Los jóvenes son los más vulnerables ante la violencia.

LUISA AGÜERO

Desde SAN PEDRO SULA

Puede ocurrir cualquier día, en el momento menos pensado, en una calle céntrica, en un campo de fútbol, en una terminal de buses o en un pueblo lejano, no importa, el escenario ya es lo de menos para delincuentes que a plena luz, o donde sea, disparan hasta terminar con la vida de sus víctimas. 2019 aún no culmina y, ya se reportan 33 masacres en lo que va del año.  2018 cerró con 39 masacres.  Los departamentos donde se suscitan más masacres son Cortés, Atlántida y Francisco Morazán. Las ciudades más violentas son Tegucigalpa, Comayagüela y San Pedro Sula.

A defensores de los derechos humanos les asombra “la brutalidad con la cual se cometen estos crímenes y la preparación con la que el victimario ejecuta la acción, donde por lo general las víctimas son indefensas ante un hecho criminal”.  Entre los móviles de las masacres se menciona la venganza, la extorsión, temas pasionales y peleas de territorio.

El panorama

Miles de hondureños están de luto  y  no son pocos -en cada plaza, en cada fila, o viajando en transporte público–quienes siguen hablando  de uno los problemas que más preocupa a la población: la inseguridad.  En San Pedro Sula los ciudadanos saben que el gobierno hace lo que puede y está adoptando medidas drásticas a través de los patrullajes, pero esto, señalan, no ha sido suficiente.

 “Eso  pasa por andar en cualquier sitio, si uno tiene un poquito de dinero no debe andar en la calle, pero tampoco importa porque matan a quien sea y dicen siempre que era narcotraficante o del crimen organizado”, afirma don Víctor Fonseca, un sampedrano para quien salir a la calle y volver a su casa por la noche resulta un milagro. “No sabemos si vamos a regresar, ni quien será la próxima víctima”, lamenta.

Tres masacres se reportaron en la zona norte y occidente hondureño.

Lo cierto es que los sampedranos y seguramente el resto de la población en nuestro país, ha cambiado su estilo de vida para vivir en una nación en la cual  la posibilidad de un robo, un tiroteo y hasta un secuestro es una constante. Incluso los números del Observatorio de la Violencia en los últimos cinco años contabilizaron 3,432 homicidios, lo que representó 626 casos menos que los reportados en similar período de 2013, de acuerdo al Sistema Estadístico Policial en Línea (Sepol). Sin duda alguna,  las muertes violentas son las huellas más visibles y profundas que deja la criminalidad, aunque las estadísticas oficiales registren una tendencia a la baja, que los habitantes, no creen.

Para el mismo término de 2012 se contabilizaron 4,264 fallecimientos violentos, es decir 832 homicidios menos que ese plazo del presente año.

La Policía Nacional no reconoce como muertes aquellas en las que no constan autopsias, pero el Observatorio sí las incluye en su análisis porque estos fallecimientos quedan contabilizados en los levantamientos cadavéricos que hace el Instituto de Ciencias Forenses o en reportes periodísticos.

El Observatorio de la Violencia también alega que ahora la Policía Nacional ya no le permite acceder a información de las dependencias que contabilizan los homicidios y la única información disponible es la que se divulga por medio de la página web de Sepol.

Ocho jóvenes fueron acribillados en una terminal de buses en Choloma la semana pasada.

Masacres

Las muertes colectivas también forman parte de los hechos macabros que más estremecen a la sociedad.  Se denomina una masacre cuando en un mismo hecho pierden la vida tres o más personas producto de algún ataque intencional o culposo.

“Tegucigalpa y Comayagüela, Tocoa y San Pedro Sula es donde estos casos se reportan y sí hemos visto que en estos últimos meses en San Pedro Sula es donde ha habido la muerte de un empresario y otro donde también murieron cinco personas miembros de maras o pandillas y un policía”, señala el Observatorio de la Violencia.

El último

El gobierno ha puesto en marcha varias operaciones especiales para desarticular diversas organizaciones criminales.

Al cierre del año anterior, según el Observatorio de la Violencia, la tasa de homicidios a nivel nacional fue de 79 por cada cien mil habitantes (pccmh) y el departamento de Cortés alcanzó una tasa de 133.3 pccmh. Hoy, dicen los altos jerarcas de la policía, se llegó a los 61 pccmh.

El departamento de Cortés cuenta con 12 municipios de los cuales dos superan la tasa nacional y departamental: San Pedro Sula, con una tasa de 193.4 (pccmh), La Lima con una tasa de 167.4 (pccmh); seguido de Puerto Cortés con una tasa de 130.8 (pccmh) y San Manuel con una tasa de 106.4, San Antonio de Cortés (93) que están por debajo de la cifra  departamental y sobre la tasa nacional; el resto de municipios se encuentran bajo la tasa departamental y nacional de 79 homicidios por cada 100,000 habitantes.

