Icono del sitio Las ultimas noticias de Honduras y el mundo

Consumado está; ahora sí, discutamos las causas

Rodolfo Pastor Fasquelle

El carácter, su discurso, la deslegitimación, nuestro fracaso electoral

El fraude fue al parecer tan sistémico que durante algún tiempo será difícil saber con certeza quién ganó una elección que —como muchos, pienso— debió anularse. Ese golpe desborda todo intento de ocultamiento: constituye una tragedia cívica y un insulto a la ciudadanía, que votó de manera disciplinada y a la que se le impone un gobernante por un margen ínfimo, sin despejar las objeciones y dudas acumuladas. No debe quedar impune.

¿Por qué -quien invoca la voz del pueblo- se niega a contar los votos, justo cuando se han descubierto tantas anomalías? ¿No son los votos, acaso, la expresión más directa de esa voz? ¿En qué se sustenta el capricho de las consejeras? Y, sin embargo, la cúpula liberal también se alinea y se prosterna ante Viera.

La historia lo aclarará. Más adelante, cuando se disponga de todos los datos y se iluminen los contextos hoy deliberadamente ocultos, los especialistas jerarquizarán los factores de la ecuación y señalarán con precisión dónde se produjo la falla principal y quién cargó con la mayor responsabilidad: si la asumió o la eludió. Por ahora, solo cabe una tarea urgente: limpiar el terreno para pensar, despejar lo evidente.

Podría intentar consolarme a solas con la idea del fraude, pero sería deshonesto y, sobre todo, ineficaz: letal ese consuelo que no puede enmendar lo que solo la crítica es capaz de corregir. No se puede reconstruir la legitimidad desde el agravio. El fraude no es —ni de lejos— la explicación del descalabro de LIBRE, nuestro partido, que en adelante jugará como tercio excluso. Si aspiramos a un futuro, hay que mirar los hechos de frente.

La gente ha perdido la confianza en y la disposición de apoyar a LIBRE. Que no solo no consiguió una proporción ganadora de nuevos votantes: perdió cerca de un millón de simpatizantes desde que ganó las elecciones generales anteriores. En esta elección obtuvo apenas el mismo número de votos que en las internas, lo que resultó ser menos de un quinto del total. Con ese resultado, el Partido entró en latencia y Honduras perdió —por tiempo indefinido— la opción de un cambio gradual. LIBRE dejó de ser ilusión y esperanza, forja de los sueños de la nación, como decía Leticia Salomón al celebrar el triunfo de 2021.


Trump y la injerencia que, según La Casa Blanca, no hubo

Toda la derecha internacional se involucró en las elecciones en Honduras, prodigando en formas de conspiración, injerencia y torpeza. Desde España Vox regaña a Nasralla.  El indultado Roger Stone insulta de manera procaz a nuestra Presidenta y a su familia.

Trump, por su parte, fue explícito y se quitó el antifaz del combate al narcotráfico. Emitió tres mensajes públicos, claros y directos, pidiendo el voto para un partido de la derecha y para un candidato de dudosa idoneidad. Lo hizo pagando un costo político, pues fue duramente criticado incluso dentro de su propio Partido por ese disparate. Ese tipo de intervención no es caprichosa: si se paga capital político, hay un propósito. Y ese propósito no puede ser ajeno a los intereses estratégicos de los Estados Unidos en la región. ¿Qué quiere Donald Trump?

¿Un gobierno hondureño que lo respalde en una guerra contra Venezuela, como el de Milei? ¿Algo que pudiera ayudarlo a distraer la opinión pública del escándalo derivado de los crímenes de J. Epstein, en los que fue cómplice? ¿Buscaba una plataforma fácil de disciplinar en Centroamérica, un país con una confusión política profunda, me comenta un amigo, que impide la resistencia, con una historia de docilidad? Las preguntas no son retóricas: son políticas. Hubo actos insólitos, como vimos, y no se inspiraron en razones morales ni idealistas.

Presumiblemente, a los hombres públicos en una democracia les tocaría escuchar al pueblo, interpretar lo que dice y traducirlo en acción. Nuestros políticos no escuchan: dictan, decretan, pontifican, declaran. La gente se cansa de explicarles, pero no es oída. A veces la gente solo quiere ser escuchada; los políticos, en cambio, insisten en discursar y en construir puentes donde no hay río y quieren negar la existencia del sol porque lo puede cubrir un dedo.

Una pausa histórica necesaria

Los historiadores han señalado que este autoritarismo discursivo es una herencia de la reforma positivista criolla, que pasó al liberalismo y hoy reaparece —paradójicamente— en la democracia centroamericana.

