POR EL DOCTOR HORACIO ULISES BARRIOS SOLANO Premio Nacional de Ciencia “JOSÉ CECILIO DEL VALLE”

 

A la hondureñidad en general y nuestros ciber lectores en especial les recordamos que un 11 de noviembre de 1827 se coronó de gloria JOSÉ FRANCISCO MORAZÁN QUESADA en  “La Batalla de la Trinidad” veamos: Con el pretexto de proteger unos envíos de tabaco de Copán, pero con el objeto real de apoyar      al vicario y provisor (Obispo interino) de Comayagua JOSÉ NICOLÁS IRÍAS MIDENCE con pretensiones al Obispado de Honduras, él se hizo enemigo personal de DIONISIO DE HERRERA y por medio de los clericales hacía creer al pueblo ignorante que el Jefe de Estado por ser Francmasón era hereje y enemigo de la Iglesia, el Presidente ARCE envió a Honduras al coronel JUSTO MILLA ARRIAGA (algunos historiadores le dan como segundo apellido Pineda) y dispersó en Yamaranguila a un escuadrón de milicias estatales, continuando a Comayagua al frente de su columna, reforzada en Honduras por otros 300 hombres partidarios de Irías, y el 7 de abril puso sitio a la capital estatal, defendida por Herrera. Después de un sitio que se prolongó por más de un mes y que causó daños de consideración a la capital, los hondureños, aislados del resto del país, hubieron de aceptar una capitulación honrosa; pero un incidente desagradable, que podía comprometer nuestro honor, nos obligó a separarnos de él en la villa de Choluteca y dice Morazán en sus memorias: Miguel Madueño, natural de la Habana (Cuba), había venido a Centroamérica en negocios de comercio y se dirigía, en aquella época, de la población de Apopa en  El Salvador, con rumbo a Olancho, en este Estado, conduciendo un cargamento de mercaderías en veinticinco mulas (Doctor Durón); entre el 12 y el 15 de mayo de 1827 llegó a la hacienda de “Hato Grande” y como lo arrieros llevaban mulas propias y supieron que Milla había tomado Comayagua, tuvieron temor de perderlas y optaron por regresar al lugar de procedencia, dejando las cargas al señor Madueño, solo en dicha hacienda. Las fuerzas de Ordóñez lo encontraron allí y para despojarlo de lo que llevaba lo asesinaron vilmente. Cuenta el historiador VÍCTOR CÁCERES LARA, en su libro Gobernantes de Honduras en el siglo 19, que Morazán, al ver como las tropas nacionales asesinaban al ciudadano Miguel Madueño solo para hacerse de sus propiedades, se indignó y pidió pasaporte a Milla, para salir del país, pero fue capturado en Ojojona y traído a Tegucigalpa, fingiéndose enfermo de escorbuto se ordenó  pasarlo con sus custodios a la vivienda de la familia Márquez, donde y amparado por las tinieblas , se fugó y se dirigió a San Miguel, de allí a La Unión donde se hizo de un buen amigo de apellido Arismendi y que le prestó ayuda para conseguir entendimiento con las Autoridades de Nicaragua, en la ciudad de León. Allí consiguió  auxilios oportunos, tanto de leoneses, como de hondureños enemigos emigrados y además salvadoreños. En Choluteca recibieron más contingentes, ya contaba Morazán con el Coronel Remigio Díaz, José Antonio Márquez  y José María Gutiérrez. Al poco tiempo se encaminó a Nacaome, allí recibió un contingente de 200 hombres enviados al mando del Coronel Pacheco y Rosco. Con toda esta gente, Morazán organizó una División de 1000 hombres, siendo Comandante General Don Remigio Díaz. La División se organizó en Compañías. Los acompañaba el Coronel Ramón Valladares. Suficientemente organizados se dispusieron marchar sobre Tegucigalpa. En los primeros días del mes de Noviembre el ejército avanzó hacia Sabanagrande. El día 10 de Noviembre estaban en Sabanagrande. Desde ese lugar se mandó un pelotón de soldados exploradores para con sus noticias poder continuar la marcha.

A las pocas horas  regresan con la noticia de que se movía un contingente armado por las proximidades de La Trinidad. Que se dirigían hacia el Sur. La División se puso en guardia y después de caminar las horas de la tarde, así como de la noche, se detuvieron cerca del rancho de La Trinidad. Al amanecer  observaron que el enemigo estaba muy cerca. Dispusieron el ataque. Cuatro compañías de 100 hombres cada una atacaría por el centro y otra en las alturas de 600 hombres, al mando del Coronel Ramón Valladares, la cual atacaría por los flancos.

Al aclarar el día, el combate se puso al rojo vivo. Los Coroneles Díaz, Márquez, Pacheco, Rosco y Morazán se fueron a la vanguardia con todo arrojo. Se sabe que en la huida dejaron cadáveres, heridos, 500 fusiles, mucho parque, un cañón con su implemento bélico, documentos militares como mapas y planes y otros instructivos, toda una verdadera derrota.

Concluido el combate el Estado Mayor donde se pasó revista y después de reorganizar el ejército, el Coronel Remigio Díaz, Comandante en Jefe del Ejército, observando el arrojo y valentía de Morazán en el combate, le dijo: “Compatriota, eres más a propósito que yo para el mando en jefe”? Contestó Morazán: “Acepto el mando”. En ese mismo momento se abre para Morazán la primera página gloriosa de su vida al servicio del pueblo centroamericano.

