Por: SEGISFREDO INFANTE

            Pareciera una trivialidad. Pero podría tratarse de un asunto de vida o muerte, sobre todo para los adultos mayores. El caso es que el Congreso Nacional de Honduras acaba de aprobar una “Ley de Uso Obligatorio de Mascarillas y Aplicación de Protocolos de Bioseguridad”, después de más de sesenta días de “cuarentena”. Por principio de cuentas esta “Ley” es correcta, aunque bastante tardía. Son pocas las personas, en las ciudades más pobladas del país, que al salir a la calle han utilizado mascarillas. Y son pocas las que han seguido el consejo de guardar un metro y medio de distancia en las filas de los bancos y de los supermercados. Por regla general la clase media es la que más ha cumplido las reglas del juego, desde mucho antes de la aprobación de la mencionada “Ley”.

            El trilema deriva, en la vida diaria, de los tecnicismos específicos relacionados con el uso de las mascarillas y otras acciones de bioseguridad. Para empezar las disposiciones de la Organización Mundial de la Salud (lo expresamos en los primeros artículos sobre este tema) fueron demasiado tardías, y a veces contradictorias. Como enrevesadas resultan las informaciones y desinformaciones que superabundan en las redes sociales, chocando los “expertos” unos con otros, en relación con el simple uso de mascarillas. No digamos en otros temas más estratégicos como el de las posibles vacunas.

            Respecto de este archi-vidrioso asunto, a tres conclusiones he llegado: La primera es que casi nadie nos orienta correctamente sobre los mecanismos de sobrevivencia. Incluso algunos medicamentos que podrían ser saludables para neutralizar el nuevo “virus” de la pandemia, son altamente peligrosos para el corazón y los riñones. Exceptuando las gárgaras de limón con sal y agua tibia, que por lo menos no le hacen daño a ningún prójimo. Así que las “informaciones” que circulan todos los días en algunos medios televisivos y en las redes, son incompletas. Sin embargo, esperamos que las cosas se vayan despejando con lentitud pero también con certeza y esperanza, por el bien de nuestras familias, nuestros amigos, nuestro país y la humanidad entera.

            Los detalles sobre las mascarillas son interesantes. Y a veces absurdos, porque incluso les llaman “tapabocas”. A pesar que todos los días recomiendan lavarse las manos con jabón y utilizar las mascarillas al salir a las calles, la verdad de las verdades es que es casi imposible conseguirlas en las farmacias. No hay mascarillas auténticas por ningún lado, que nosotros sepamos. Es cierto que los vendedores ambulantes las ofrecen en las plazas públicas; pero la gente con sentido común sabe que tales mascarillas artesanales no sirven para casi nada. Ni siquiera los cordones de las mismas funcionan porque son tan anchos que a los pocos segundos se zafan de las orejas. Además, según algunos “expertos”, se necesitarían tres pedazos sobrepuestos de tela para medio detener el “virus”.

            Más tarden han llegado los detalles específicos o más técnicos sobre la utilización de tales mascarillas. Sobre la forma de quitárselas. Cuántas horas se pueden utilizar. Cuáles son lavables y cuáles no lo son. Nos habían aconsejado que algunas de las mismas, bastaba con ponerlas al sol y después reutilizarlas. Ahora dicen todo lo contrario. Que ni siquiera desinfectándolas podrían servir. Pareciera un pandemónium informativo. Y el pobre usuario se queda íngrimo, desconcertado e “hipoxiado”.

            La segunda conclusión es que todos corremos el riesgo de ser infectados, y nadie debe sentirse avergonzado por ser víctima del nuevo “virus” que llegó a Honduras desde lejanísimas regiones. Como también han llegado, en diversos momentos, una serie de desgracias a nuestro territorio que fueron fraguadas en otras latitudes. Para sólo traer dos ejemplos ideopolíticos más o menos recientes: el neomonetarismo conservador (léase neoliberalismo) vino de afuera; y el neopopulismo hugochavista vino de Venezuela. Ambos fenómenos le han hecho mucho daño al país. Como también le han causado enormes perjuicios algunas prácticas ilícitas del crimen organizado de procedencia internacional, con ramificaciones internas.

            Para ir finalizando conviene la tercera conclusión o recomendación: Carece de sentido aprobar una “Ley” de uso obligatorio de mascarillas cuando es casi imposible conseguirlas en las farmacias. La mayoría del pueblo también desconoce los otros lugares en donde se distribuyen “masivamente”. Lo correcto, además de aprobar la “Ley”, es abastecer de inmediato todas las farmacias, mercaditos y pulperías en donde las mascarillas que sirven para usarlas solamente ocho horas, estén a la venta del público a precios asequibles para cualquier bolsillo popular.      

                  Contra mi costumbre de redactar artículos de mayor profundidad, hoy he sentido la necesidad de publicar un tema concerniente a los intereses inmediatos de la gran mayoría de hondureños desconcertados, para quienes las mascarillas pueden convertirse en un asunto de vida o muerte, siempre y cuando tengan acceso a estos artefactos que debieran ser funcionales en un cien por ciento.

            Tegucigalpa, MDC, 24 de mayo del año 2020. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 28 de mayo del 2020, Pág. Cinco). (Se reproduce en el diario digital hondureño “En Alta Voz”).

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