Por Juan Ramón Martínez

He leído “Las violaciones a los derechos humanos en el contexto de las elecciones de 2017 en Honduras” de la Oficina del Alto Comisionado de Derechos Humanos de las ONU. Su autora, que no conozco, no lo firma. De repente por razones de seguridad. O por prácticas burocráticas. Su lectura, muy detallada, me permite algunas conclusiones. No está dirigido al pueblo hondureño ni a las autoridades nacionales. Y está escrito en forma parcial, de forma que refleja un sesgo de los hechos a que se refiere. Normalmente estos documentos, se escriben -perdonen la figura- desde arriba, para que el énfasis en una parte, no obscurezca el conjunto.

Luce parcial, poco documentado -no apunta datos, nombres; ni señala lugares- evitando correr el riesgo de una refutación de las autoridades que, en estas cosas, son bastantes tímidas. Y con el propósito de nadar en un maniqueísmo ingenuo, sin especificar las víctimas, para así, culpabilizar sin riesgos, a un actor, único que, actúa, sin razón alguna. De forma que al terminar, concluye que el gobierno de Honduras, no tiene remedio: actúa contra su pueblo, sin mediar causa o razón alguna.

Pasando por alto que todos o la mayoría, de alguna manera, fuimos testigos de los hechos. Y que estos fueron el producto de una confrontación, en la que una de las partes pretendía someter a la otra. El gobierno usó la fuerza legítima, ante una la oposición desbordada, que pretendía derribarlo. Hasta Nasralla lo entendió.

Otra cosa. No menciona nombres. Ni de las autoridades -con la excepción del Presidente Hernández, al que le niega autoridad- y menos de los promotores de la desobediencia pacífica primero que, derivó, en violencia en contra de la propiedad privada, de la autoridad y los bienes públicos. No aparece el nombre de Manuel Zelaya, aunque lo vimos trastrabillando mientras sus parciales incendiaban el Hotel Marriot; ni a Salvador Nasralla, que estuvo al borde de un ataque de nervios, huyendo de los gases lacrimógenos encerrándose en un lugar inapropiado. Tampoco a Wilfredo Méndez. Y no ilustra, sus esfuerzos fallidos, por provocar insistentemente, a un policía en el marco de una manifestación “pacífica”, cerca del distrito bancario de la capital.

Otras cosas que llaman la atención. Aunque concluye que hay un culpable y unas víctimas, atropella la lógica de las cosas, presentando como causas, actos ocurridos en el 2009, llegando incluso a calificar como golpe de estado militar, la sucesión presidencial del 2009. Simplismo ingenuo. En Honduras hay profundas fracturas sociales; se ha paralizado el crecimiento económico; la clase media se ha empobrecido; se han debilitado los partidos políticos; el gobierno vuelto más ineficiente, y hay una ruptura emocional entre la población y las autoridades. De forma que la división de la población, reflejada en los resultados electorales apretados, tiene más peso que las citas que hace el informe, fruto de los comentarios de los informantes de “línea”, que usan quienes escriben estos documentos.

Además de esta falla, el corazón del informe es muy débil. No consigna nombres los de las 23 víctimas; ni las circunstancias de sus muertes. Y menos, establece vínculos entre las acciones de las autoridades, las armas y los proyectiles, con las heridas que provocaron el fallecimiento de las víctimas. De forma que, no aporta pruebas. Hay muchas opiniones. Vagas y generales. Por lo que, sirve poco a los defensores de los derechos humanos, para emprender acciones en contra de los responsables, de uno u otro bando. Porque en una confrontación, como la que nos ocupa, hay actores que señalar. De forma que los activos, puedan ser sancionados por el daño inferido a los pasivos, como corresponde. Pero si no hay vinculación real, más allá de las fechas en que ocurrieron las muertes, es difícil establecer una relación de causa y efecto que permita a un juez, sancionar a los infractores. Se queda en el simple desprestigio a militares y policías.

Finalmente, aprecio afirmaciones inocentes, impropias de un informe de la ONU. Honduras es una república independiente. Es una ingenuidad decir, que la OEA no determinó un ganador de las elecciones. Competencia que le corresponde al TSE. Y a nadie más. Al margen de la opinión de los candidatos que, casi nunca aceptan que pierden. Y cuando ocurre, algunos se rebelan.
Puede mejorarlo, señora?

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