De inmediato, el Coronel Remigio Díaz, después de arengar al ejército, presentó al nuevo Jefe General del Ejército, Francisco Morazán. Por su parte, el nuevo Jefe del Ejército Francisco Morazán, después de reconocer la actitud  del Coronel  Remigio Díaz, quien se había despojado de su alto cargo, ordenó al oficial Manuel Escobar que se quedara en La Trinidad. Que se enterrara a los compatriotas muertos en la batalla, con los oficios cristianos y honores militares. Otro tanto mandó a hacer con los militares muertos guatemaltecos. Que los heridos fueran curados y tratados con benevolencia. Seguidamente  ordenó la marcha sobre Tegucigalpa. El día 12 llegó de Texiguat un contingente de 400 hombres. Iban en auxilio de las fuerzas libertadoras. Fueron recibidos  por Manuel Escobar y armados con los fusiles y el cañón que fue dejado por los millista en el campo de batalla. Seguidamente se puso en marcha llegando a Tegucigalpa el día 13 por la tarde.

Los ejércitos fueron organizados y después de estar seguro el General en Jefe del Ejército Libertador de Honduras Francisco Morazán, se encaminó hacia Comayagua, que entonces era la Capital. Tomó el mando y nombró como Vice- Jefe a don Diego Vijil. A fin se estar seguro con la pacificación  de Honduras, mandó hacia la Costa Norte al Coronel don Remigio Díaz, quien al llegar a San Pedro fue atacado por el Coronel Pedro Martínez, procedente del Castillo de Omoa, pero que fue derrotado, obligando al Jefe de la guarnición de Omoa, Juan Palada, a viajar a San Pedro Sula y entrar en pláticas con el Coronel Remigio Díaz. Como resultado se tuvo la entrega del Castillo de Omoa, comprometiéndose los Jefes retirarse, hacia Guatemala. Por su parte, Jerónimo Zelaya que se había desempeñado como Vice- Jefe de Milla y Presbítero José Nicolás Irías, se presentaron ante el Coronel Remigio Díaz, pidiendo garantías para dedicarse a la vida privada. Fueron atendidos y tratados  con toda benevolencia. El Presbítero Nicolás Irías terminó sus días en la parroquia de El Naranjito en Santa Bárbara y don Jerónimo Zelaya en su lugar de origen. Entre tanto, el Coronel Pacheco, por orden del General Morazán se hacía presente en Santa Rosa de Copán. Después de varias  expediciones, logró la pacificación completa en las poblaciones fronterizas, pasando poco después y por orden superior a auxiliar fuerzas libertadores de El Salvador. La guerra es un arte, y el artista nace no se hace; y el Morazán, artista consumado de este arte milenario, desde La Trinidad hasta su entrada a la inmortalidad el 15 de septiembre de 1842 en San José de Costa Rica, con su pincel de acero, pintó los cuadros más brillantes y sublimes de las armas centroamericanas. La Trinidad, es la piedra angular de ese edificio legendario; que conformó la epopeya Morazánica.

 

CONSECUENCIAS DE LA BATALLA DE LATRINIDAD

 

  1. Analizando opiniones de ambas partes, don LIBERATO MONCADA condiscípulo y amigo de MORAZÁN dice que la acción de La Trinidad “duró muy pocas horas” sin embargo el Coronel JUSTO MILLA manifestó que duró hora y media”; pero en el catálogo de las acciones de guerra y capitulaciones habidas en Honduras desde el año de 1827 hasta el año de 1879, La Batalla de la Trinidad solo reporta 40 muertos y cero heridos; que no precisamente pertenecían al Ejercito Libertador. El ataque se calcula se inició a las once de la mañana, finalizando a las 13:00 horas con la persecución de los derrotados.
  2. Pero más grande que su brillante hoja militar, es la magnitud de su ideal, la Unión de Centroamérica y la defensa de las libertades ciudadanas; para el caso el Doctor LORENZO MONTÚFAR defensor del MORAZANISMO en Centroamérica nos dice: “Cualquier pensador creerá que se verificó un cambio con la independencia de Centro América. Pues no fue así El Articulo X del Acta del 15 de septiembre de (1821) afianzó una vez más la
  3. Muy liberales fueron los autores de la Constitución Federal de 1824; pero aquella ley no estableció la libertad, ni aun la tolerancia religiosa. Uno de sus artículos dice que la religión de Centroamérica es la católica, apostólica, romana, con exclusión del ejercicio público de cualquier otra, pero La Reforma Religiosa no existió en la América del Centro antes del triunfo del General Morazán.
  4. Morazán estaba sujeto a la Constitución y a las leyes; pero su genio y su empuje regenerador verificaban modificaciones salvadoras. El 2 de mayo de 1823 el Congreso Federal decretó que todos los habitantes de la República son libres para adorar a Dios según sus creencias, y que el Gobierno Nacional protegería el ejercicio de esta libertad. En todos los países libres de la tierra fue celebrado con entusiasmo, y el nombre de Morazán se inscribió entre los benefactores de la humanidad”.

 

Vale la aclaración que en 1943 el escritor J. JORGE JIMÉNEZ SOLÍS escribió su libro FRANCISCO MORAZÁN, SU VIDA Y SU OBRA en él se lee: “Todas las naciones tienen un símbolo que ostentan con orgullo y veneran con patriotismo. Para un suizo, Guillermo Tell es el ideal del heroísmo; Riego lo que es para un español republicano; Kosciusco, para un polaco: Garibaldi para un hijo de Italia. Vergniaud y los demás ilustres girondinos son para los franceses la encarnación de la libertad y la República: Napoleón Bonaparte, la del genio y la gloria militar. Jorge Washington es el ídolo del pueblo norteamericano, y su olímpica efigie preside el hogar de ciento veintiséis millones de almas. Bolívar y San Martín son los padres de la libertad en Sudamérica; Benito Juárez, el consolidador de la autonomía mexicana. Ninguno de los personajes citados es superior a Morazán y en ello debemos cifrar nuestro legítimo orgullo”

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