Juan Ramón Martínez
Cumplida la misión: detener el populismo y derrotar la candidatura de Rixi los políticos democráticos, encabezados por Asfura y Nasralla, tienen una tarea subordinada: determinar cual de los dos ganó las elecciones; y la forma como ambos, dentro de un gobierno de integración deberán reconstruir a Honduras reparando los daños institucionales sufridos.
Modificando las políticas negativas al sistema de seguridad jurídico para facilitar el ejercicio económico de los particulares, apuntalar el sistema de alianzas en el Caribe y con los Estados Unidos; y revitalizar el sistema cultural, rasgado por visiones voluntaristas en que dentro de una realismo dinámico, podamos poner la cultura en favor de la forja de un carácter dinámico colectivo y un actitud positiva de convivencia. En un clima de respeto y solidaridad, opuesto a la polarización que impulso Xiomara y que Rixi ofreció, darle continuidad. Afortunadamente los electores reaccionaron, salieron a votar y rechazaron el camino de Cuba y Venezuela.
Ello obliga Asfura y Nasralla a revisar sus tareas y ordenar su comportamiento. Deben ayudar a mantener la calma. Frenado a Mel –que, aunque “herido” mortalmente– tiene capacidad para la intriga, la división y el daño a Honduras. No hay que creer que regresara a Lepaguare a ordeñar sus vacas. Esta tan acostumbrado a vivir del poder y bajo el presupuesto, que es capaz de dar su vida para que no lo alejen del mando. Es peligro negociar con él. Como “toro herido”, al sacar la espada de la espalda sangrante, en un brusco movimiento, puede herir a los que quieran ayudarle a “morir” políticamente en paz.
Ademes, tanto Asfura como Nasralla tienen que entender que los dos tendrán que estar unidos en los próximos cuatro años, para devolverle la paz a Honduras; y reiniciar su interrumpido crecimiento. Que quien gane, necesitará el respaldo del que haya perdido; porque la tarea es inmensa y es necesario que el país se unifique para poder salir adelante.
Esa era la razón por lo que había propuesto – y ahora lo replanteo – que igual que las muchachas finalistas de los concursos internacionales de belleza, se toman las manos afectuosamente,– las dos finalistas— mientras esperan le resultado final del jurado en este caso el CNE, Asfura y Nasralla obedientes demócratas, humildes servidores de Honduras, se debe tomar de las manos, forjando una alianza en la que el que pierda tendrá el Congreso Nacional o al revés; que el ganador y el perdedor se distribuyan la Junta Directiva del mismo; que la Fiscalía la asuma el ganador. Y que al reformar la Corte Suprema de Justicia, la mayoría corresponda al perdedor. Además, en la distribución del gabinete, la Secretaria de Finanzas será del perdedor y la Cancillería y Defensa del ganador, para que después, compartan la dirección de las Secretarias de Salud, Educación y Comunicaciones y Obras Publicas como se llamaba antes.
Asfura es hombre de equipo, acostumbrado a manejarse dentro de sociedades mercantiles, por lo que sin duda entiende muy bien lo que propongo. Nasralla, tiene experiencia negativas en alianzas: confió en Mel, en el que nadie de debe confiar; y ahora – en que no debe manejarse como toro lidiado – sino como un estadista, debe confiar que Asfura no lo engañara. Y si es necesario, para evitarlo, podemos crear un Consejo Ciudadano encargado de vigilar el cumplimiento del acuerdo nacional que es inevitable para salir de la crisis; y gobernar en los próximos cuatro años.
Nasralla tiene la ventaja sobre Asfura que conoce la filosofía del deporte. Aquí no hay empate. Uno tiene que ganar y el otro perder las elecciones. Asfura las perdió frente a la alianza Xiomara—Nasralla. Ahora le toca a Nasralla reconocer si así fuera el caso, el resultado negativo. Ejerciendo desde luego, todos los mecanismos legales, para garantizar que el resultado sea exacto y respetuoso de la voluntad popular.
No le quedaría bien a Nasralla – por sus luchas indudables, por su imagen y por el enorme respaldo que tiene entre los electores –comportarse caprichosamente como el jovencito de nuestros recuerdos que cuando su equipo- que jugábamos cinco contra cinco, descalzos en la calle, con dos piedras como arco– que cuando iba perdiendo agarraba la pelota llorando; y se iba para su casa enojado porque el era el dueño de la misma.
Hacerlo ahora es destruir la misión que el pueblo les ha dado. Y darle oxígeno al “toro herido” que todavía dentro del ruedo puede defecar, porque no lo hemos llevado a rastro a destazarlo. ¿Me entienden?

