27 de Mayo 2025
Fuente: Voces en Resistencia
Bajo vigilancia y amenazas trabajan las defensoras de derechos humanos actualmente en Nicaragua
“Aunque lo intenten, no pueden silenciarnos, porque esto es un compromiso real, generacional; aunque algunas vayan saliendo o ya no tengan la misma fuerza de antes, vienen otras con la semilla del cambio”, afirma una defensora nicaragüense en el podcast lanzado bajo anonimato.
La represión constante de las fuerzas de seguridad del régimen dictatorial gobernando Nicaragua en la actualidad, donde las voces y la defensoría ha sido reprimida y criminalizada las obliga a expresarse sin rostro.
En el podcast, se relata cómo desde su experiencia, a pesar del riesgo, muchas mujeres en Nicaragua permanecen organizadas, trabajando desde el bajo perfil con mucho sigilo, pero con firmeza y convicción.
“Nicaragua tiene un nivel organizativo bastante fuerte, y el movimiento de mujeres es uno de los más sólidos de la región. Eso no se acaba de la noche a la mañana, reinventamos estrategias para continuar”, sostiene.
El grupo de defensoras también ha compartido, en redes de confianza, un video corto con el que buscan visibilizar lo que significa defender derechos humanos en Nicaragua, en un contexto marcado por la vigilancia, la censura y el hostigamiento. Con ello, también reafirman la importancia del derecho a defender derechos.
La defensora subraya que ser mujer y defensora en Nicaragua implica enfrentar múltiples formas de violencia: física, sexual, digital e institucional. Destaca la fuerza colectiva que emerge de las redes comunitarias, la formación en derechos humanos, la cultura de paz y el acompañamiento entre mujeres.
“Ver el cambio en las comunidades, en otras mujeres, es lo que nos mueve. Es un compromiso que se transmite de mano en mano, de generación en generación”, asegura.
Advierte que las defensoras identifican realidades que el Estado, las empresas y otros sectores no ven; “representamos la parte humana de la sociedad. Señalamos las injusticias, rompemos con discursos violentos y discriminatorios. Facilitamos procesos de cambio. Por eso, el Estado y la sociedad deben reconocer el valor de lo que hacemos”, insiste.
También hace un llamado a quienes acompañan desde fuera del país y reflexiona, ”hay mucho por hacer, para sostener este trabajo. necesitamos recursos. Necesitamos que se sigan denunciando las violaciones a los derechos humanos. Las que están afuera (del país) pueden ser la voz de las que estamos adentro, mientras más personas escuchen, compartan y reconozcan nuestras voces, más difícil será silenciarlas”, concluye.
En Nicaragua, el cierre del espacio cívico ha alcanzado niveles alarmantes, a la fecha se contabilizan mas de cinco mil organizaciones cerradas, muchas lideradas por mujeres.
Decenas de colectivos feministas y defensoras de derechos humanos han sido ilegalizados, usurpado sus bienes, perseguidos o forzados al exilio, acusados de delitos infundados, solo por acompañar a víctimas, promover la igualdad o exigir justicia.
Esta política de represión ha desmantelado estructuras claves de acompañamiento comunitario, pero no ha logrado silenciar la resistencia ni apagar el compromiso de quienes, desde dentro o fuera del país continúan defendiendo los derechos humanos..