Por: SEGISFREDO INFANTE

Bajo la premisa que en un conversatorio se conversa, y pocas veces se escribe, he decidido redactar, sin embargo, como ayuda-resumen, estas notas marginales acerca del libro “Memorias de un periodista”, elaborado, en fecha reciente, por doña Elsa Ramírez García, con el objeto de rescatar los testimonios de un periodista hondureño cuya edad actual oscila en torno de los ochenta y seis años, como evidencia que en Honduras nacen robles que subsisten en medio de los sosiegos y de las tempestades. Me refiero a don Mario Hernán Ramírez.

        En la pasada “Semana Mayor”, correspondiente al presente año 2019; o en la “Semana del Pésaj”, dentro de la tradición judía, habida cuenta que el mismo Jesús de Nazaret y sus primeros seguidores más cercanos eran judíos, y dentro de una especie de soledad abrumadora estuve en condición de escudriñar el inventario general de mis pecados y defectos, y de mis necesidades espirituales más profundas, a fin de llegar a la conclusión preliminar que es de suma importancia en mi vida, y quizás en la vida de millares de personas, aprender a hablar bien del prójimo, contra todo tipo de contrariedad. Con el reto más importante, y mucho más difícil que el anterior, de aprender a pensar bien del prójimo. Se trata de una disciplina de pensamiento filosófico condensado en un artículo mío titulado “Hablar bien de los demás”, publicado en el diario “La Tribuna” el domingo cinco de mayo del año que discurre. Estas reflexiones íntimas han ocurrido en un contexto convulsivo en que la diatriba ideológico-política y de otros órdenes, se encuentra a la orden del día en Honduras y en el mundo entero en general. Como decía el gran narrador y patriota centroamericano Froylán Turcios: “el hondureño siempre tiene el dicterio a flor de labio”, y a mi juicio es harto difícil escapar a esta práctica cultural negativa ya consuetudinaria. Por eso resultará quizás incomprensible para los escritores y voceros acostumbrados a nuestros debates públicos viscerales, el fondo y trasfondo de mi orillera propuesta.

        Afirmado lo anterior debo confesar las emociones diversas que ha concitado en mi alma este libro testimonial de doña Elsa Ramírez García y de don Mario Hernán Ramírez, un hombre afable dedicado al periodismo durante casi toda su existencia. Muchos de nosotros nacimos escuchando las voces de Gustavo Acosta Mejía, de Mario Hernán Ramírez y de Nahúm Valladares y Valladares, en las radio-emisoras más importantes de la capital de nuestro hermoso país. Hermoso como era en nuestra niñez, sobre todo la pequeña y bella Tegucigalpa, incluyendo Comayagüela. Respecto de las cualidades de aquel mundo bucólico catracho de antaño, abundan las páginas de este libro de “Doña Elsa”.

        Con Mario Hernán hemos hecho una amistad casi espontánea, como debieran ser las verdaderas amistades. Tal vez el puente comunicativo ha sido factible gracias a otras amistades comunes: La primera de todas era nuestra amistad común con don Eliseo Pérez Cadalso, un intelectual hondureño de primera línea, que vino a convertirse en líder natural de los “Trece Locos del Guanacaste”, cuyas personalidades se encuentran estampadas en estas “Memorias de un periodista”, de “Doña Elsa”, y en otro libro de Mario Hernán Ramírez, dedicado al primer gran poeta lírico modernista hondureño, Juan Ramón Molina, cuyo primer centenario de fallecimiento (en el año 2008) nos convocó para que estuviéramos  juntos con Mario Hernán y otras personalidades afines a las esferas de la poesía. Me parece que realizamos, entre otras actividades, algún programa de televisión con Mario Hernán y don Marcial Cerrato. No es posible, en consecuencia, concebir la personalidad de Mario Hernán sin mencionar los nombres del poeta J.R. Molina y del escritor José Ingenieros, un moralista ítalo-argentino bastante conocido. Creo que los jóvenes de hoy en día debieran leer, cuando menos, el libro excelso “El hombre mediocre” de José Ingenieros.