Hay pautas históricas que se remontan a los orígenes del sistema político. José Ángel Zúñiga Huete (1885–1953) fue el León del Liberalismo a principios del siglo XX. También fue ministro de Gobernación, comandante de Armas y gobernador. Aun siendo escritor y aficionado a la historia, se recuerda su carácter fuerte y su retórica mordaz, que excitaba al núcleo fanático del partido, pero frustraba la ampliación de la base opositora y provocaba la represión, prolongando la dictadura.

El Partido Liberal perdió todas las elecciones entre 1932 y 1948. Zúñiga era un hombre indispuesto a negociar, reacio a ceder espacios, a acomodar liderazgos emergentes o a identificar aliados potenciales. Nunca entendió que a la dictadura había que combatirla también con organización, estrategia de masas y alianzas amplias, y no solo con la tribu aduladora y la virtud ciudadana. Sus adversarios —y JMG— le tomaron las medidas y lo sacaron del juego. Quizás lo mismo ocurrió con el desaparecido Partido Revolucionario Democrático de Honduras.

Rodas fue un émulo —aunque ningún revolucionario— y compartía los mismos rasgos de soberbia y engreimiento; denunció la Reforma Agraria que su partido le había arrancado al interés bananero y solo ganó una elección, por interpósita persona, después de muerto. Mel ha sido lo contrario, un líder práctico y abierto, y hasta ayer ganaba.

Una aclaración ideológica

Entiendo que Honduras debe ser independiente para desarrollarse y que necesita —como alega Rixi— que quien gana bien pague impuestos justos. Los servicios, el gran comercio de importación, la banca, las telecomunicaciones y la generación eléctrica, entre otros sectores terciarios que producen cerca del 65 % del PIB, son altamente lucrativos y no pagan su parte alícuota. Deben eliminarse las concesiones y exenciones que ya no se justifican.

El Estado necesita más recursos para mejorar las condiciones sociales, en las cuales, a futuro, la empresa podrá ganar más. Es una propuesta de ganar–ganar. Los impuestos son un medio para que el Estado juegue un papel responsable, impulse políticas efectivas e incluso apoye sistémicamente a la empresa, como ocurre en Asia del Este.

Alguna vez declaré que Rixi era intelectual y moralmente superior a sus rivales. ¿Le sirvió eso? Es una abogada brillante, denunció y condenó la corrupción cuando pudo y sin duda la habría combatido. Se necesitaba, además, un liderazgo empático, humilde con los humildes y suspicaz con los teólogos.

Tuvo que ser terrible para Mel —aunque hay indicios de que sabía— y para Rixi, quien hizo su máximo esfuerzo, la derrota.

Lo que no fue responsabilidad de Rixi (ni de Mel)

Ya era un reto conducir una estructura tan diversa de ciudadanos de tan distintos intereses, mantenerla unida y determinada frente al reto. No fue culpa de Mel o de Rixi que el Imperio decidiera, a último momento, meterse de lleno en Honduras y apostar todo el oro de Venezuela a favor de Papi. Tampoco nadie predijo que Trump se dispusiera incluso a liberar a JOH en este instante.

Los factores internos

Entre los factores internos que incidieron en la debacle electoral, algunos tampoco fueron responsabilidad directa de Mel ni de Rixi. El poder siempre está mucho más disperso de lo que la opinión pública capta o calcula. Operó otro círculo desde el Congreso y la Presidencia, el mismo que hoy busca atacarlos de forma oportunista sin reconocer su terrible responsabilidad. Ese lado oscuro del partido generó contradicciones, desprestigio y fallas administrativas.

No se logró mejorar sustancialmente la seguridad, principal promesa del gobierno. El impacto quedó evidenciado en la violencia, en la intimidación de en miles de llamadas promoviendo abiertamente candidaturas opositoras, producto de arreglos con maras que controlan call centers. La vulnerabilidad inspiró frustración y enojo.

Lo que sí faltó decir, en positivo

Aparte de comprometerse a terminar con la impunidad y toda violencia, habría sido necesario ofrecer escuelas modernas, con conectividad y maestros actualizados; un aseguramiento del alimento suficiente y de calidad con un campesinado potenciado. Habría que habernos comprometido a proveer salud pública de calidad, una policía comunitaria en vez de la militarización del barrio, justicia depurada, crédito y apoyo para la micro, pequeña y mediana empresa.

Las carencias del Partido

Las elecciones modernas son enfrentamientos entre organizaciones. Requieren: a) inteligencia para leer la realidad; b) proyecto claro; c) organización disciplinada; d) liderazgo legítimo articulado en los distintos niveles; e) base social militante; f) ética para durar, con reglas claras que exijan coherencia entre discurso y práctica política; y g) campañas profesionales de comunicación. LIBRE no desarrolló esas capacidades. No entendió su misión pedagógica: gobernar también es educar y transformar conciencias.

