos equivocados, porque no nos damos cuenta de la importancia de lo que se está diciendo.

La realidad es simplemente ésta: Dios nos ha revelado su verdad. Es la única manera de conocerlo. Si despreciamos esa verdad, si no la conocemos, o si nos dejamos llevar por las palabras bonitas de quienes creen algo distinto, entonces estamos perjudicando nuestra vida.

Hace un par de años, se dio el triste caso de la muerte de Krissy Taylor, la hermana de la modelo Niki Taylor. Esta joven de 19 años murió de un ataque de asma. Junto a su cuerpo se encontró un atomizador de medicinas, y se dieron cuenta de que la joven, en vez de buscar tratamiento médico para su condición, había intentado curarse a sí misma.

Si nosotros no queremos aceptar la medicina que Dios nos receta en su Palabra, y vamos tras otras interpretaciones, nuevas ideas, nos exponemos a la misma fortuna.

¿Es importante lo que creemos? Por supuesto que lo es. Así como sabemos que es necesario tomar la medicina indicada para una enfermedad, así también es necesario recibir la verdad pura de Dios para curar nuestro problema del pecado.

La buena noticia para nosotros es que esa verdad no es inalcanzable. Al contrario, está en nuestras manos – está en su Palabra.

No dejes de estudiarla. No dejes de aprender de ella. No dejes de aplicarte, en la iglesia y en tu hogar. No te alejes de la verdad que es Cristo.

Dios les bendiga

Denis A. Urbina Romero
Licenciado en Ministerio Pastoral
Email: daurbinar@gmail.com

 

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