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Ny Times

Todos conocemos el dicho “Los triunfadores nunca se rinden y los que se rinden nunca triunfan”.

Pero ¿qué tal si hemos juzgado la renuncia de modo incorrecto? ¿Qué tal si, en lugar de significar un paso hacia atrás, renunciar con intención puede ser una manera de acercarte a tus metas?

Aquí es donde entra la “renuncia estratégica”, un enfoque aparentemente ilógico que te ayudará a dejar más tiempo libre, energía y dinero para las cosas que realmente importan (otra manera de ver esto es aprender el poder del “No”).

Digamos que quieres escribir un libro. Es un proyecto enorme, que te consumirá energía y que, con toda probabilidad, requerirá que “renuncies” a tus otros proyectos creativos o pasatiempos, según explica Mark Manson en su libro The Subtle Art of Not Giving a —.

“A lo que renuncio cuando estoy escribiendo un libro es a la creatividad en otras áreas”, dijo Manson. “Tengo una cantidad limitada de jugo creativo que puedo usar cada día”, así que escribir un libro se lleva la mayor parte de esa porción creativa.

El autor Seth Godin, en su libro The Dip: A Little Book That Teaches You When To Quit (and When to Stick), establece que los triunfadores son derrotistas inteligentes que renuncian con frecuencia, como cuando se dan cuenta de que su camino y decisiones actuales no los acercarán más hacia su objetivo principal. Asumir sus pérdidas les permite redistribuir su tiempo y energía para las cosas que sí los llevan hacia delante, djo.

“Es mejor solo comenzar las cosas que sabes que puedes terminar. No querrás que los momentos difíciles te tomen por sorpresa, mejor estar preparado para ellos”, dijo Godin. “El reto que tenemos es cómo vamos a encontrar la fuerza y las herramientas para superarlos”.

Centrarse exclusivamente en algo es crucial, pero ese nivel intenso de compromiso puede ser poco común en estos tiempos de constante estimulación externa. (¿Cuándo fue la última vez que renunciaste a tu teléfono por una semana o siquiera un día, con el único objetivo de enfocarte en tus pasiones?). De hecho, los investigadores de la Universidad de Adelaida exploraron la simple idea de que nos cuesta trabajo alejarnos de la miríada de alternativas frente a nuestros ojos, en especial cuando las ganancias son inciertas.

En el experimento, 32 personas participaron en un juego de computadora en el que se les pidió repetidamente que escogieran una de las nueve puertas para entrar. Cada puerta que los participantes escogían para ingresar y explorar los premiaba con un tesoro de distinto valor, que determinaba su remuneración. Pero en algunas versiones del juego, las puertas que se dejaban sin abrir en algún momento desaparecían. Bajo esta condición, los investigadores observaron que los participantes estaban dispuestos a renunciar a una recompensa más grande para mantener viables esas opciones.

En otras palabras, tratar de hacer y aferrarse a demasiadas cosas canibaliza nuestros preciados y limitados recursos que podrían utilizarse en otras cosas —pero nunca tendremos la certeza—.

Aquí es donde entra la renuncia estratégica y, con ella, la comprensión del costo de las oportunidades. En términos simples, esta es la idea de que para poder dedicarnos a una opción, debemos renunciar a otras, dijo Godin. Esto significa escoger entre cuatro horas de The Office en Netflix o trabajar en tu obra maestra o estudiar algo nuevo.

“Es muy costoso”, dijo Godin, “porque todas estas horas que podrías pasar leyendo un libro, entrenando al equipo local de balonmano o trabajando por tu comunidad, decides pasarlas frente a la televisión”. En este punto, el costo monetario de Netflix es excedido en mucho por el costo de oportunidad que representa, explicó.

Uno de esos costos es el tiempo, pues tendemos a pensar erróneamente que por obra de magia tendremos más en un futuro incierto, según mostró un estudio de 2006 publicado en Journal of Public Policy & Marketing. No obstante, no olvidemos que “tenemos las mismas 24 horas al día” que Beyoncé. Si gastas una hora aquí y allá, tendrás menos horas para escribir tu libro o ir al gimnasio a hacer ejercicio.

