Por: SEGISFREDO INFANTE

            No se trata de un gremio. Ni mucho de una corporación capitalista. Ni tampoco de un bloque “socialista”. Sino de un enorme contingente humano diseminado por todo el globo. Me refiero a los integrantes de la tercera edad, un segmento clave de la totalidad poblacional, que ha sido la víctima principal de la actual pandemia, a pesar que el virus ataca con saña a todas las edades. Por eso queremos, parejamente, defender a este contingente humano que ha padecido circunstancias azarosas desde mucho antes de la crisis epidemiológica mundial.

            Si nos movemos un poco hacia atrás en el tiempo, durante la crisis financiera del año 2008, los fondos de pensiones de los jubilados y de los que estaban por jubilarse, fueron despedazados por los traficantes de los “fondos de inversiones” y de los documentos que respaldaban los “bienes raíces”. Si alguien compraba una casa en un país de un continente específico, sus documentos hipotecarios aparecían, sobrevalorados, en un banco lejanísimo de otro país en un continente quizás al otro lado del planeta. Los “fondos de inversiones” provenían, en un alto porcentaje, de los ahorros de los jubilados que habían trabajado todas sus vidas para retirarse a partir de la edad pactada. Así que millones de personas quedaron en la calle de la noche a la mañana, y los ideólogos arrogantes de este submodelo, nunca le han pedido perdón a nadie. Por el contrario, el Estado respecto del cual siempre hablan y continúan hablando barbaridades, salió de inmediato a salvar el capitalismo financiero desregulado, que ya se estaba hundiendo. Primero en Estados Unidos y, posteriormente, con mucha lentitud, en la Unión Europea. Tal como había ocurrido durante la larga crisis desatada en 1929, el Estado vituperado intervino directamente para salvaguardar un modelo económico de las incertidumbres intrínsecas que generan sus operaciones cíclicas. A eso se le ha llamado en fechas recientes “salvataje” financiero. Y a esto mismo me he referido en diversos artículos.

            No sabemos qué cosas podrían ocurrir a partir de esta pandemia. Ni siquiera deseo imaginarlo. Pero ante todo se trata, o debería tratarse, de proteger a los más desvalidos, sean niños o integrantes de la tercera edad. Como es un problema de ética y de moral, aquellos que abusen o hayan abusado de los intereses vitales de los adultos mayores y del pueblo, con toda seguridad la “Historia” habrá de pasarles una inmensa factura, de la cual jamás van a escapar aunque se escondan en las islas “Fiyi”, allá por Oceanía. Me refiero en este punto a cualquier individuo inescrupuloso de cualquier parte del planeta.  

            En momentos de vida o muerte los únicos mecanismos y principios que deben prevalecer son los de celeridad, solidaridad y fraternidad. A la par de estos mecanismos debe haber un estudio imparcial sobre las probabilidades de reactivar, paso a paso y con cautela, las frágiles economías. Especialmente las del “Mundo Occidental”, que han sido las más flageladas. Apoyándose unos países con otros pero, sobre todo, sustentándose en las fuerzas conocidas, e inéditas internas, de cada sociedad, según sean las características propias. Honduras, por ejemplo, tiene individuos talentosos cuyas capacidades han sido ignoradas, o desdeñadas, como en el caso del doctor en física de partículas Josué Danilo Molina, quien ha elaborado (entre varios aportes) un modelo matemático inédito para seguir las curvas y neutralizar la pandemia en nuestro país. Molina está considerado, en Europa y en Brasil, como uno de los más importantes científicos jóvenes de América Central. Sin embargo aquí, según la tradición hondureña, de poco sirve.

            Volviendo al tema de los adultos mayores: Hay una especie de consenso que el “Hombre” suele ser más productivo, intelectual y espiritualmente, después de haber rebasado los cincuenta o los sesenta años de edad. La mayoría de los “Premios Nobel” son gente madura. Lo mismo ocurre con los presidentes o primeros ministros de las potencias más desarrolladas, en que con raras excepciones casi todos provienen de las filas de la tercera edad. Incluso en Estados Unidos y en China Popular. Por eso resulta incomprensible el desdén con el cual han sido tratados los pacientes cuya fragilidad es predominantemente biológica. Nunca intelectual.

            Recuerdo que en años anteriores propuse la creación de un “Consejo de Ancianos” (con gente nueva) que trabajara en forma autónoma con el fin de aconsejar a la clase política hondureña; especialmente al encargado principal del poder ejecutivo y a los integrantes heterogéneos del poder legislativo. Creo que publiqué, en este mismo espacio, dos o tres artículos al respecto. Hoy en día este “Consejo de Ancianos” estaría redituando frutos positivos en unas circunstancias tan complicadas. Por cierto que el concepto de “autonomía” lo formulé desde una visión relacionada con la filosofía de Immanuel Kant, un filósofo autónomo a pesar de su soledad y de las contrariedades de su época.

            Tegucigalpa, MDC, 19 de abril del año 2020. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 23 de abril de 2020, Pág. Cinco). (También se reproduce en el diario digital “En Alta Voz”).

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