Por Elsa de Ramírez
Como un homenaje en el 113 aniversario del fallecimiento del excelso porta lira Juan Ramón Molina (n.17 de abril, 1875 – f. 1 de noviembre, 1908), repatriados sus restos de San Salvador, El Salvador a Tegucigalpa en 1918; compartimos algunas de las expresiones de sus amigos en relación a su fisonomía.
Salatiel Rosales se expresó: “… era bello, no con la belleza judaica…sino, con una belleza griega, sensual y dominadora. Si Asunción Silva, con sus barbas de rabí, podía evocar al Lucio Vero del Museo de Luxemburgo, Juan Ramón Molina, con su rostro de corte helénico, era la reencarnación viviente del Apolo de Belvedere.”
“Impecable en su vestir, Blanca flor en el ojal condecora su pecho varonil. Arrogante la postura, y kaiseriano el mostacho seductor”. Eliseo Pérez Cadalso.
“Vigoroso como un roble, hermoso y bello como un Goethe, ágil como un felino, degenerado con un Verlaine, imponente como un emperador. Bajo otras estrellas, la vida de este hombre –cuya mentalidad a manera de un girasol, tuvo la virtud de volverse hacia todos los soles del pensamiento__ habría tenido entre sus puños la creación de obras de genio”. Alfonso Guillén Zelaya.
“Faz apolínea, frente de poeta,/suave y sedosa cabellera oscura,/ojos vagos, romántica figura,/mezcla de efebo y de viril atleta”. José Mixco.
“Mostacho cola de alacrán, rizado y largo, tipo borgoña o kaiser. Ojos glaucos y fríos”. Adán Coello.
“El retrato de su semblante puede servir de definición a la estructura poemática: aspecto delicado, fino y de belleza dominante. Estructura firme, y fuerte, sostenida por dos piernas de atlético porte. Frente semi redonda con apariencia de roca bajo la cual habitan dos sonetos con brillo de resplandeciente jade. Labios de carne florecida, enhiestos de lujuria, más rasgados por un óxido contagioso de tristeza…” Humberto Rivera Morillo.
“Fue bello como un Apolo deslumbrante y triunfal, exquisito y soberbio, con la cólera olímpica de los dioses”. J.R. Castro.
Tiene Juan Ramón Molina/Una soberbia divina, /Y un acento arrullador, /Tal como un águila andina/Con alma de ruiseñor. Samuel Ruiz Cabañas.
“… era demasiado naekeliano, demasiado seleccionista, demasiado nietzchista_ si se permite la palabra para dejar de ejercer el derecho divino de ser orgulloso_. Fue orgulloso, y, en estos lamentables medios, serlo aun cuando para serlo la naturaleza unánime nos haya dado la licencia equivale a condenarse a sí mismo, a recorrer ad-perpetuam un desangrante vía crucis”. J. Cruz Sologaista.
Miguel Ángel Asturias –Premio nobel de Literatura (1967) de nacionalidad guatemalteca expresó: “…Juan Ramón Molina nació en Centroamérica a la sombra de los pinos de Honduras, en la ciudad de Comayagüela, el año de 1875, de padre español y madre mestiza. Escribió sus primeros versos en Guatemala, hacia 1894-95, donde se graduó de bachiller.

En su viaje a Río de Janeiro. Su consagración Continental… “… Juan Ramón Molina no era el poeta blanco y acomodaticio que, con el pretexto de no entender la política, cierra los ojos ante la realidad de su país. El, que tenía en el alma encendido el trino; él, que conocía los caminos que parten de los conos estelares de los pinos, abandona su clámide y viste uniforme de soldado, que con la pluma y el fusil lucha por la libertad, en una revolución que para él termina en el exilio antes de su prematura muerte…”
“Su vida se extinguió súbita y prematuramente un atardecer del 1 de noviembre de 1908. Murió en la ciudad de San Salvador, murió del corazón decía el parte médico… Pero cuanto más justo sería decir que el poeta moría en el desaliento, en el abandono, en el olvido que ya lo acompañaba como su sombra de exiliado, en aquella sociedad materialista en la que los seres que consagran la vida al espíritu, no valen nada, sino después de muertos.”
Rafael Cardona relató: Pertenece Molina a una casta de hombres casi desparecidos. Visto al través de nuestras inquietudes actuales, parece un espíritu de postrimerías, una de esas almas en que remata y se desenvuelve una cultura. Sin ser un enfermizo, era, no obstante, un atormentado a quien el artificio literario y la influencia de otra literatura, sobre todo la francesa, derivaba inesperados momentos de ánimo.
Por lo corto del espacio no se consignan los pensamientos de Adolfo Zúniga, Rafael Helidoro Valle, Paulino Valladares, Víctor Cáceres Lara, Felipe Elvir Rojas, Antonio Ochoa Alcántara, Julián López Pineda, Argentina Díaz Lozano, Claudio Barrera, Salvador Turcios Ramírez, Elvia Castañeda de Machado, Arturo (Pituro) Oquelí y el propio Froylán Turcios entre otros.