El problema de fondo fue la falta de partido. No hubo ciudadanos comprometidos con una visión, sino activistas; no hubo militantes suficientes, pero sobraron los chamberos, ambiciosos, aplausos comprados; no hubo líderes valientes, sino repartidores de bolsas y cheques; agencias de colocación pública, no partidos.

Responsabilidades internas: donde sí fallamos

El descalabro de LIBRE es atribuible, sobre todo, a fallas internas. Ante la difícil tarea de mantener la disciplina interna, Mel decidió desplazar al partido mediante el M28, generando división, resentimiento y desorganización territorial. Se impusieron coordinadores corruptos, se apostó a la dádiva que corrompió y a la movilización forzada que cansó e irritó, se desbordó la corrupción y la comunicación fue incoherente, absurda palabrería incomprensible. Errores fatales.

El radicalismo del discurso no fue la causa

La radicalidad del discurso no fue la causa. El problema fue la forma dogmática de defenderlo. Expulsar el disenso, convertir el discurso en dogma, es absolutismo. Además, no se entendió que detrás de la acusación de radicalismo había una verdad política: el costo político de la propuesta fiscal, que no fue bien explicada ni vendida.

En Honduras, la empresa privada será indispensable por mucho tiempo. No fue radical el discurso: fue impolítico. Redujo la base del Partido en vez de ampliarla. Cuando un candidato acepta su investidura, se compromete también a ganar, a tener una estrategia de triunfo, a practicar la astucia que exige la antigua escritura.

El punto de quiebre: y lo que sigue:  la honradez y la reforma

No se puede regresar a un pasado irrepetible. LIBRE tiene futuro no por que ha estado ahí ni por inercia, sino porque Honduras necesita cambiar, mucho, profunda y urgentemente, y solo LIBRE propone, significa un cambio sustancial pacifico, y el tránsito a una sociedad moderna. Y como se lo necesita, LIBRE sigue. Ha demostrado ser orgánicamente defectuoso en la misma medida que instrumentalmente necesario. Debe reorganizarse y para salir adelante necesita otro vehículo, que los que han fracasado aquí sin vuelta atrás.

Necesita volver a y recurrir a sus organizaciones territoriales y comunidades, que han estado desestimadas, y se han resentido en el campo. Y en las ciudades, debe reconstruirse en el barrio LIBRE, empoderar al pueblo reunido, reformarse, reencontrarse y encontrar los aliados necesarios. Sin eso, el partido puede pasar veinte años en la llanura, si es que sobrevive.

No hablo desde afuera ni desde la comodidad del reproche tardío. También soy fundador de LIBRE. Apoyé la decisión de fundarlo; firmé el documento con que acudimos en masa a pedir su registro; luché, serví y me exilié por él. Reclamo ahora porque apoyé la campaña, porque callar sería mentir, y porque uno se arrepiente más de lo que no dijo que de lo que dijo a tiempo, aunque alguien se moleste. Pero aquí estoy, de pie y a la orden como hasta hoy. Solo prefiero que la experiencia refine el liderazgo.

En otras latitudes —pienso en Corea— la responsabilidad se asume con una disculpa pública personal. Aquí preferimos fingir demencia. Rixi es una dama extraordinaria y podría volver a ser candidata si aprendiera la lección más difícil en política: la humildad. Tiene que hacer lo que hay que hacer para transmutarse en opción ganadora

Mel sigue siendo —y me complace reconocerlo— el líder más reconocido y querido del Partido. Tal vez por eso mismo ha sido también el más atacado, vilipendiado y, fuera de nuestras filas, el más odiado. No escribo para hacerle daño. Pero LIBRE necesita algo que hoy no tiene: un liderazgo capaz de diseñar y organizar; de escuchar y de corregir sin sentimentalismo; de sumar sin imponer ni expulsar mas que a quienes hacen daño.

Mel también tiene que cambiar. Puede elegir cómo quiere ser recordado: como una estrella fugaz, que ardió sola y dejó, al apagarse, un vacío o por haber dado paso a los nuevos liderazgos, acomodándolos, apoyándolos con sinceridad, con lealtad y eficacia para poder enorgullecerse de ellos después. Con un proyecto de largo plazo. Tiene que retirarse del puente de mando ante las grandes batallas y evanecer, sin desaparecer, como los grandes soldados, según decía MacArthur.

Yo también ya estoy viejo para pensar más que con mi propia cabeza; y se necesita quien piense en plural. Pero nadie puede expulsarme por hacer la autocrítica objetiva. LIBRE es mi casa. No me voy.

Mi enojo político  es superior a mi tristeza electoral; mi enojo participa de la rabia de un pueblo desposeído del instrumento de su transformación que no supo honrarse. La energía que me queda esta a disposición de ese sueño redivivo.  Es poco heroico, lo sé. Pero a estas alturas, incluso eso me parece una forma aceptable de honestidad.

Seúl, 21 de diciembre de 2025.

Salir de la versión móvil