Víctor M. Rodriguez O.
En el escenario de la represión sistemática que atraviesa Venezuela, la voz de Andreina Baduel emerge como un testimonio incómodo para el poder y una bandera para quienes exigen justicia. Hermana de Josnars Baduel, preso político desde hace más de cinco años, e hija del fallecido general Isaías Baduel —quien también sufrió persecución, cárcel y denuncias de tortura antes de morir bajo custodia estatal—, Andreina ha transformado el dolor personal en un compromiso activo por la libertad de los presos políticos y el respeto a los derechos humanos.
La conversación con Baduel, difundida en el podcast ES LA HORA DE HABLAR, no solo describe la tragedia de un caso familiar, sino que retrata un patrón de violaciones graves y sostenidas contra la disidencia en Venezuela.
Sus palabras, atravesadas por la experiencia directa del acoso, las amenazas y el hostigamiento, exponen un entramado de represión que involucra centros de detención como el Helicoide y el Rodeo I, calificados por ella como “centros de tortura”.
Andreina Baduel entrevistada en el podcast ES LA HORA DE HABLAR
Una crisis humanitaria invisibilizada
Baduel denuncia que su hermano, al igual que decenas de presos políticos, vive en condiciones inhumanas: celdas de dos metros por dos, aislamiento prolongado, restricción de alimentación, medicación e hidratación, y prohibición de contacto físico con familiares. A ello se suman traslados arbitrarios y la ausencia total de atención médica especializada, con secuelas físicas derivadas de torturas previas.
La gravedad de estas condiciones no es un hecho aislado. Según relata, en el último año se han registrado al menos cinco muertes bajo custodia por falta de atención médica. “En el Rodeo I están acabando su vida progresivamente”, alerta con una mezcla de indignación y urgencia.
Hostigamiento y medidas cautelares internacionales
Andreina vive bajo vigilancia policial y acoso sistemático, lo que motivó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y otras organizaciones internacionales emitieran medidas cautelares para su protección. Sin embargo, subraya que estas herramientas jurídicas no siempre operan con la celeridad que exige la crisis venezolana.
“No podemos permitir que se normalice lo que aquí ocurre. La acción decidida de las víctimas y el acompañamiento internacional pueden contener una tortura e incluso salvar una vida”, afirma.
El papel de la comunidad internacional y la Corte Penal Internacional
La entrevista también aborda la expectativa que genera el proceso abierto en la Corte Penal Internacional (CPI) sobre crímenes de lesa humanidad en Venezuela. Aunque reconoce que los tiempos judiciales internacionales son lentos, insiste en que la presión sostenida de las víctimas y de la prensa ha impedido que la situación sea aún más grave.
Frente a intentos de “normalización” política mediante elecciones parlamentarias y regionales, Baduel es categórica: el liderazgo opositor legítimo, encabezado por Edmundo González y María Corina Machado, tiene la responsabilidad de mantener el foco en la liberación de los presos políticos y en evitar que el dolor de las víctimas quede relegado a un segundo plano.
Estructuras de exclusión y criminalización
Más allá de la prisión, Andreina denuncia la criminalización que persiste sobre quienes han sido excarcelados: medidas restrictivas que los obligan a presentarse en lugares lejanos a su residencia, costos económicos insostenibles para familias empobrecidas y una estigmatización que perpetúa la exclusión social. “El drama no terminó con la excarcelación; pasó a otra fase”, advierte.
También cuestiona la presencia de referentes extranjeros en actos organizados por el gobierno venezolano bajo el discurso de “lucha contra el fascismo”, calificando estas visitas como “absolutamente contradictorias” y parte de la propaganda que busca maquillar la realidad.
Derechos humanos como núcleo democrático
El testimonio de Andreina Baduel es más que una denuncia: es un recordatorio de que la defensa de los derechos humanos no admite fronteras ni silencios cómplices. En un contexto donde la libertad de expresión se enfrenta a censura, amenazas y criminalización, su voz se inserta en la tradición de quienes, en América Latina y el mundo, han hecho del testimonio una herramienta de resistencia.
Su llamado final es claro: no dejar de documentar, denunciar y visibilizar lo que ocurre en Venezuela. Porque, como subraya, “entre tantas cosas que ocurren en el mundo, también está nuestra realidad dramática, y no podemos permitir que la silencien”.
En tiempos de crisis política y humanitaria, escuchar y amplificar voces como la de Andreina Baduel no solo es un acto de solidaridad, sino una defensa activa de los valores democráticos y de la dignidad humana.
La invitación está abierta a que este diálogo continúe, en las redacciones, en las instituciones y en las calles, hasta que la verdad, la justicia y la libertad no sean consignas, sino realidades palpables.