Por David Medina
Hablar de migración está de moda en está época, especialmente cuando miles de mis compatriotas abandonan no solo su patria, sino también sus familias.
Nadie debería migrar ¿no les parece? ¿Quién nace en un país con el sueño de emigrar a otro donde nunca será visto como igual? o donde vivirá ocultándose de las autoridades siempre… !Quien migra de su país a otro, nunca lo hace por gusto, más si por necesidad!
Ojalá nuestros países tuvieran tanta riqueza para ofrecer una buena educación, un buen trabajo y una buena vida a sus ciudadanos, ¿no les parece? Ojalá los recursos existentes fueran bien usados y distribuidos para que todos alcanzáramos una vida digna…. o ¿no es eso lo que todos anhelamos? Una vida digna!
Soy David Medina, nací, crecí y moriré en Honduras, un pequeño país Centroamericano de 8 millones de habitantes. Aquí en Honduras aprendemos a ser felices con poco, de hecho con lo básico. He visitado 204 de los 298 municipios del país y he visto cómo las familias viven humildemente pero feliz. Tener carro, ropa de marca, el último iPhone o comida cara en una alacena nunca ha sido prioridad. Crecí visitando los pueblos y compartiendo con personas que tenían menos que mi, lo cual me hizo aprender gratitud pero también visité las cuidadas y compartí con los que tenían más que mi, lo que me enseñó a soñar y aspirar más siempre. Nunca había visto tanta gente interesada en migrar, aun en medio de la pobreza en que vivían, pero en sus pueblos al menos se respiraba tranquilidad y la gente vivía en paz, con limitaciones pero en paz.
El problema es cuando varios elementos se juntan y además de tener la necesidad de alimentar su familia, se encuentran con inseguridad en sus barrios, algunos hasta el punto de estar amenazados a muerte. Sumado a esto, un país cuyas escuelas no les dio muchas habilidades para el trabajo, un sector privado que en algunos casos, estigmatiza a la población por su lugar de residencia y un Estado que por década ha invertido limitados recursos en prevención del delito y desarrollo por intentar únicamente, apagar el fuego de la violencia que arde desproporcionadamente y devora todo lo que a su paso encuentra.
Viví en Mexico un par de años! Ame cada día de mi tiempo en esa hermosa tierra. Antes de vivir allá, lo único que sabía de Mexico es que su equipo había perdido con el nuestro en 1996, 2001, 2008 jugando en San Pedro Sula y que todos hablaban de esos ganes una y otra vez. Claro, hemos perdido también muchas veces con Mexico, pero esos ganes fueron gloriosos. Cuando me fui a Mexico en el 2007, me recomendaron no hablar de fútbol y no repetir la palabra “pinche” aunque en Honduras la decimos a diario por no ser mala palabra para nosotros. También me regalaron un Pepto Bismol y se me dijo que solo lo usaría los primeros días mientras mi estómago se aclimataba al chile.
Llegue a la Ciudad de Mexico y mi primer barrera fue el acento cartracho, todos me decían que porque hablaba como indio, luego con el tiempo, ya viviendo en Monterrey agarre el cantado norteño y pasaba desapercibido. Me sentía un Mexicano más, hablaba como ellos, comida picante hasta los huesos y hasta había aprendido mucho de la historia de Mexico. Un día viajando en autobús de Monterrey a Reynosa olvide mi pasaporte en casa y me quise hacer pasar como Mexicano frente a la Migración, que están adelante de Cadereyta. Me bajaron del autobús y dije que era Mexicano y que no andaba papeles. [pensé, ya hablo como ellos, conozco la historia y físicamente somos iguales] por lo que me atreví… las primeras 5 preguntas las pasé, sentí un respiro, luego me pidieron cantar el himno de Mexico y lo cante, con mucho fervor patrio como solo un Mexicano podría hacerlo pero cuando estaban a punto de dejarme subir al autobús y seguir mi camino, otro agente de migración se me acercó y me dijo “vez aquel árbol?” Si le dije yo! Con mucha seguridad y pecho erguido…. bueno me dijo él, “¿cómo se llama el fruto de ese árbol?” Chiinnnnn! ya me descubrieron pensé! Conteste cactus solo para dar una respuesta, pero la respuesta correcta era Nopal y por muy bien que había respondido antes, mi mentira había quedado al descubierto. Ya les conte que era de Honduras y les dije lo que iba a hacer a la frontera, hicieron unas llamadas a migración y vieron que tenía residencia, por lo que me dejaron ir.
Los meses que estuve en la frontera, conocí Reynosa, Matamoros, Rio Bravo, Camargo, Díaz Ordaz, Valle Hermoso, Nuevo Laredo y San Fernando en Tamaulipas, pero mi lugar favorito fue Miguel Alemán. Cada día ahí, caminaba por el río bravo y miraba a las personas cruzar el rio de un lado al otro, claro, después de pagar a los Zetas algo, ya sea en efectivo, en especie o con favores (mover droga de un lado a otro). Muchas de las personas que vi cruzar eran de Honduras y me contaban sus historias, lo que dejaron y porque huían, todo eso me partía el corazón y no me da pena decir que muchas veces llore con ellos.
