III PARTE Y ÚLTIMA PARTE
Doctor HORACIO ULISES BARRIOS SOLANO, Premio Nacional de Ciencia “JOSÉ CECILIO DEL VALLE” 22 de noviembre de 2021
Dilectos ciberlectores a 244 años del nacimiento del Hombre de Dos Mundos como también llamaron al Sabio Valle denostado por propios y extraños hilvané este retruécano: muchos vivos merecen la muerte y muchos muertos merecen la vida y con esta III parte concluyo segmentos del pensamiento legado por el Cicerón Andino y plasmados en El Amigo de la Patria un 25 de enero de 1822 en el Reino de Guatemala de aquellos tiempos, porque no existen un ciberlectores ideales para mis publicaciones. Qué buen destino hubiesen tenido. Sin embargo, cada escrito que divulgo tiene su propio destino, su particular signo y específico hado.
[1]“Un país donde no había más que indios y españoles: donde la ley deprimía a los primeros y elevaba a los segundos: donde aquellos tenían el carácter de conquistados y estos el de conquistadores: donde los unos eran muchos y los otros muy pocos, era preciso que los españoles desdeñasen el matrimonio con las indias; pero era al mismo tiempo regular que se uniesen con ellas en amistades o tratos no permitidos por la ley: que fuesen numerosas las generaciones ilegítimas: que existiesen los mestizos: que naciesen las castas: que estas se multiplicasen con la introducción de negros; y que miradas todas por la ley y consideradas por el Gobierno con ojos distintos, se formase una población heterogénea separada en clases, dividida en intereses.
Un país donde la pobreza era grande, la ignorancia sensible, las penas de azotes y de muerte prodigadas por la ley, y los premios escaseados por ella misma, era preciso que tuviese individuos o clases enteras inclinadas al despecho y exasperación, de sentimientos crueles, como las penas que imponía la ley, sin el honor que hubiera hecho nacer la remuneración, sin la moralidad que hubiera producido una legislación más sabia.
Un país donde los dos tercios de la población eran compuestos de indios a quienes la ley no permitía contratar sin ciertas formalidades, haber diversiones sin licencia del alcalde, montar un caballo en ningún caso, tener armas en ningún evento, era necesario que fuese muy embrutecido: que el máximo sirviese al mínimo: que los derechos no fuesen muy respetados: que se ignorasen estos mismos derechos; y que de su ignorancia naciesen todas las consecuencias que se han sufrido.
No hay código: no hay institución: no hay en la naturaleza entera cosa alguna que no produzca bienes y males. La ley universal de atracción; esa ley que hace la armonía y mantiene el orden del mundo, levanta las olas del mar donde naufraga el Sabio o perece el Amigo de la humanidad.
Pero si la medida exacta de la bondad de una legislación es la resta en que excede la suma de bienes a la suma de males, ¿Podrá suspenderse el juicio, o vacilarse en la decisión sobre las leyes que España mandó observar en América?.
No hay comparación entre una y otra suma. Los males son infinitamente mayores que los bienes. Podemos disminuir los unos y aumentar los otros: podemos formar una legislación sabia, aproximada al grado posible de perfección. Pero las leyes no se forman entre los horrores de la discordia. Se medita en el silencio de la paz, en el reposo del orden. Si en vez de pensar en nuestra común felicidad maquinamos nuestro mal recíproco: Si en lugar de ocuparnos en los trabajos pacíficos de la legislación, nos abandonamos a las disputas sangrientas de las divisiones intestinas, no gozaremos jamás de nuestra Independencia: nos sacrificaremos unos a otros; y en medio de cadáveres, cansados al fin de derramar sangre, nos sentaremos sobre escombros y ruinas a contemplar las de Guatemala, y llorar nuestras desgracias.
Sabidor de ellas un Aventurero, aprovechando momentos, vendrá a dictarnos leyes. L os pueblos,
debilitados, abatidos, y, degradados, no tendrán la energía necesaria para conservar sus derechos. Sucumbirán indecorosamente a la fuerza del poder. El despotismo levantará su frente odiosa en el mismo lugar donde dijimos: somos libres al fin: somos independientes: nuestras leyes serán la expresión de nuestros derechos.
“Los siglos de barbarie en que todo perece son preparados por la guerra y llegan siempre con todas las plagas. El hombre que solo es poderoso por el número: el hombre que solo es fuerte por su unión: el hombre que solo es feliz por la paz tiene el furor de armarse para su desgracia y combatir para su ruina. Excitado por la codicia insaciable: obcecado por la ambición aún más insaciable, renuncia los sentimientos de humanidad: vuelve sus fuerzas contra sí mismo: procura destruirse: se destruye en efecto; y después de los días horrorosos de sangre y carnicería cuando se han disipado los humos de la gloria, ve con ojos tristes la tierra solada, las artes sepultadas, las naciones dispersadas, los pueblos debilitados, su felicidad propia arruinada, su poder real anonadado.”
