Muerte en “la frontera”: el crimen del líder LGBTI Reny Martínez

Muerte en Chamelecón: el crimen del líder LGBTI Reny Martínez

En esta quinta entrega de la serie periodística sobre la impunidad en los crímenes contra personas LGBTI en Honduras, la historia de René Martínez, líder político y comunitario del distrito de Chamelecón, en San Pedro Sula

A René Anthony Martínez Izaguirre lo hallaron asesinado en lo que en Chamelecón llaman la frontera.

La frontera es una calle entre las colonias San Juan y 15 de Septiembre en el distrito de Chamelecón, al sur de San Pedro Sula, que divide los territorios donde imponen su ley a la fuerza, por medio de las amenazas, el caos y la muerte, las más violentas pandillas de Honduras: la Salvatrucha y la 18. Esa franja divisoria es un territorio extraño y cruzado de callejones.

El hallazgo del cadáver de Reny, estrangulado y con señales de tortura, es como un comentario cruel en la horrorosa página de su muerte porque René, también llamado Reny, como muchos miembros de la comunidad LGBTI, se movía en una frontera incómoda entre los prejuicios y la aceptación, la simpatía y el odio.

A pesar de las luchas diarias que, por la forma de vida que han escogido, deben afrontar los miembros de la comunidad a la que pertenecía, Reny se convirtió en un líder de los grupos LGBTI de la costa norte de Honduras. El esfuerzo continuo para imponerse ante la sociedad como seres humanos dignos de respeto y participación no era, en el caso de Reny, una excusa para dejar de actuar, sino, al contrario, el motor que lo impulsaba. Trabajaba en muchas áreas. Era procurador de derechos humanos, voluntario del Centro de Alcance y del patronato de la colonia Suyapa, presidente de la Comunidad Gay Sampedrana para la Salud Integral, empleado de la alcaldía y activista del Partido Nacional. Trabajaba también en proyectos financiados por la Unión Europea y Estados Unidos.

La multitud de intereses que caracterizaba a Reny no era algo nuevo. En la adolescencia incluso había acariciado la idea de convertirse en sacerdote, pues desde que era niño se involucraba en las actividades de la Iglesia católica.  

A comienzos de junio de 2013, cuando lo raptaron para matarlo, Reny tenía una semana de haber celebrado su cumpleaños número 40 en un local comunitario con sus compañeros y amigos más cercanos. Hacía poco tiempo había regresado de un viaje a República Dominicana.

La mañana del secuestro, Reny, de piel trigueña clara y cabello ondulado, salió de la casa de la Suyapa donde vivía con su mamá, su hermana y sus cuatro sobrinos. Estuvo, como siempre, sumamente ocupado, coordinando actividades y yendo de un lado a otro para cumplir sus muchas ocupaciones y sus compromisos familiares y políticos.

Era un día normal de mayo, nublado y caluroso, y Reny se vistió normalmente, como le gustaba. Había una contradicción interesante entre la poca vistosidad en la forma de vestirse de Reny y su personalidad abierta y desacomplejada. Regresó a casa por la tarde y estuvo descansando hasta las 6:00 pm. A esa hora, su madre escuchó que lo llamaban y lo vio salir, supuestamente al Centro de Alcance donde ofrecía sus servicios como voluntario.

Esa fue la última vez que ella lo vio con vida.

Reny no ocultaba sus preferencias sexuales y estaba orgulloso de ser como era. Su romance más reciente con un joven había terminado hacía poco. Pero incluso su vida amorosa estaba en segundo plano respecto a su trabajo comunitario y sus ambiciones políticas: se estaba preparando para aspirar a una diputación suplente porque entendía que eso podría permitirle impulsar más los proyectos e ideas que llevaba desarrollando desde hacía años.

Una de las frases favoritas de Reny era “voy a hacer que la Suyapa sea la mejor”. Su trabajo integral abarcaba todos los frentes. Estaba preocupado por mejorar los servicios comunales en su colonia por medio de su trabajo en el patronato y su activismo en política, y anhelaba rescatar a los jóvenes en riesgo dándoles la oportunidad de desarrollarse en los Centros de Alcance. Reny era una de las voces de la Suyapa porque, según el punto de vista de algunos vecinos, las instituciones comunales eran, como suele decirse, de bajo perfil.

Una de las labores más importantes para Reny estaba en la presidencia de la Comunidad Gay de San Pedro Sula. Sin embargo, trabajar con tantas instituciones y en labores vistas con sospecha por ciertos sectores retrógrados de la sociedad era, también, una posible causa de dificultades para Reny. Tenía en contra, por un lado, la envidia de quienes podían ver de menos el talento de Reny para abrirse paso en la vida política local; por otro lado estaban quienes rechazan a las personas pertenecientes a la comunidad LGBTI.

