Por AMANDA TAUB y MAX FISHER / nytimes
27 de junio de 2019

Parece que 2019 podría ser el año de las protestas.

La semana pasada en Praga, los checos se concentraron en la manifestación más grande desde la caída de la Cortina de Hierro para exigir la renuncia de su primer ministro acusado de corrupción.

Tan solo dos semanas antes, un millón de personas se manifestaron en Hong Kongcontra la ley que permitiría la extradición a la China continental. El gobierno se vio obligado a retroceder.

En Kazajistán, protestas masivas provocaron miles de arrestos, y quizás todavía haya más. Y en Argelia, el presidente Abdelaziz Bouteflika dejó el cargo en abril después de las protestas; unos cuantos días después, le siguió el presidente Omar al Bashir de Sudán.

Los motivos de cada manifestación son distintos. Pero los expertos afirman que hay razones para creer que también son señales de una tendencia global en la que las masas de ciudadanos comunes y corrientes están exigiendo una mayor rendición de cuentas por parte de quienes están en el poder.

“Desde aproximadamente 2010, hemos visto un aumento aparente en la movilización de gente que por lo general no se moviliza”, señaló Helen Margetts, profesora en la Universidad de Oxford y coautora de un libro sobre las redes sociales y las protestas políticas. Esto incluye a “jóvenes, minorías étnicas y personas en Estados autoritarios”, comentó.

Las protestas checas comenzaron después de que la policía levantó cargos de fraude contra el primer ministro Andrej Babis, quien dio la impresión de manipular al ministerio de justicia para protegerse.GETTY IMAGES/GETTY IMAGES

Las investigaciones indican que una de las razones es que los cambios políticos globales han generado mayores expectativas de una rendición de cuentas democrática —incluso en las autocracias— al mismo tiempo que está aumentando el autoritarismo en todo el mundo.

Esas dos tendencias están entrando en conflicto, dando a los ciudadanos más razones para oponerse justo cuando cada vez se sienten con mayor derecho a hacerlo. Mientras tanto, la desconfianza creciente hacia las instituciones políticas hace que muchos ciudadanos se muestren reticentes a confiar solo en las votaciones, incluso en las democracias. En vez de eso, se están volcando a las calles.

Además, debido a que las redes sociales han facilitado mucho las movilizaciones del sentimiento ciudadano y la organización de actividades masivas, las expectativas frustradas se transforman mucho más rápido en grandes manifestaciones, pero tal vez con una mayor vulnerabilidad de disolución antes de alcanzar sus metas. Eso puede crear un círculo de retroalimentación de protestas e inestabilidad.

Grandes expectativas

Desde que terminó la Guerra Fría, “todos tienen que afirmar que son una democracia”, señaló Milan Svolik, profesor de Yale que estudia los procesos de democratización y el retroceso de la democracia.

Incluso en las autocracias, las tendencias políticas de las últimas décadas han “aumentado las expectativas de los ciudadanos de que los gobiernos deben rendirle cuentas a su pueblo de manera satisfactoria”, escribieron dos expertos en democracia, Thomas Carothers y Richard Youngs, en un informe de 2015 del Fondo Carnegie para la Paz Internacional.

Después de las protestas masivas en Hong Kong, el gobierno que apoya a Pekín rechazó una ley que permitiría las extradiciones a China continental.LAM YIK FEI PARA THE NEW YORK TIMES

Sin embargo, esas mayores expectativas de rendición de cuentas no siempre han coincidido con la realidad. Por ejemplo, en muchos Estados postsoviéticos, había pocos incentivos para que los dirigentes reformaran las fuerzas policiales y otras instituciones de seguridad heredadas de la época de la Guerra Fría, comentó Erica Marat, profesora de la Universidad Nacional de Defensa que estudia la democracia y la seguridad en el antiguo bloque soviético.

El resultado es que algunos de esos gobiernos, y en especial sus servicios represores militarizados, no tenían mecanismos para satisfacer las expectativas cada vez mayores de las clases medias urbanas de que existiera una rendición de cuentas.

Según Marat, eso originó protestas en toda la región cuando la gente se dio cuenta de que unirse a las manifestaciones era uno de los pocos medios para efectuar demandas políticas.

