Luisa Agüero

Honduras tendrá en los próximos 15 años, una población más envejecida y sus autoridades han reconocido que el país no está preparado para enfrentar el impacto de esa situación. Ante el envejecimiento de la población y el aumento de la expectativa de vida se requerirá cada vez más, servicios de salud y de asistencia social.

Y así,  el Estado deberá asumir un cambio en la política de salud, pasando de la lógica asistencialista a un modelo que priorice las políticas de prevención, porque de lo contrario el problema se convertirá “en una bola de nieve”.

Mientras mastica un poco de tabaco y observa a los perros jugar en el patio de su casa,  don Luciano  aún no sale del asombro. La mujer que lo cuida le acaba de recordar su edad al oído:

–Abuelo, ¿usted sabe cuántos años tiene?

– No, no me acuerdo.

–95 años.

– ¿Cuántos?

_95

– ¡Hij… qué cachimbazo!, dice el anciano con una incrédula sonrisa, al tiempo que se acomoda el sombrero.

El, es parte de una población que va creciendo.  Según  dato del Instituto Nacional de Estadística, en nuestro país por cada cien jóvenes menores de 15 años hay 14 adultos mayores.

En estos datos censales se observa un incremento en los índices de envejecimiento y se demuestra, por lo tanto, una clara tendencia de crecimiento en Honduras de la población de sesenta años y más.

Una realidad

De acuerdo con cálculos propios, sobre la base de los censos de 1961, 1974, 1988 y 2001, el índice de envejecimiento de nuestro país es de 9,1% 9,3%, 11% y 13,8%, respectivamente.

Pero además del interés numérico que revela el aumento cada vez más elevado de la población adulta mayor en el país, presenta una categoría cualitativa, pues al constituirse en un segmento fuerte dentro de la población, demandará mayores oportunidades, atenciones y derechos, generando un reto ante toda la plataforma institucional, sociocultural y económica de la sociedad hondureña.

En el país el tema del envejecimiento demográfico no ha sido estudiado. Por lo que fue interés de los investigadores, al abordar este tema, brindar un modesto aporte al conocimiento de la realidad socio demográfico del país, aspirando a brindar una fuente de información y referencia para estudios posteriores de mayor especialidad en Honduras.

Lo anterior, con la finalidad de  mejorar las condiciones de vida de la población adulta del país. En este sentido, además de ofrecer tendencias a escala nacional se analizó la situación del envejecimiento poblacional en 16 municipios ubicados en el corredor turístico centro-sur del país, observando sus tendencias de comportamiento inter censal y estableciendo a la vez un perfil socio demográfico  de la población adulta mayor.

Algo queda claro: En Honduras, la población anciana  está totalmente desprotegida lo que la convierte en el grupo poblacional, junto al de los niños y niñas en situación difícil, más vulnerable de la sociedad.

Especialistas en gerontología han efectuado estudios que identifican las causas por las cuales este amplio grupo social es de los más vulnerables del país y entre las que resalta la pobreza que abate a más del 60 por ciento de la población hondureña, el abandono y la falta de amor para con nuestros ancianos.

“La del adulto mayor es una etapa vulnerable y en Honduras mucho más vulnerable porque ni siquiera a nivel de gobierno tienen un proyecto de trabajo; hay mucha pobreza y lo peor es que el viejo está aislado dentro de nuestras propias casas”, dice al respecto la gerontóloga Gladis Gaviria.

Los principales males de los adultos mayores en Honduras, son, y entre muchos otros, el abandono, la pobreza y la soledad, y, aunque reconoce que se hacen esfuerzos por asistir a los ancianos “no les estamos dando amor”.

En Honduras existen al menos 6 institutos de previsión y otros fondos de pensiones que atienden a un escaso porcentaje de la población mayor de 60 años.

Se estima que del total de la población mayor, unos 400,000 hombres y mujeres, tan solo un 1.5 por ciento gozan de pensiones de retiro, en su mayoría de un monto limitado que no les permite siquiera cubrir sus necesidades básicas.

Para tener en cuenta

En nuestro país se maneja como teoría que tiene una población muy joven, sin embargo, la Asamblea Mundial de Envejecimiento en su reunión del año anterior dijo lo contrario y advirtió que de seguir las tendencias prevalecientes en 15 años Honduras será un país viejo.

