Juan Ramón Martínez
Había decidido tomarme algunas semanas para descansar. Y después, reiniciar en otro domicilio; el diálogo que, desde el 14 de febrero de 1977, he mantenido con los lectores. Interrumpido el martes 14 de mayo en que Carlos Flores, cesa mis colaboraciones, impidiéndome el ejercicio de la libertad. Ejecutando una acción irregular, en contra del intercambio de opiniones, manifestadas públicamente; y, en forma respetuosa y ordenada. Pero, he incumplido la promesa porque Carlos Flores, en una prepotencia innecesaria, ha iniciado desde la sección Pildoritas y el Editorial de La Tribuna, una serie de explicaciones con las que quiere justificar su abrupta decisión que, no solo daña el ejercicio individual de las opiniones de un columnista que cree que hay que usar la libertad para compartir sus opiniones con el público, y abrir el necesario debate que es posiblemente el pilar básico de la convivencia ciudadana; sino que, es lo más grave, agrede a la verdad.
Explicar las razones de una decisión de fuerza en contra de un ciudadano, no tiene nada de extraño. Lo grave es que Carlos Flores falta a la verdad, miente; y, además, implica a terceros en una decisión irrespetuosa suya, sin aportar pruebas alguna de su implicación. Porque mi cese en La Tribuna, no tiene nada que ver con ofensas, irrespeto o despropósitos a Xiomara Castro; ni por faltas al decoro, irrespeto a las buenas costumbres, como ha insistido, porque no aporta ninguna prueba que confirme que tenga razón. Más bien, disimula que su decisión fue un acto irracional, colérico, molesto por mis críticas a su condición de líder político. Y mucho menos, hasta que lo pruebe, que con mis artículos le haya producido graves daños a La Tribuna, periódico al que he contribuido, igual que otros a prestigiar y honrar.
En realidad más que al gobierno, las críticas que han molestado a Carlos Flores, son lo que he hecho, en La Tribuna, en la radio y la televisión, cuestionando su desempeño político, su manipulación de los órganos electorales, y la intervención suya en la integración de la Corte Suprema de Justicia, así como recomendando que la Comisión Permanente, en forma irregular nombrara a los Fiscales General y Adjunto en forma interina, sin que se haya producido la vacancia absoluta que señala la Constitución de la Republica. Es aquí en donde está el origen de las diferencias con Flores. Mismas que han terminado con una decisión abrupta de su parte que, aunque reincidente en su caso, tiene mucho que ver con su capacidad emocional y falta de tolerancia liberal, para manejarse como editor de un gran periódico de Honduras.
La defensa de Carlos Flores de la Presidente Castro; su cruzada en favor del respeto al decoro y la imagen de las personas, solo tienen valor artificial para esconder, otra vez, sus reales motivaciones. Carlos Flores es experto en disimular sus intenciones e inventar relatos con los que, más que proteger el interés nacional, le han servido para continuar dirigiendo el país, cuando hace años, termino el periodo en que el pueblo hondureño lo eligió presidente.
Es falso que haya faltado el respeto a persona alguna. He dicho las cosas en forma directa, en un español claro y sencillo, sin recurrir a citas falsas; o, diálogos con animales. Mi obligación es ser fiel y respetuoso, a Honduras, los hondureños, más que a los gobernantes. Nunca he calumniado a nadie, por lo que nadie me ha señalado o llevado a los tribunales, hasta ahora. Lo que, si he hecho, es afirmar que los gobernantes no están por encima del pueblo; que no son el pueblo. Y, que su desempeño se legitima, no solo por su origen en elecciones, sino que en su capacidad para servir honradamente en la construcción del bien común y la felicidad del pueblo hondureño.
Flores, probablemente sigue una estrategia para acercarse mucho más, al gobierno del partido Libertad y Refundación, para lograr su objetivo de enterrar al Partido Liberal, amenazar el ejercicio la soberanía popular; y llevar al pueblo hondureño a una dictadura, mediante la manipulación del proceso electoral. O lograr beneficios personales o familiares que, aunque se señalan en las redes, no tengo pruebas para afirmarlas o sostenerlas públicamente.
En fin, rechazo lo dicho por Carlos Flores y reclamo, el respeto que me merezco. Y a todos los que leen La Tribuna, a su Director, columnistas, periodistas, operarios y administradores.