Así escribía un filósofo que meditando la historia de los pueblos aprendió a barruntar los destinos tristes de aquellos que se dividen y arman para batirse. La razón experimental fue la que le inspiro; y la razón es la que debe guiarnos.
Consultemos a esta divinidad: oigamos sus oráculos: observemos las causas de las revoluciones de Grecia y de Roma, de Suecia y de Francia, de los Estados Unidos y la América meridional; y conociendo que la injusticia es el primer origen de todas, aprendamos al fin a ser justos si queremos ser independientes.
REVOLUCIONES
Generalmente se ha creído que una revolución es una mudanza de gobierno, y se ha confundido una idea que bien conocida de los pueblos o de los que los han guiado en tales casos, los hubiera libertado de gravísimos males… Revolución es la reacción natural de la libertad contra la opresión, y la mudanza o variación de gobierno es o debe ser su efecto. Toda revolución que dure más de un día es necesariamente sangrienta y desgraciada, porque su duración supone falta de gobierno, y a esta sigue inmediatamente la anarquía.
De aquí se siguen dos consideraciones de consecuencias gravísimas: 1. Que la revolución, o la que es lo mismo la redacción de la libertad contra la opresión siendo una operación física, debe ser igual o contraria de la acción que la produjo, y esta es la causa por que las revoluciones de Inglaterra, Francia y otros países han cubierto de sangre y de delitos su suelo, vengando meses o años de reacción la opresión de siglos enteros. Pero si la prudencia puede quitar a esta reacción el carácter de física y hacerla en cierto modo moral, entonces las leyes se verían tranquilamente y sin horrores ni crímenes, antes bien poniendo en ejercicio las virtudes. 2. Que toda variación (o sean revolución por ceñirnos a la expresión vulgar) que haga el pueblo por sí mismo, debiendo ser larga y por consecuencia desgraciada y acabar en nueva tiranía, solo puede ser feliz cuando indicada por el pueblo, sea ejecutada por el gobierno mismo; de lo que se exige que es necesario conservar el gobierno no ha si como quiera, si no conservarle con la consideración y la fuerza necesaria para que se haga obedecer. La fuerza disuelta y tumultuaria, no sirve por grande que sea para establecer nuevas instituciones: solo puede hacer esta operación la fuerza continua y reunida de los gobiernos. Así pues, lo que necesitábamos era transformar el gobierno, pero no destruirle. De haber comenzado los pueblos por destruir su gobierno han resultado las calamidades de todas las revoluciones, y esto provino de haber transportado al hombre el aborrecimiento que solo debe tenerse a las cosas: las naciones en una larga serie de siglos asesinando príncipes y magistrados, no han hecho más que sustituir un tirano a otro si en lugar de decir muera el tirano, hubieran dicho muera la tiranía, lo hubieran acertado.
Como las tempestades en el orden físico de la naturaleza, son las revoluciones en el orden moral de la sociedad. Aquellas son un efecto necesario del orden y falta de equilibrio de principios naturales y estas lo son del abuso del poder y falta de equilibrio de los derechos y obligaciones el efecto de las primeras es restituir el vigor y lozanía a la mustia y moribunda naturaleza, y el de las últimas restablecer las fuerzas de las leyes protectora de los pueblos. Pero el efecto de la primera es fijo y seguro, porque la naturaleza obra siempre por leyes invariables, y el de las segundas es tan vario, como lo son las opiniones que domina en los hombres: y de aquí procede que la mayor parte de las revoluciones han acabado por establecer una nueva tiranía sobre las ruinas de la antigua, porque no fijándose en principios seguros la marcha de las nuevas disposiciones, su continua y penosa fluctuación fatiga a los pueblos y a los gobiernos, y se abandonan a la suerte los unos cansados de no haber cumplido nunca sus deseos, y los otros de no acertar a satisfacerlos: aquello de no tocar males en lugar de los bienes que se prometían, y estos de encontrar vituperios donde esperaban alabanzas.
ÚLTIMA LÍNEA
[1] Con el propósito de conservar el pensamiento y estilo del autor del periódico EL AMIGO DE LA PATRIA, licenciado José Cecilio del Valle, y dar a los lectores de hoy un reflejo fiel del tiempo en que vio luz pública este vocero, se ha considerado a propósito respetar el texto original de esta preciosa joya del periodismo centroamericano, gentilmente proporcionado por la Dirección de la Biblioteca Nacional de Guatemala. El Amigo de la Patria Guatemala, enero 25 de 1822