Había una familia en Miguel Aleman, una familia que quería mucho que se llamaban los López, su casa estaba frente al río bravo y dejaban comida afuera para que los migrantes comieran. Cuando les pregunté ¿porque lo hacían? Me dijeron “¿Y no somos todos migrantes en algún momento de nuestra vida?” “¿No huimos de lo malo en búsqueda de algo mejor como instinto natural?” Esas palabras se me quedaron grabadas y me resuenan en la cabeza una y otra vez, especialmente en momentos como este! “Y no somos todos migrantes en algún momento de nuestra vida, migrando de lo malo en búsqueda de algo mejor”
Los años pasaron y mi amor por Mexico creció y creció y se fortaleció al punto de considerarlo mi segunda patria por encima de otros 42 países que he visitado. Conocí Cancún, Cozumel, Playa del Carmen, Tulum, Chichén Itzá, Tampico, Querétaro, Puebla, Guadalajara, Guanajuato, Leon, San Miguel de Ayende, Hildago, Monterey, todo Tamaulipas, Tijuana y el D.F. Hice muchas amistades allá, personas extraordinarias que amo y respeto con todo mi corazón, muchos de ellos están aquí en Facebook, posiblemente leyendo esta carta.
A esos amigos, hermanos Mexicanos les quiero decir que he leído con detenimiento todos sus mensajes, sus comentarios, sus memes y sus opiniones sobre mis compatriotas Hondureños. Gracias por sus palabras, gracias por compartir sus pensamientos y opiniones sobre el mal que mis paisanos les causan en el paso por su país.
Quiero aprovechar para pedirles disculpas, disculpas porque sé que algunos de mis compatriotas les han ensuciado sus ciudades, disculpas porque debido a la caravana en algunas calles hay más tráfico de lo habitual, disculpas por los comentarios que más de alguno ha hecho contra la comida que ustedes muy gentilmente les han compartido. Disculpas porque algunos de sus recursos que deberían estar destinados para los mismos Mexicanos están siendo compartidos con extranjeros. Mil disculpas! En serio mil disculpas!
Les prometo que si Honduras estuviera al norte de Mexico y quizás ustedes emprendieran la ruta hacia el norte pasando por Honduras, quizás nosotros actuaríamos de la misma manera como ustedes lo hacen ahora. Seguro haríamos manifestaciones en las calles como ustedes lo hace ahora.
Por alguna razón Dios ubicó a Honduras en el sur del mapa y la única vía para llegar a EEUU es a través de sus bellas tierras. Lamento que tengamos que hacerles difícil su vida y causarles tantas molestias. Eso opinan otros países de los migrantes, que solo llegamos a causarles molestias a sus países y seguro ustedes ya han escuchado estos comentarios sobre ustedes mismo también. Suele pasar que a veces nos quejamos de la enfermedad y nos quejamos de la medicina, olvidándonos que en algún momento de la vida fuimos la enfermedad pero también, buscábamos de la medicina desesperadamente.
Además de pedirles disculpas, quiero decirles que les amo mucho, ustedes me enseñaron el amor por la cultura, me instruyeron de cómo bailar la música de banda, me ayudaron a disfrutar las rancheras en las peceras (micro-Bus) me enseñaron a cocinar la mejor comida del mundo, al punto que sé cocinar más platos de Mexico que de Honduras.
Ustedes me enseñaron a leer libros, a ir al museo, a jugar la cascarita en las calles, a jalar duro y aplacarme cuando me enojo. Ustedes marcaron mi vida para bien y dejaron una marca en mi corazón.
Solo me despido pidiéndoles un favor, no solo por el amor que me tienen, si no por el amor a Dios que ustedes y yo compartimos. Por favor, no juzguen a mis compatriotas, no generalicen de que “los hondureños” somos un mal para la sociedad. No nos hagan sentir cucarachas o bichos raros. Les pido por favor nos respeten, nos den el lugar de seres humanos que somos y sino es mucho pedir, véannos al menos como hijos de Dios, porque lo somos.
Porque la violencia podrá quitarnos nuestra casa, nuestros bienes, hasta nuestra familia, pero el título que ni la violencia ni nadie podrá quitarnos, es el de HIJOS DE DIOS, porque ese es un título divino que recibimos y no hay hombre en la tierra que pueda quitárnoslo.
La dignidad humana ante todo!
La solidaridad de los hermanos mexicanos siempre ha estado con Honduras cuando los hemos necesitado,y no esperábamos menos con los compatriotas caminantes. Dios con todos nosotros