Por: SEGISFREDO INFANTE

            En varios artículos he destacado el fenómeno de la incertidumbre tanto en las esferas nacionales como internacionales. Y aun cuando la incertidumbre no es una cosa nada nueva, en tanto que varios autores del pasado se han acercado al problema, entre ellos el economista keynesiano pragmático John Kenneth Galbraith, con su tema “La Era de la Incertidumbre” (1973), ocurre, sin embargo, que en la actualidad la incertidumbre ha crecido a unos niveles pocas veces vistos en el curso de la “Historia”. La incertidumbre es, en las primeras décadas de este siglo veintiuno, como la permanente celada sobre la cual podríamos caer en los momentos o lugares menos esperados. A veces caemos o quedamos como atrapados a la vuelta de cada esquina, con informaciones y desinformaciones que desequilibran a las personas más equilibradas. Como decía el “Piporro” González Ramírez, “hay que mirar para todos lados, pues nadie se sabe de dónde viene el trancazo.”

            Ni siquiera se necesita buscar o crear nuevos o viejos problemas. Los mismos están latentes porque ya han sido creados por otras personas en el patio nacional y en diversas coordenadas del mundo, en un ensamblaje difícil de explicar. Existen fenómenos y agendas derivadas de los experimentos que se han elaborado y pretendido ejecutar en diversos momentos después de la necesaria caída del Muro de Berlín en 1989. Algunas personas y movimientos bienintencionados (a la par de los malintencionados) alzan banderillas “novedosas” como si fueran propias del país en donde son levantadas, cuando de hecho son cocinadas en fraguas extranjeras, a veces muy lejanas, para aplicarlas con frialdad deshumanizante, según sean las coyunturas regionales o internacionales, aun con el riesgo de cometer “errores de cálculo”, de los cuales hablaban John F. Kennedy y su gabinete de gobierno, sobre todo durante la crisis de los misiles atómicos en octubre de 1962.

            Los “errores de cálculo”, en los planos político, económico y geopolítico, conducen a la creación de circunstancias insospechadas harto difíciles de manejar. Por un simple error de cálculo algunos dirigentes echan a perder toda una estrategia, hasta entregarles el poder a los adversarios que pretenden combatir, neutralizar y vencer. Esta pérdida de terrenos estratégicos la hemos observado en diversos momentos de la “Historia”, pero sobre todo durante el siglo veinte y parte del veintiuno, en que los “amigos” y “aliados”, por estarse peleando e insultando entre ellos, terminan por cederles cabezas de playa o territorios enteros a los adversarios reales, incluyendo en este punto el terreno ideológico.

            En Honduras las cosas se ponen cíclicamente color de hormiga. Lo extraño es que varios paisanos exhiben mucha felicidad (o complejo de inferioridad) cada vez que se presenta un conflicto fraguado en el interior del país, pero atizado desde afuera, en tanto que tales agendas son internacionales. Por ejemplo: Un descabezamiento de la clase política hondureña, como lo expresé en un artículo hace algunos pocos años, significaría un desastre para todo el país, es decir, para todos los hondureños, sin importar para nada la militancia política o ideológica de cada cual. Es descorazonante que sean muy pocas las personas interesadas en atalayar las cosas que podrían ocurrirnos a todos los hondureños, en el cercano o en el lejano plazos, en función de intereses contrapuestos a la nación catracha. Sabemos, además, para reforzar el ejemplo, que somos víctimas del crimen organizado internacional y de sus ramales en Honduras, pero nadie mide las graves consecuencias de aplicar medidas precipitadas que podrían destruir a todo el país y a toda la región centroamericana, en donde pagaremos los justos por los pecadores, es decir, casi todos los hondureños y los centroamericanos pobres y de clase media.

            Frente a la incertidumbre agigantada, y frente a la encrucijada que actualmente vivimos, es urgente aplicar nuestra sugerencia de hace un par de meses en el sentido de organizar un “Consejo Estatal Permanente de Ancianos” para asesorar sobre la marcha y en cualquier época, bajo concepciones pluralistas, a los diversos gobernantes que vayan apareciendo en el horizonte. De lo contrario, seguiremos viviendo como en ascuas, al borde de un cráter que expulsa humaredas por todas partes, a partir de una fogata siniestra de la cual somos ajenos la mayoría de los integrantes del conglomerado nacional.

            En este contexto es altamente peligroso que los dirigentes del partido político más fuerte de Honduras (me refiero al Partido Nacional), aprovechen cualquier coyuntura para atacarse los unos a los otros, en tanto que ya existen suficientes adversarios afuera del partido que están interesados en sepultar esta institución política centenaria, en un proceso vertiginoso en que también se sepultarían los mismos sepultureros egoístas.

            Deseo, entreactos, que este artículo signifique un primer homenaje al doctor Abraham Pineda Corleone (QEPD), quien seguía, disciplinadamente, mis artículos de los jueves y domingos, bajo la consideración amistosa que los mismos podrían ayudar a orientarnos en un mundo desorientado, en el cual estamos tristemente sumergidos.

            Tegucigalpa, MDC, 04 de agosto del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 07 de agosto de 2019, Pág. Cinco).

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