Por: SEGISFREDO INFANTE

            Creo, y es una creencia transitoria mía, que el tratado occidental más minucioso sobre los mitos procede de la pluma de Kurt Hübner. Este matemático, físico teórico y filósofo checoslovaco publicó su libro “La verdad del mito”, en lengua alemana, en 1985, y fue puesto en circulación, en lengua española, en 1996. No entraré en detalles sobre los contenidos capitulares del libro, respecto de los cuales guardo la prudente distancia, con la salvedad que es necesario respetar una investigación en donde se coloca el nexo dinámico entre el mito, el logos y la ciencia, como vehículos de aproximación a la realidad, bajo el farol moderno y opaco (el nuestro) que el concepto de “realidad” también se ha vuelto discutible, sobre todo con aquello de los relativismos extremos.

Por ahora hago referencia del enorme trabajo de Kurt Hübner, como mero respaldo de lo que deseo sugerir. Durante décadas y siglos se creyó que la existencia de Troya era una invención del poeta Homero; o de sus antecesores. Pero cuando yo era joven cayó sobre mis manos un texto biográfico de Heinrich Schliemann, quien acumuló un considerable capital con el fin exclusivo de dedicarse a la arqueología. La Troya que Schliemann encontró en nada se parecía a las descripciones del poeta griego. Pero logró redescubrir que había existido algo parecido a Troya o “Ilión”. También pudo demostrar la existencia concreta de la civilización micénica, precursora de la griega.

Al margen de los posibles errores cometidos en las excavaciones, sumando a ello los yerros de apreciación, el trabajo tesonero de Heinrich Schliemann vino a corroborar una afirmación posterior de una profesora de “Historia Universal”, en el sentido que detrás de los mitos bien podría esconderse una realidad. Nunca he olvidado la extraña e inesperada sugerencia de aquella profesora marxista sobre la relación entre los mitos antiguos y la verdad. Tal vez ella había conocido algo de las polémicas en Europa respecto de este poliédrico tema, en donde Kurt Hübner llevaba la delantera.

Pues bien. Sin extraviar la idea principal de este artículo sobre los “extraterrestres” y la “inteligencia artificial” (léase artificiosa), cuando yo estudiaba en un colegio de secundaria (en la década del setenta) recuerdo que un profesor irresponsable nos obligó a ver una película en donde los alienígenas habían construido los grandes monumentos históricos y prehistóricos, quedando los seres humanos reducidos a la condición de minusválidos. El supuesto documental se llamaba “Recuerdos del futuro” (1970). Hasta los monolitos de la Isla de Pascua habían sido elaborados por extraterrestres, cuando las evidencias arqueológicas, de lentísima fabricación, se localizaban a pocos metros de las estatuas prehistóricas o históricas. Los compañeros de colegio, en su mayoría, salieron enajenados del cinematógrafo. Por mi parte preferí comprar el libro de Erich von Däniken, en el cual se basaba el documental.

Desde aquel momento he leído varios textos, con ojo crítico, y he visto muchos documentales sobre los alienígenas que según estos autores dirigen los fundamentos y el destino de la humanidad. Jamás he negado, en ningún instante, la posibilidad remota que existan entidades inteligentes, muy distintas de la nuestra, en lejanos rincones de la Vía Láctea o de otras galaxias. Lo que me indigna es el complejo de inferioridad de los charlatanes que argumentan, falazmente, que todas las grandes obras realizadas por el “Hombre” como especie, las hicieron los alienígenas o extraterrestres, incluyendo las famosas tres pirámides de Egipto, oscureciendo el hecho que la idea geométrica empírica de tales pirámides fue resultado del ensayo y del error de las “mastabas”, es decir, de los primeros sepulcros construidos por los antiguos egipcios. A ello habría que agregar la paciencia y el concepto del tiempo que manejaban los hombres y mujeres de las primeras civilizaciones del “Cercano Oriente”, y asimismo de los amerindios. No tenían las prisas de los “hipermodernos”. No sería extraño, pues, que en unos doscientos o quinientos años reaparecieran los charlatanes aludidos afirmando que la estatua de “La Libertad”, en Nueva York, fue construida por extraterrestres. O que los aviones supersónicos y las naves espaciales de hoy en día, fueron obras de los alienígenas.

Como resultado de lo anterior considero que en las últimas décadas han aparecido dos grandes mitos enajenantes: El de los alienígenas fabricando las grandes obras arquitectónicas del pasado histórico, y el de la “inteligencia artificial”, como un fenómeno que se postula superior a la inteligencia de los hombres y mujeres que han fabricado y reprogramado los mismos artefactos que hoy por hoy son adorados como si fueran nuevos dioses mercadológicos. Se ha perdido de vista que las máquinas deben estar al servicio del “Hombre”. No al revés. Me parece (puedo equivocarme) que estos dos mitos novísimos carecen de “Logos” o fundamento racional humanístico. 

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