Por Rafael Delgado Elvir
Economista. Catedrático universitario
La pandemia del coronavirus viene a demostrar otra vez más las terribles carencias del país; viene a señalar nuevamente la ruta equivocada por donde camina la dirigencia de Honduras. Pero eso no es todo. Además, la reacción que se está preparando frente a estos eventos tiene la misma marca. La improvisación y la demagogia prevalecen ante una amenaza latente.
En términos generales se sabe que después del inicio del virus, sigue el crecimiento rápido del contagio entre las personas. De forma exponencial se riega el virus enfermando seriamente a ciertos sectores de la población y levemente a otros. El problema grave como lo han señalado los expertos es la carencia de un sistema nacional de salud con capacidad para responder adecuadamente tanto a los casos graves como a los leves ya que hay falta de infraestructura, carencia de equipo médico, desabastecimiento de medicamentos y déficit de personal.
Nuevamente un problema como este, desnuda la realidad de un sistema público terriblemente descuidado por los que mal dirigen el país. Recurriendo al instrumento principal de política pública, que es el presupuesto general, se puede observar que en los últimos años, ha habido recursos para duplicar los presupuestos de defensa y seguridad; el mismo Congreso Nacional se ha recetado para sus diputados y sus allegados aumentos que han duplicado su presupuesto del 2014 al 2020; Casa Presidencial y todas sus oficinas anexas concentran cantidades de dinero sumamente altas que representan una chequera abierta para cualquier propósito injustificado. En fin, ha habido espacio para repartir el presupuesto, cada vez más financiado por impuestos y endeudamiento, en un contexto nacional señalado por diferentes instituciones nacionales e internacionales como de mucha corrupción e ineficiencia.
Ahora con esta nueva emergencia salen, supuestamente al rescate, los mismos inútiles que han contribuido con sus decisiones al debilitamiento del sistema. Bajo la mirada desconfiada de la ciudadanía cansada, armaron un paquete de medidas de inversión y gasto de recursos que pretende venderse como una ágil respuesta que finalmente pondría fin, según la propaganda, a las carencias del sistema.
Una vez más se trata de inversiones de emergencia que se efectuarán en el peor de los ambientes institucionales y que presagia un negocio extraordinario para los que gobiernan y para sus aliados. En este contexto es sumamente preocupante que después de tantos años de descuido intencional del sistema de salud pública ahora en una sesión del desprestigiado Congreso Nacional se aprueben de emergencia, dispensándole los requerimientos legales mínimos, alrededor de 10,500 millones de lempiras. Preocupante es además, que pese a todo el historial de corrupción, todavía existan aliados en este juego de la corrupción. Mueve a la risa que se pretende dar un toque de pulcritud poniendo entre otras instituciones al COHEP a velar por la transparencia de las operaciones, sabiendo que la dirigencia de este gremio ya ha dado suficientes señas de su compromiso con las acciones de la actual cúpula gobernante.
Pero seguramente que esto se ha visualizado como una coyuntura de la cual se puedan sacar algunas ventajas. Deben ser muy poderosos los que tocan las puertas y sugieren que se les ayude ante un futuro difícil de entender; deben existir algunos que ven en esto una oportunidad para una alianza oportunista de seguir apoyando a cambio de prebendas.
La emergencia sanitaria se resuelve con acciones que tengan efectos casi inmediatos y que se resuelven con recursos, pero que implican sobre todo cambios de comportamiento, campañas de prevención, abastecimiento de medicamentos y equipo para la atención de las emergencias. Sin embargo, las terribles deficiencias acumuladas por muchos años de abandono y de corrupción deben resolverse poniéndolas en manos de protagonistas entendidos en la temática y desligados de la actual red de poder y que con mucha visión sepan armar un programa de rescate para el sistema de salud del país.