Honduras vive tal estado de confusión que lo anormal es considerar anormal los desatinos a los que constantemente asistimos. Hemos asumido una normalidad decadente que muestra los resultados a simple vista. Nos hemos habituado a una convivencia que arrastra males en cadena: irrespeto, desapego a la ley, insensibilidad ante el prójimo, violencia explícita e implícita que alcanza niveles 10 veces por encima de la media mundial sólo tomando en cuenta la taza de homicidios, y podría seguir la lista de infortunios.
No podemos explicar cómo hemos llegado a la vergüenza del 64.5% de pobreza y un 42.6% de pobreza extrema en un país que ha retrocedido en sus indicadores sociales a estos niveles de espanto. Es la muestra palmaria de un estrepitoso fracaso como sociedad, comenzando por su dirigencia política, a la que le sigue sin inocencia tanto la empresarial como la sindical y social. Y, también, una ciudadanía con atonía desilusionante.
Afirmamos sin ruborizarnos que la educación es la piedra angular del futuro desarrollo del país. Es un sofisma que se acerca peligrosamente a lo que estamos conociendo más recientemente: la posverdad, es decir una mentira edulcorada. En Honduras existe, para decirlo de manera brutal y sin estigmatizar a nadie, en realidad todo lo contrario, educación “rica” para “ricos” y educación “pobre” para “pobres”. Y el Estado tiene una significativa y crucial responsabilidad. Hoy se sigue confundiendo escolarización con educación. Y se sigue hablando de educación a secas cuando es impostergable agregarle el sustantivo de calidad.
Es urgente un nuevo inclusivo e integral debate nacional sobre la educación. Un congreso nacional que defina lineamientos modernos para el sistema educativo, desde lo pedagógico, la formación continua y la jerarquización de la carrera docente, la asignación de recursos, la importancia de una visión acerca de los requerimientos del futuro que ya está encima nuestro, entre otros componentes vitales. Habría que encarar este desafío con la grandeza que frecuentemente se ausenta entre nosotros.
Un ejmplo declinante de nuestra realidad es el reciente estudio publicado por la Fundación para la Educación Ricardo Ernesto Maduro Andreu (FEREMA) que nos da una radiografía de la cruda realidad en nuestro sistema de educación pública, donde revela que solo 4 de cada 10 niños que entran a primer grado llegan a finalizar su noveno grado, o que apenas hay un 13.1% de matrícula a nivel superior, datos alarmantes, que confirman que nuestro país, en su gran mayoría, seguirá sumido en la ignorancia.
Y mientras tanto nuestro gobierno invierte cada día más en armas, militares y mecanismos de “disuasión y control” de los delitos, que no son más que mecanismos de represión que nunca solventaran los problemas de raiz.
¿Y la dirigencia política? Como corresponde, enfrascada en discusiones generalmente irrelevantes y preocupada, fundamentalmente, en la próxima (y continuada, casi eterna) campaña electoral.
Leonardo Pineda
Director de Desarrollo e Incidencia en la ONG JUSIVE
Ex-presidente Comité Municipal de Prevención SPS
Miembro de Alianza por la Paz y la Justicia SPS