         Un prestigioso sindicalista ya fallecido, don Luis Alonso Morel (más conocido cariñosamente como “el Pelón Morel”), me narraba sus experiencias de adolescente en la Escuela Vocacional “Marcos Carías Reyes”, anexa a la vieja Penitenciaría Central. Se expresaba con nostalgia y orgullo de aquel duro centro correccional de menores: “Ahí se formaban los hombres de verdad”, me repetía “Don Luis Alonso”, mientras disfrutábamos unas tacitas de café en el ya desaparecido “Café de Pie”, en el mero casco histórico de la colonial y republicana Tegucigalpa. El sindicalista Morel me relataba su compañerismo entrañable con Mario Hernán Ramírez y otras personas cuyos nombres se me escapan en este breve momento. Desde ahí se fortaleció mi natural simpatía hacia Mario Hernán. Simpatía que sospecho es correspondida por este “Viejo Lobo del periodismo” catracho, a cuyo círculo se ha sumado la amistad de la profesora Elsa Ramírez, su abnegada y bienhechora esposa.

        No crea el dilecto auditorio que hoy nos acompaña, que me he separado del texto y contexto del libro testimonial “Memorias de un periodista”. Casi todo lo aquí expresado se remite a las páginas del libro que ahora mismo presentamos. Muchas de sus amistades que Mario Hernán y “Doña Elsa” mencionan en este libro, tanto vivos como fallecidos, han sido o siguen siendo amigos personales míos, entre otros José María Espinoza Cerrato, Medardo Mejía, Ramón Oquelí, Adán Elvir Flores, Elvia Castañeda de Machado, Juan Ramón Martínez, Herman Allan Padgett, Edgardo Paz Barnica, Rafael Pineda Ponce, Armando Cerrato, Benigno Gómez, Noé Pineda Portillo, Freddy Cuevas Bustillo, Conrado Henríquez, Antonio Osorio Orellana, Guillermo Codrington, Joaquín Medina Oviedo, Luz Ernestina Mejía, Nahúm Valladares, René Sagastume Samayoa, Samuel Villeda Arita, Magda Argentina Erazo, Marcos Carías Zapata, Mario R. Argueta, Octavio Sánchez Midence, Rodrigo Wong Arévalo, Ronald Barahona, Rolando Sierra Fonseca, Matías Fúnez h., Jacobo Goldstein, Juan de Dios Gutiérrez, Ney Edelmira Reyes, Dagoberto Espinoza Murra, Manuel “Meme” Carías, Jorge Bueso Arias, Horacio Ulises Barrios Solano, Reina Janeth Galo y otras importantes personalidades del mundo periodístico, del pensamiento, de la educación, de las finanzas y del arte. Por supuesto, en este punto conviene recordar que hay distintos niveles, fases y facetas de la amistad.

        Como para ir finalizando estas notas muy marginales relacionadas con una larga e intensa trayectoria periodística sobre todo en el área de la radiodifusión nacional, quisiera subrayar cinco momentos: El primero de todos es que Mario Hernán Ramírez es un hombre polifacético y una “garganta de oro” como a él le gusta decir. De tal suerte que inclusive ha sido actor de cine en por lo menos dos películas. Segundo momento: Coincidimos con Mario Hernán en nuestra admiración, sin sesgos, hacia dos grandes presidentes hondureños: Juan Manuel Gálvez (nacionalista) y Ramón Villeda Morales (liberal). Tercer momento: Coincido con Mario Hernán Ramírez en que durante nuestra juventud solemos perder el tiempo en cosas intrascendentes; a veces peligrosas. Pero que existe, a la vez, la posibilidad de salvaguardar las facetas positivas de la misma. O de reivindicarnos en el largo otoño de nuestras vidas. Cuarto momento: Nuestra admiración y respeto por la obra poética de Juan Ramón Molina. Quinto y último momento: Nuestro amor indesmayable por Honduras, a pesar de las contrariedades entre unos y otros; y entre unas y otras direcciones o tendencias.

        Felicito sinceramente a doña Elsa de Ramírez, y abrazo a nuestro amigo Mario Hernán Ramírez. Que el luminoso otoño sea suave para ambos esposos. Muchas gracias a los panelistas, a los coordinadores y a todos los asistentes.  

        Tegucigalpa, MDC, miércoles 15 de mayo del año 2019, Auditorio del Banco Centroamericano de Integración Económica.

(*) Discurso de Segisfredo Infante, en la presentación del libro “Memorias de un periodista”, de Elsa Ramírez García, en la Biblioteca del BCIE.  

 

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