Una de las causas -expresan- es el alto índice de mortalidad infantil. Y aunque la advertencia ha sido hecha, parece que a las autoridades nacionales no les interesa la creación y aplicación de políticas que lleven a resolver esta problemática en el cercano futuro.

Hoy, la población en Honduras es entre 30 y 50 años de edad, lo que significa que dentro de 15 años tendrán 50 o 55 años de edad. Y es una población bastante alta.

En materia de seguridad social en el país no se tiene mucho, estamos casi nulos, no hay sino unas 30,000 personas que pertenecen a los sistemas de seguridad social existentes.

Una ley del Congreso Nacional manda que las pensiones de los jubilados se readecuen cada año tomando como base los índices de inflación, no obstante, es un mandato que muchos institutos de previsión no están cumpliendo.

Estudios revelan que el promedio de las pensiones en el país es de 700 a 1200 lempiras, muy por debajo del salario mínimo vigente hasta principios del año 2003. Es una cuantía que no cubre siquiera la canasta básica.

En gerontología se considera “una pensión justa” aquella que “por lo menos le permita a la gente tener lo elemental dentro del hogar. Lo básico es el alimento y el medicamento.

Pero con las pensiones que perciben los ancianos no pueden cubrir ambas necesidades: las medicinas para el corazón y la osteoporosis, dos de las enfermedades más comunes entre los adultos mayores, por ejemplo, cuestan más de 400 lempiras cada una, otras superan los mil lempiras o más.

Ante la crisis ¿qué se plantea?

La lucha es grande, pero se debe trabajar para concienciar a la población de que Honduras tiene viejos y que hay que respetarlos y que necesitamos leyes que les protejan de manera integral.

“Hay que trabajar para concienciar a la población de que Honduras tiene viejos y hay que respetarlos; que no se merece que lo estén humillando”, expresa la consultora.

Luego deben buscarse reformas a las leyes existentes -como la Ley de Descuentos- para que se garantice su cumplimiento en beneficio de los ancianos.

Además, considera que la clase trabajadora en el país debe replantearse sus posiciones y solicitar al gobierno y a sus patronos efectivos sistemas de previsión social que les garanticen a futuro una vejez digna, en vez de pelear prestaciones laborales.

Otra visión

Para la trabajadora social Lourdes Lagos, los hondureños  deben comprender que conforme aumente la cantidad de personas de la tercera edad, se incrementarán también las necesidades y se generarán nuevos paradigmas en todos los campos: el político, el económico, el social y el de la salud.

La lista de todos los desafíos podría ser extensa. Sin embargo, algunos son trascendentales. Entre ellos, las previsiones que debe tomar Honduras  en materia de pensiones, pues está probado que los regímenes actuales no serán sostenibles en el largo plazo, un tema ampliamente discutido en los últimos años.

Igual podría ocurrir con la prestación de servicios médicos para la creciente cifra de adultos mayores. “Al haber más gente de la tercera edad, es lógico que se vean más casos de algunas enfermedades comunes en esta época de la vida”, explicó.

Ella  se refiere a padecimientos como demencia senil, mal de Alzheimer, cáncer, osteoporosis, problemas cardiovasculares, diabetes y otra serie de males que, hace unos años, no provocaban tantos inconvenientes porque la gente fallecía por otras causas.

Para hacer frente a esta realidad, el país también requerirá de más especialistas en enfermería y geriatría. En la actualidad, al menos San Pedro Sula  cuenta con dos  pero la necesidad real es mayor para cubrir a una población global de 8.2 millones de habitantes.

Y una mejor atención en clínicas y hospitales, debe ir acompañada de políticas preventivas, con la idea de que las personas lleguen a su vejez en la mejor condición posible.

Es aquí donde entra en juego la promoción de estilos de vida saludable de los que tanto se habla: alimentación adecuada, ejercicio, recreación, cultivo de la espiritualidad y abandono de hábitos como el fumado y la ingesta de licor o drogas, especificó.

“La idea más bien, es que nuestros adultos mayores no terminen sus días abandonados en un albergue o un hospital, como ocurre ahora, sino que permanezcan en sus hogares, al lado de sus seres queridos”, aseguró.

Pero para que esto suceda, hay que desatar un cambio cultural profundo que empieza por dejar de ver a la gente de la tercera edad como una carga social, aseguró.

Lo ideal es que los adultos mayores puedan vivir a plenitud su proceso de envejecimiento sin ser víctimas de la discriminación, el abuso, la negligencia, el irrespeto a sus derechos o el desprecio.

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