“La acción colectiva nunca surge de la nada”, comentó. “Siempre hay acciones más pequeñas contra el Estado represor”. Luego, estas pueden generar otras que tengan mayores probabilidades de funcionar al ver que la población las apoya.

En Kazajistán, por ejemplo, las protestas más pequeñas fueron parte de un “proceso de aprendizaje”, afirmó Marat, el cual se convirtió en una movilización más grande.

Los manifestantes se reunieron afuera del edificio del Consejo Legislativo de Hong Kong este mes.LAM YIK FEI PARA THE NEW YORK TIMES

En otras regiones se ha desarrollado un patrón similar.

En Hong Kong, pese a que las protestas del Movimiento de los Paraguas de 2014 llevaron a grandes cantidades de personas a las calles para exigir democracia, finalmente no pudieron presionar lo suficiente para hacer un cambio sistémico. No obstante, Marat cree que tal vez esas manifestaciones hayan contribuido a las protestas exitosas de este mes contra la propuesta de ley de extradición.

En Sudán, hubo protestas muy importantes en 2018 en contra del incremento a los precios de los alimentos, seguidas, en agosto, de una escisión dentro del propio partido de Bashir por su plan de cambiar la Constitución y contender nuevamente por la presidencia. Eso originó una serie de protestas públicas contra el gobierno en los primeros meses de este año que culminaron en el derrocamiento de Bashir a mediados de abril.

Populismo y reacciones violentas

El conflicto entre las expectativas democráticas y el aumento del autoritarismo también está impulsando protestas dentro de las democracias.

La creciente desigualdad, los escándalos de corrupción y la frustración hacia las instituciones, en apariencia indiferentes, han hecho que muchos ciudadanos sientan que el sistema es menos democrático. Eso ha provocado que mucha gente proteste votando por los populistas que prometen aplastar al sistema fallido y gobernar para el pueblo.

Sin embargo, cuando asumen el cargo, con frecuencia esos dirigentes oprimen a la disidencia y eliminan los contrapesos, acumulando el poder en sus manos y aumentando el conflicto entre la democracia y el autoritarismo. Actualmente, eso está contribuyendo a impulsar más protestas masivas.

En Venezuela, por ejemplo, Hugo Chávez fue electo con una plataforma populista, pero luego él y su sucesor, Nicolás Maduro, le quitaron el poder a la Asamblea Nacional y llenaron los tribunales de justicia con sus aliados. Eso hizo que las protestas callejeras fueran la única vía para expresar el descontento mientras el país sufre una crisis económica catastrófica.

En Turquía, el presidente Recep Tayyip Erdogan, que alguna vez fue un dirigente electo muy popular, adoptó métodos autoritarios y encabezó la destrucción de gran parte de la democracia turca.

Aún no se han visto movilizaciones masivas en Turquía como las de Hong Kong o Praga. Sin embargo, esta semana, después de que perdió por segunda vez el candidato de Erdogan para la alcaldía de Estambul, miles de personas se concentraron para celebrar, lo que tal vez sea una advertencia de lo que podría ocurrir si no se respetan las futuras elecciones.

Meses de grandes protestas ocasionaron el final del mandato del presidente sudanés Omar al Bashir.BRYAN DENTON PARA THE NEW YORK TIMES

El peligro del éxito

Las protestas masivas son un arma de doble filo por lo que un aumento de las movilizaciones masivas quizás no produzca el renacer de las democracias, sino periodos de inestabilidad.

El aumento de los movimientos de protestas tal vez implique un fenómeno más básico: las redes sociales facilitan mucho más la difusión de la indignación y movilizan a la gente, por lo que han hecho que los levantamientos políticos estén sujetos a la ley de los grandes números. En términos sencillos, en la medida en que se emprendan muchas más protestas, señaló Margetts, también aumentará la cantidad de las que tienen éxito.

No obstante, las investigaciones de Zeynep Tufekci, una socióloga en la Universidad de Carolina del Norte, indican que las protestas manejadas por las redes sociales son especialmente frágiles. Esos movimientos pueden fracasar o ser absorbidos con mayor facilidad porque están descentralizados.

Además, los beneficios de las protestas pueden ser pasajeros, en especial si el nuevo gobierno se siente presionado para consolidar el poder con mayor rapidez. “Las redes sociales pueden llenar las calles de gente”, dijo Margetts. “Pero lo difícil es consolidar los pasos siguientes”.

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