Hámer Salazar es biólogo, investigador, escritor y columnista costarricense.

Por Hámer Salazar

El pasado 15 de noviembre de 2022, el planeta Tierra, el tercero después del Sol, experimentó un hecho inusitado en la historia de su biodiversidad. Una especie, la que presenta una inteligencia y una consciencia excepcionales: el Homo sapiens, alcanzó la cifra de ocho mil millones de individuos vivos al mismo tiempo. No es la especie más prolífica del reino animal, aunque sí lo es entre los anfibios, reptiles, aves y mamíferos, pero es la que tiene la mayor capacidad de impactar la biodiversidad, la superficie del planeta, el ciclo hidrológico, los mares y la atmósfera, incluso las profundidades de la Tierra y la estratosfera con artefactos como naves espaciales y satélites artificiales.

Otros organismos que tienen gran capacidad de transformación del paisaje, son los corales, que forman arrecifes, algunos de los cuales, como los atolones australianos, pueden ser vistos desde la Luna; las termitas que construyen “edificios” a su manera, incluidas autopistas para su tránsito, techadas o en túneles; las hormigas que pueden construir extensas galerías en el suelo y subsuelo y hacer túmulos con los desechos que extraen de la tierra; las abejas que construyen grandes “ciudades” a su conveniencia; así como los castores que hacen represas en los ríos, o los elefantes que pueden derribar árboles, pero ninguna tan asombrosa como la especie humana.

Hace poco más de un siglo, una sola especie contaba con gran cantidad de individuos, tantos como cinco mil millones. Se trataba de la paloma migratoria americana, sin embargo, hoy está extinta a causa del Homo sapiens, que la exterminó a principios del siglo pasado como consecuencia de la cacería. Así de efectiva es nuestra especie para impactar la biodiversidad.

Donde antes había selvas tropicales, bosques templados, estepas, praderas e incluso desiertos, hoy esos parajes se encuentran tapizados de edificios y asfalto, o bien de campos de cultivo o instalaciones pecuarias e industriales. Con la remoción de la vegetación, millones de individuos y cientos de especies han sido exterminadas de la faz del planeta.

Esta especie, el Homo sapiens, a la cual pertenecemos usted y yo, es fundamentalmente aérea, pues solamente las plantas de los pies están en contacto con la superficie del planeta, aunque su adaptación a las condiciones actuales, nos obliga a utilizar zapatos.

De hecho, es una especie tan confundida en el nuevo entorno, que parece haber olvidado su origen biológico, y llamarlo Homo sapiens podría resultar ofensivo para algunos, pues, como tal, nos incluimos necesariamente en la escala zoológica. El pelo, los dientes, la sangre, las tripas, los huesos… toda nuestra anatomía y fisiología nos recuerdan que somos animales.

Nada de lo que somos o tenemos lo hemos traído del espacio exterior. Todo han sido elementos de la Naturaleza que los hemos identificado como recursos naturales, los hemos extraído y transformado, ya sea para convertirlos en herramientas o bien para convertirlos en más seres humanos. Hemos transformado los metales en bruto, en edificios, puentes, monedas, carrocerías de autos, en el fuselaje de los aviones, en barcos y ferrocarriles; al petróleo le hemos dado mil formas, desde los combustibles, hasta los plásticos, fertilizantes, etc.

De la tierra, es decir del suelo, hemos cosechado toda clase de plantas para integrarlas a nuestro metabolismo y convertirlas en más seres humanos. Se crían millones de vacas, cerdos, pollos y ovejas en todo el planeta con el fin de sacrificarlos para saciar el hambre del Homo sapiens.

En términos de necesidades, estos ocho mil millones de humanos requerimos de gran cantidad de recursos del planeta. Por ejemplo, cada persona requiere para una nutrición adecuada, al menos, un kilogramo de peso en alimentos diariamente, es decir 8,000 millones de kilogramos. De estos, según la FAO, el ideal de consumo es de aproximadamente 100 grs. de proteínas (carne) por persona al día, por lo que se deben sacrificar cerca de 90 mil millones de animales al año.

Estas cifras son estratosféricas, pero cuando hacemos los cálculos del consumo de agua para la agricultura, la ganadería, las actividades industriales, el comercio, la recreación, etc., los recursos que se requieren para la fabricación de viviendas, edificios, obras públicas; para la fabricación de vestidos, zapatos, medios de transporte, etc. etc. encontraremos que las cifras se vuelven astronómicas.

Como especie somos una sola humanidad, una sola gran familia de ocho mil millones de hermanos. Por esta razón, es que parte de las claves para el regreso a la Naturaleza, es volver al principio de bien común sobre el bien individual, es volver al concepto de manada, como mamíferos que somos. También como manada requerimos de buenos pastores, de buenos líderes que sepan guiar la manada y no de perros pastores que ladren, amenacen y agredan…

Sobre el autor:

Hámer Salazar (Costa Rica). Es biólogo, investigador, escritor y columnista. Ha escrito doce libros, entre los que se destacan los más recientes en el formato de ensayo, como son HACIA LA FORMULA DE LA VIDA: claves para el regreso a la Naturaleza; GRECIA la de América y el DICCIONARIO HISTORICO GEOGRAFICO DE COSTA RICA DE FELIX F. NORIEGA, del cual es compilador, así como la novela AUTOPSIA: encuentro con la muerte en su versión en inglés y en español, publicados en Amazon; como columnista ha escrito cerca de 500 artículos de opinión en diferentes medios. En el campo científico se le han dedicado cuatro especies de insectos y una de plantas.

Contacto: infoz@hamersalazar.com

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