Por: SEGISFREDO INFANTE

            Creí que ya sabía todo lo ligado a la vida y obra de Rubén Darío. Por eso había postergado, durante más de tres años, la lectura del libro “La princesa Paca”, de Rosa Villacastín y Manuel Francisco Reina (Plaza & Janés 2014, 2015). Pensé que este libro dedicado a Francisca Sánchez del Pozo, la mujer española de Rubén Darío, era una especie de redundancia de cosas que los lectores meticulosos ya conocíamos. ¡Cuán equivocado me encontraba!, pues en verdad este libro ha venido a revelar una serie de acontecimientos literarios y domésticos inéditos de la vida de Rubén Darío y de su amada mujer que supo sobrellevar con estoicismo las adversidades de la pareja; las muertes de sus hijos; y las conspiraciones reiteradas de la nicaragüense Rosario Murillo y de su hermano Andrés Murillo. Todos estos datos Francisca Sánchez los supo resguardar, hasta el final de su vida, en un “Baúl Azul”, quizás para que un día salieran a la luz.

            No tenía ni la menor idea que Rubén Darío había procreado cuatro hijos con Francisca Sánchez, tres de los cuales fallecieron prematuramente. Sólo conocía el poema “A Phocas el campesino”, dedicado a uno de sus hijos, quien también falleció. El único sobreviviente fue Rubén Darío Sánchez, quien murió en México en 1948. Tampoco sabía que el gran poeta nicaragüense había conocido a su futura mujer en los jardines del Palacio Real, en Madrid, en donde trabajaba de jardinero el campesino don Celestino Sánchez, padre natural de Francisca. Pero lo más importante (quizás ya lo había olvidado) es que Rubén Darío le enseñó a leer y escribir, pacientemente, a su princesa encantada.

            En una intensa madrugada de insomnio he realizado una primera aproximación a este interesante libro “La princesa Paca”. La primera curiosidad que me he encontrado en sus páginas es que la autora principal del libro es una nieta de Francisca Sánchez. Me refiero a la prestigiosa periodista española doña Rosa Villacastín, quien ha rescatado del “Baúl Azul” una historia de amor, todas las cartas y otros documentos inéditos relacionados con su abuela, el poeta nicaragüense y los amigos cercanos de ambos. En las cartas Rubén Darío trata a Francisca de “Coneja”. Y él firma también como “Conejo”. Con un detalle que vale la pena añadir, y es que Francisca, al fallecer Rubén Darío, se casó con José Villacastín, abuelo de la autora del libro que aquí comentamos. Villacastín era un hombre tan noble que al fallecer Rubén Darío, se entregó a la tarea de recopilar toda la obra poética del “Príncipe de las Letras Hispanoamericanas”, sin ningún resquemor o envidia.

            No queda muy claro si en esta historia novelada, fue acaso Rubén Darío quien bautizó a su amada Francisca con el sobrenombre de “princesa”; o si acaso fueron los amigos de poesía y bohemia quienes le colocaron, en Madrid o en París, justamente el título de “Princesa Paca”, por su belleza de matriarca; por su capacidad para defender a su marido real contra toda adversidad, sobre todo en tiempos de extrema pobreza; o por su don de gentes evidenciado en el trato a los verdaderos amigos de Rubén.

            Tal vez los momentos más amargos de “La princesa Paca” se registraron al fallecer sus tres hijos, los cuales fueron agravados por las constantes persecuciones y acosos monetarios y espirituales de su esposa legal (pero ilegítima) la nicaragüense doña Rosario Murillo, quien a pesar de llevar una vida muy cómoda, se encargó de embargarle el sueldo y los pocos bienes a Rubén Darío, hasta dejarlo en la completa calle, a él y a su verdadera esposa del corazón doña Francisca Sánchez del Pozo. Todos los estudiosos de la vida de Rubén Darío sabemos que el matrimonio con Rosario Murillo (“La Garza Morena”) fue un plan luciferino montado por la familia de esta bella mujer perversa. Razón por la cual Rubén Darío  incluso apeló al Vaticano para anular aquel matrimonio falso.

            Tengo para mí la opinión que Rubén Darío sólo amó, genuinamente, a dos mujeres en toda su vida: A Rafaelita Contreras, a quien le escribió un bellísimo poema, post-mortem, titulado “El poeta pregunta por Stella”; y más tarde a Francisca Sánchez, a quien le dedicó los siguientes versos: “Ajena al dolor y al sentir artero// llena de la ilusión que da la fe,// lazarillo de Dios en mi sendero,// Francisca Sánchez, acompañamé…// En mi pensar de duelo y de martirio// casi inconsciente me pusiste miel,// multiplicaste pétalos de lirio// y refrescaste las hojas de laurel.// Ser cuidadosa del dolor supiste// y elevarte al amor sin comprender;// enciendes luz en las horas del triste,// pones pasión donde no puede haber.// Seguramente Dios te ha conducido// para regar el árbol de mi fe,// hacia la fuente de noche y de olvido,// Francisca Sánchez, acompañamé…”

            Por asuntos de ritmo y de rima en el verso, Rubén Darío sabía que era indispensable tildar el final del verbo “acompañamé”. Al quitarle el acento a la última letra “é”, el poema perdería la fuerza que Darío le imprimió a aquel especial texto poético. Quizás en Honduras también haya otra princesa, doña Dolores Hinestroza, la esposa fallecida de Juan Ramón Molina, a quien le fue dedicado uno de los mejores poemas elegíacos en lengua castellana.

            Tegucigalpa, MDC, 15 de diciembre del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 22 de diciembre de 2019, Pág. Siete). (También se reproduce en los periódicos digitales “En Alta Voz” y en “El Articulista”).        

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