 En 2014, Reny dio un paso gigantesco en su trabajo a favor de la comunidad gay al conseguir que la alcaldía sampedrana y los sectores LGBTI se acercaran.

A pesar de toda su labor por la comunidad, o tal vez más bien a causa de ella, Reny se había conseguido enemigos.

Esos enemigos fueron quienes pusieron en marcha los acontecimientos que acabaron con su vida.

El cadáver de Reny estaba ennegrecido por el sol, sin heridas visibles.

Las autoridades llegaron a recoger el cuerpo el miércoles primero de junio sin saber que era él. No le hallaron documentos y los rayos del sol le habían quemado tanto la piel que nadie supo al principio de quién se trataba. Lo hicieron ingresar como desconocido.

Días antes de que lo hallaran en la frontera, Reny no había llegado a dormir a la casa que compartía con sus familiares, pero su madre no se preocupó en exceso. Sabía que Reny se quedaba en ocasiones en otras casas, donde lo agarrara la noche, como dicen los hondureños, porque no le agradaba la idea de arriesgarse inútilmente. Sus amigos aseguraban que Reny no había recibido amenazas serias, al menos no que ellos supieran.

El jueves 2 de junio, segundo día de la desaparición, comenzaron las llamadas para saber dónde se encontraba Reny sin saber que, esas alturas, su cuerpo ya estaba como desconocido en los congeladores de la morgue sampedrana. Empezaron a postearse fotografías de Reny y mensajes en las redes sociales pidiendo información sobre su paradero. Reny era un aficionado a las redes sociales y las usaba a diario, entre otras cosas, para movilizar a sus compañeros en la alcaldía y el movimiento gay que presidía. Publicaba, en las redes, noticias sobre todas las actividades en que estaba involucrado porque opinaba que el público era demasiado indiferente y se hacía necesario mantenerlo informado de todas las maneras posibles. Su intención era que la comunidad estuviera en movimiento, resolviendo la gran cantidad de problemas de la colonia Suyapa y de todo Chamelecón. Era tan insistente en sus mensajes que sus amigos le decían, en broma, que a veces no los dejaba dormir.

La madre de Reny estaba muy preocupada, pero aun así todavía le quedaban esperanzas.

Al tercer día, viernes 3, ya no era posible esperar más. La madre de Reny fue a los sitios de rigor a los que va todo hondureño que no ha sabido nada de un familiar durante días. Uno de esos lugares es la morgue de Medicina Forense, al noroeste de San Pedro Sula, en la colonia Jardines del Valle. Ella llegó a la morgue, pero no pudo identificar a su hijo, aunque Reny estaba ya entre los cadáveres en depósito.

Horas después, representantes del Partido Nacional se dirigieron a Medicina Forense y lograron identificar el cuerpo de su compañero: sí, era Reny.

La búsqueda había terminado.

El caso de René Martínez sigue abierto.

Durante los primeros siete meses después del hallazgo del cuerpo de Reny, muchos sectores siguieron de cerca su caso porque varias instituciones con las que él mantenía vínculos, entre ellas la Unión Europea y la embajada de EUA, insistían en que las autoridades hondureñas se ocuparan de resolver el crimen y capturar a los culpables materiales e intelectuales del asesinato de Reny.

El caso, aparentemente, se había dado por cerrado cuando miembros de la Policía Militar del Orden Público (PMOP) mataron, la tarde del 26 de junio de 2016, a Walter Odelí Villanueva Sánchez, alias el Bunker, supuesto implicado en la muerte de Reny, cuando con varios compañeros suyos se enfrentó a tiros a los agentes.

Sin embargo, el portavoz del Ministerio Público de San Pedro Sula aseguró en noviembre de 2017 que la investigación sigue abierta.

Enterraron a René Martínez el sábado 4 de junio de 2016 en el cementerio municipal de la colonia Buenos Aires, en Chamelecón. Cubrieron el ataúd con la bandera multicolor del movimiento gay y con la bandera verde de su equipo, el Marathón, de San Pedro Sula.

Solo dos o tres de los compañeros de Reny en el movimiento gay siguieron yendo a la oficina porque a la mayoría le dio miedo presentarse. Una de sus muchas razones para dejar de ir fue que los policías llegaban cuando menos los esperaban con la intención de llevarse gente para las investigaciones. La falta de apoyo institucional también influyó en la desbandada. En los últimos meses de 2017 se ha estado hablando de cerrar definitivamente la oficina del movimiento.

A pesar de que las autoridades hondureñas recibieron la cooperación de EUA por medio de un investigador colombiano en el caso de Reny, hasta la fecha, los autores intelectuales de su asesinato siguen libres.

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