Renunciar hace que nos sea aún más difícil justificarnos debido al costo perdido de invertir nuestro tiempo, energía y recursos en algo. Imagina que has estado en una fila durante treinta minutos y entonces te enteras de que aún tienes que esperar una hora más. Ya invertiste esos treinta minutos, así que renunciar en este momento no te parece productivo. No obstante, eso no es racional. Un artículo publicado en la American Psychological Association culpa a nuestra necesidad de llevar al exceso la regla de “no desperdiciar”. Es decir, sentimos que deberíamos darle buen uso a esos treinta minutos.

Sin embargo, negarse a abandonar esas inversiones puede ser costoso. Por cada momento que dupliques en algo que no está funcionando, estás renunciando a otras oportunidades de valor potencial.

“La manera correcta de ver el costo perdido es decir: ‘Obtuve un regalo de mi otro yo, el viejo yo’”, dijo Godin. “Una vez que te das cuenta de que lo que sea que estás dejando a un lado es un regalo de tu antiguo yo, no tienes que aceptar”.

La perseverancia hacia una meta a largo plazo sin beneficio se vuelve una carga cuando te sientes infeliz y haces que otros también se sientan abatidos. Un estudio de la Universidad Northwestern muestra que cuando desechamos metas poco realistas y las cambiamos por objetivos alternos estamos más felices, más saludables físicamente y menos estresados.

“En definitiva se trata de un asunto de ego o autoestima porque creemos que queremos ser exitosos y, ante nuestros ojos, renunciar es una especie de fracaso”, dijo Kristin Neff, profesora adjunta de la Universidad de Texas especializada en psicología educativa. Es esta asociación con el fracaso lo que hace que sea emocionalmente doloroso aceptar la renuncia a ciertas cosas, dijo Neff.

Aun así, darse por vencido en el momento adecuado es difícil. ¿Así que, cómo sabes cuándo esforzarte todavía más para alcanzar tu meta y cuándo es momento de renunciar y cambiar el rumbo?

Neff recomendó que pretendas darle un consejo a un buen amigo o a un familiar como si estuviera exactamente en la misma situación.

“Es común que seamos más sabios y más comprensivos con otros que con nosotros mismos”, dijo. “Si lo piensas, te ofrece un punto de vista distinto que no has considerado”.

También reconoce que hay gente que ha alcanzado las mismas metas que tú. ¿Cuál fue su experiencia? ¿A qué tuvieron que renunciar para alcanzar el éxito? Al final, todo tiene un costo de oportunidad. No importa cuál sea tu meta, tienes que pagar el costo en efectivo, con dolor, a costa de relaciones interpersonales, con esfuerzo o tiempo. Además, estos costos no son siempre obvios.

El punto es que, una vez que te das cuenta de los costos relacionados con tus metas, puedes evaluar si puedes alcanzarlas con los recursos con los que cuentas actualmente, dijo Godin. Además, lo más importante es saber a qué debes renunciar y dejarlo ir para poder llegar hasta donde deseas.

El peor momento para dejar algo es de hecho cuando más te duele. Cuando se trata de empleos, por ejemplo, la mayoría de nosotros no tenemos el valor de renunciar intencionalmente hasta que las circunstancias se vuelven tan nefastas que nos vemos forzados a darnos por vencidos. Si estás al inicio de tu carrera, te será benéfico buscar otro trabajo como una oportunidad para crecer cuando menos necesitas el trabajo, según Godin.

Sin embargo, cuando se trata de renunciar, incluso si es a algo pequeño, puede ser una batalla real. La solución, dice Neff, es sacar a tu ego de la ecuación. Cuando te enfocas en proteger tu ego, pones tu atención en las preguntas incorrectas, como: “¿Soy un fracaso?” o “¿Tengo lo que se requiere?”.

En lugar de eso, pregúntate: “¿Qué necesito para ser feliz?” o “¿Qué es lo mejor para mí?”.

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