Por Lourdes Ramírez
Testigo Ocular
Después de unos días de descanso, por la Semana Mayor o Semana Santa, muchas personas pudieron regresar a sus lugares de origen y compartir con sus familias y amigos. Son días inolvidables para recordar historias y anécdotas, algunas alegres y otras tristes, por aquellos que ya no están.
El sentido de pertenencia por el lugar donde nacimos y vivimos en nuestra infancia debe ocupar siempre ese lugar de honor en nuestros corazones, en nuestra memoria y recordar siempre de dónde venimos, reflexionar sobre dónde estamos y hacia dónde vamos.
En esos escenarios no puede faltar extrañar los platillos tradicionales de la temporada, con esa sazón de las madres, tías y abuelas que muchos ya no tienen la oportunidad de probar, porque no heredaron esas recetas o no tuvieron el interés de aprenderlas.
Estos alimentos y productos nostálgicos, que son buscados en los comedores, en los mercados y en restaurantes que ofrecen esos platillos típicos exquisitos, son deseados por las familias y amigos que esperan aprovechar los días para disfrutar de sopas, postres y demás manjares que incluye la temporada.
Pero cuando la promesa al consumidor falla en estos sitios, abarrotados por turistas locales y extranjeros, la experiencia gastronómica se vuelve una frustración que nos hace recordar que en Honduras no existe una cultura de servicio al cliente.
Confirmamos así que el interés de estos negocios solo es vender masivamente, no lograr una experiencia inolvidable para el consumidor.
En estos lugares, donde ya la rosquilla en miel solo tiene agua oscura con azúcar y la sopa de tortas de pescado no incluyó las tortas, sino un pescado fresco no salado, envuelto en un montón de harina.
Lo peor no es la pésima o inexistente calidad de los productos, sino que la queja e incomodidad de la clientela, que paga grandes cantidades de dinero por el plato, sea ignorada. O peor aún, que, en su defensa, la encargada de servicio al cliente pretenda justificar al restaurante diciendo que “son estilos diferentes de hacer las sopas”. Por favor… hay niveles. Con gusto les doy la receta…
Así que, un país que no defiende su gastronomía está condenado a perderla. Y una clientela que no exige que se cumpla la promesa de venta, entonces se merece que sigan estafándola. Aquí, solo pensando… En Alta Voz…
Les invito a compartir sus malas experiencias como consumidores en esta temporada y así hacer incidencia para cambiar esa falta de cultura en el servicio al cliente.
Recordemos que, cuando hablamos de servicio al cliente, es integral: no solo se trata de colocar elementos de barro en la decoración o música en vivo, sino de cumplir y hacer cumplir la promesa que se le hace al consumidor.