La principal causa de muerte externa del año pasado fue el homicidio con 1,458 víctimas (84.4%).

La permisividad jurídica y fácil acceso convierten a las armas de fuego en el instrumento favorito de los homicidas.  Pero eso no es todo. Aquí, solo el 4 por ciento de los homicidios llegan a juicio oral y público y reciben sentencia condenatoria. En medio de este panorama y con un 96 por ciento de impunidad, cualquiera mata, pues tienen la certeza, que nunca la llevarán a juicio, no será investigada y mucho menos recibirá un castigo.

La juventud con todas sus expresiones es el segmento poblacional más afectado por la acción homicida.  Las cifras de violencia y de criminalidad se siguen manteniendo en Honduras, pese a que las autoridades policiales afirman que han tomado acciones para contrarrestar este flagelo.

San Pedro Sula es un municipio eminentemente urbano, espacio donde se desarrolla todo el tejido comercial e industrial, financiero, cultural y político del municipio, en esa

realidad se expresa la actividad homicida.

Qué dice el pueblo

Algunos taxistas que se desplazan por la ciudad en turnos rotativos también señalaron que  hasta dejaron de respetar semáforos en las noches por el temor a ser objeto de asaltos y, en diversas ocasiones, más bien los clientes les piden que avancen rápido.

Las historias resultan similares: amigos, conocidos y familiares han muerto en asaltos porque trataron de robarles y en accidentes porque los impactó algún “borracho”.

 “Los sampedranos salimos con el Padre Nuestro en la boca y la Cruz en la mano”, dice don Víctor Fonseca. “Que se le reviente una llanta  o el carro se  dañe en cualquier calle  es un  peligro, sobre todo  porque después de ciertas horas uno no ve una patrulla y que conste que el alcalde Armando Calidonio también hace buen trabajo para darle seguridad a la gente”.

Noemí López es, como don Víctor,  residente de una colonia en el Sur Este de San Pedro Sula. Para ella, “la seguridad brilla por su ausencia”. Y la única precaución que puede tomar es “no salir de la casa salvo si es necesario”.

Aunque la criminalidad y la violencia no son algo nuevo en Honduras, la situación se ha vuelto más crítica en los últimos años y tomar precauciones pasó a ser parte de la rutina.

Hay quienes creen que el país es casi seguro y que la gente no está tan preocupada. Sin embargo, “durante los últimos 10 años la inseguridad ha estado en el tope de las preocupaciones de los pobladores de acuerdo a diferentes encuestas”.

El alto costo de la violencia

Según el Banco Mundial, en Centroamérica, el costo económico total del crimen y la violencia alcanza el 7.7 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) pero en Honduras, ese costo es casi del 10 por ciento y las ventas se ven afectadas, casi en un cuatro por ciento”.

Para algunos analistas, estas cifras resultan preocupantes: “El PIB de Honduras es de 315 millones de lempiras aproximados, U$16, 578,947,  lo cual significa que si la violencia afecta el 10 por ciento, dejamos de producir 31 millones de lempiras, U$ 1, 657,895,  por esa causa.

En su estudio “Crimen y violencia en Centroamérica: un desafío para el desarrollo”, el Banco Mundial plantea: la próxima víctima del espiral de criminalidad y violencia que afecta a la región  podría ser la propia prosperidad  a medida que sus países enfrentan enormes pérdidas en vidas humanas e ingresos.

La criminalidad y la violencia también inhiben el crecimiento económico, no sólo en términos del ingreso y trabajo perdidos de las víctimas, sino que contaminan el clima de inversión y desvían los escasos recursos públicos hacia el fortalecimiento de la seguridad pública, en lugar de fomentar la actividad económica, sostiene el estudio.

Sin embargo, en un giro positivo, el estudio también plantea que una reducción de diez por ciento en la tasa de homicidio de los países más violentos de la región impulsaría el crecimiento económico anual hasta un uno por ciento.

Las tasas de criminalidad en El Salvador, Guatemala y Honduras están entre las cinco más altas de América Latina. En los otros tres países de la región – Costa Rica, Nicaragua y Panamá– los niveles de criminalidad y violencia son mucho más bajos, pero un alza reciente ha generado bastante preocupación. 

Obstáculo para el desarrollo

El crimen – indica el informe del BM – es un duro lastre para las perspectivas económicas y sociales de América Central.

“Desde la amenaza que supone para el bienestar de sus ciudadanos y el clima de inversión, hasta el debilitamiento de la legitimidad de las instituciones públicas, la violencia impacta en todos los aspectos de la vida centroamericana”, indica el autor del informe y experto superior en desarrollo social Rodrigo Serrano- Berthet.

