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El ginecólogo congoleño Denis Mukwege y Nadia Murad, activista yazidí iraquí y superviviente de violencia sexual, han sido galardonados con el Premio Nobel de la Paz 2018 “por su contribución decisiva” a la lucha contra el uso de la violencia contra las mujeres como arma en los conflictos armados.
“Cada uno de ellos a su manera ha ayudado a dar mayor visibilidad a la violencia sexual en tiempos de guerra, para que los perpetradores puedan ser responsabilizados por sus acciones”, sostiene el Comité Nobel Noruego.
Mukwege, argumentan, “ha dedicado su vida a defender a las víctimas de violencia sexual en tiempos de guerra” y Murad “es la testigo que cuenta de los abusos perpetrados contra ella y contra otras”. El anuncio de los galardonados ha coincidido con el primer aniversario del estallido del movimiento global #MeToo, una ruptura histórica del silencio contra la violencia sexual contra las mujeres.
Murad, de 25 años, fue secuestrada, violada y convertida en esclava sexual por miembros del grupo terrorista Daesh, del que consiguió escapar tras tres meses de cautiverio. Fue entonces cuando se convirtió en activista por los derechos humanos y ha recorrido el mundo denunciando los crímenes cometidos contra las mujeres y las niñas por parte de los grupos armados. “Tuvo el extraordinario coraje de contar su propio sufrimiento y de ayudar a otras víctimas”, dice el Comité Nobel, que recuerda que Murad es “una de las cerca de 3.000 niñas y mujeres que han sufrido abusos sexuales como parte de la estrategia militar del ISIS, que usaban ese tipo de violencia como un arma contra los yazidíes y otras minorías religiosas”.
Desde septiembre de 2016, Murad es embajadora de buena voluntad para la dignidad de los supervivientes de trata de personas de las Naciones Unidas. Aquel año, fue galardonada junto a otra activista yazidí, Lamiya Aji Bashar, con el premio Sájarov que concede el Parlamento Europeo a la libertad de conciencia.
Mukwege, por su parte, es un médico conocido internacionalmente por su labor de apoyo y asistencia a las víctimas de violación en Congo, especialmente durante el período de guerra que, hasta 2013, azotó al país africano. Es fundador del Hospital de Panzi, en Bukavu, referencia en el tratamiento de las heridas y secuelas causadas por esos delitos y donde se prestan servicios clínicos, psicológicos, sociales y jurídicos a las supervivientes de violencia sexual.
Su equipo, apunta el Comité Noruego para concederle el galardón, “ha tratado a miles de pacientes que fueron víctimas de esos ataques”. Asimismo, el médico ha condenado “la impunidad de las violaciones masivas y ha criticado al gobierno del Congo y de otros países por no hacer lo suficiente para parar la violencia sexual contra las mujeres como estrategia y arma de guerra”. En 2014, su labor también fue distinguida con el premio Sájarov.
Este año se cumple una década desde que el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas adoptó la Resolución 1820, la primera que estableció que el uso de la violencia sexual como arma de guerra constituye un crimen de guerra y una amenaza para la paz internacional, algo que también viene recogido en el Estatuto de Roma de 1998, que rige el funcionamiento de la Corte Penal Internacional.
Los premios Nobel serán entregados el 10 de diciembre, coincidiendo con el aniversario de la muerte de su fundador, Alfred Nobel, en una doble ceremonia en el Konserthus de Estocolmo y en el Ayuntamiento de Oslo, donde se otorga y entrega el de la Paz.