La mayoría de los empresarios de América Central, a excepción de Costa Rica, colocan al crimen entre los cinco principales obstáculos para el crecimiento y la productividad empresarial, plantea Serrano-Berthet.  “Aún más revelador es que el 71 por ciento de los centroamericanos identifica al crimen como la principal amenaza a su bienestar”, señala el experto.

El narcotráfico y una cultura de la violencia que lleva décadas se destacan como los principales culpables de la problemática criminal en América Central. Un fácil acceso a las armas de fuego y débiles instituciones judiciales también tienen su cuota de culpa en el estado de violencia que se vive en la región, de acuerdo al informe.

El narcotráfico aparece como la causa principal de la creciente tasa de criminalidad y violencia en América Central, reflejando, en parte, la magnitud del flujo de drogas por la región –el 90 por ciento de las drogas destinadas a los EE.UU, de acuerdo a la investigación. Los rasgos inherentes a las operaciones de los cárteles de droga, como las guerras territoriales y vendettas entre pandillas rivales, alimentan las tasas de homicidio regionales.

Énfasis en prevención

La complejidad de esta situación requiere un enfoque regional y mayor énfasis en la prevención, a expensas de la interdicción, que ha sido insuficiente a la hora de disminuir la capacidad de los traficantes. Además, cualquier estrategia exitosa requiere de acciones a muchos niveles, combinando prevención y reforma del sistema judicial, según la también autora del informe y experta en desarrollo Lorena Cohan.

La disponibilidad de armas de fuego, una ramificación del tráfico de drogas, es sin dudas un problema de difícil solución en una región donde las prolongadas guerras civiles hicieron de estas armas un objeto común entre la población, indica el informe.

La mayoría de las víctimas de homicidio son hombres jóvenes de entre 15 y 34 años de edad. Esto hace que hoy la violencia juvenil y las pandillas sean uno de los problemas fundamentales de América Central, donde se calcula existen 900 pandillas o maras, con un total de 70.000 miembros.

A pesar de lo abrumador de estos números, las pandillas no parecen ser los principales culpables de la creciente tasa de criminalidad. “Si bien no hay dudas de que las pandillas son una de las principales causas del crimen en El Salvador, Guatemala y Honduras, la escasa evidencia disponible apunta a que sólo son culpables de una pequeña parte de la violencia; algunas fuentes mantienen que tal vez el 15 por ciento de los homicidios están relacionados con las pandillas”, de acuerdo al informe. El estudio también pone bajo la lupa al sistema judicial, al calificarlo como “débil”. Si bien plantea que esto limita la eficacia del castigo y la prevención ante la criminalidad y la violencia, también reconoce que se ha avanzado en el mejoramiento de las instituciones judiciales regionales.

Queda claro que no existe una solución rápida y fácil para el problema de la criminalidad y la violencia en América Central. En su lugar, los tomadores de decisiones deberán insistir porque todo indica que la lucha contra el crimen probablemente…. sea muy prolongada.

Ocho jóvenes fueron acribillados en una terminal de buses en Choloma la semana pasada.

Algunos Números Rojos

1. martes 1 de enero -cuatro muertos- Puerto Cortés.

2. miércoles 2 de enero -tres muertos- Trinidad, Yoro.

3. Domingo 6 de enero -tres muertos- Tela, Atlántida.

4. jueves 10 de enero -cinco muertos- Tegucigalpa.

5. Domingo 13 de enero -cuatro muertos-Tegucigalpa.

6. Domingo 13 de enero -cuatro muertos- Salamá, Olancho.

7. lunes 14 de enero -tres muertos- Patuca, Olancho.

8. martes 15 de enero -tres muertos- Corquín, Copán.

9. Domingo 27 de enero -cuatro muertos- San Pedro Sula.

10. miércoles 30 de enero -tres muertos-La Ceiba.

11. sábado 2 de febrero -tres muertos- Intibucá.

12. martes 5 de marzo -cuatro muertos- La Ceiba.

13. martes 5 de marzo -cuatro muertos- Chamelecón.

14. Jueves 7 de marzo -tres muertos- Olancho.

15. martes 12 de marzo -tres muertos- San Pedro Sula.

16. jueves 4 de abril -tres muertos- La Entrada Copán.

17. martes 16 de abril -cinco muertos- San Fco. de Paz, Ola.

18. viernes 19 de abril -tres muertos- Choloma.

19. viernes 26 de abril -tres muertos- San Pedro Sula.

20. sábado 27 de abril -tres muertos- Candelaria, Lempira.

21. lunes 29 de abril -tres muertos- La Mezapa, Atlántida.

22. martes 30 de abril -tres muertos- Choluteca.

23. viernes 3 de mayo -tres muertos- Trojes, El Paraíso.

24. sábado 4 de mayo -tres muertos- San Pedro Sula.

25. Domingo 5 de mayo -tres muertos- San Pedro Sula.

26. miércoles 15 de mayo- tres muertos- El Progreso

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