Por: Xiomara Orellana

Dilma Cruz, es la esposa de Porfirio Sorto, uno de los ocho defensores que está en prisión por defender la montaña Carlos Escaleras y el río Guapinol. Dilma ha llevado sobre sus espaldas la responsabilidad de sacar adelante a sus hijos sola y le ha tocado enfrentar el poder de la minera “Los Pinares”, tras la detención de su esposo hace 27 meses.

Dilma expresa que la destrucción llegó a su comunidad desde que la minera acabó con la montaña y que aquel río que antes era la fuente de agua para las comunidades, se secó. “Hoy hay menos agua, el río se secó, se acabaron los pescados porque en el río hay poca agua”, dice mientras sostiene un dibujo que ella hizo para mostrar cómo era el antes y después en Guapinol.

La defensora cuenta cómo les cortaron los árboles de liquidámbar, esos eran los que usaban para preparar medicina natural, pero todos fueron cortados para dar paso a la carretera que da ingreso a la montaña, lugar en donde se instaló la mina. A la empresa Los Pinares no le importó dañar la zona núcleo de la reserva biológica, las mismas autoridades de la Secretaría de Recursos Naturales (SERNA), redujeron el área para que la minera se instalara.

“-¿Ahora cómo vamos a entrar a ese cerro a buscar las cáscaras de liquidambar? -¿Cómo vamos a disfrutar la montaña? Todo está destruído”, lamenta Dilma.

No solo ha sido la destrucción la que Dilma, su familia y la comunidad ha tenido que enfrentar, sino también las amenazas, criminalización y persecución. “Son varias las mujeres en lucha y estamos resistiendo por el río de Guapinol, a ese río le tenemos amor y por eso estamos en esta lucha”.

Son tres años de constante hostigamiento y miedo, que asegura esta mujer que siempre han estado presente. “Tengo miedo. Hoy hay más miedo porque yo vivo a la orilla del río y allí pasa la patrulla, pasa por mi casa y se estaciona. Nosotras hemos sido muy perseguidas por la policía porque las patrullas entran a cada rato a la comunidad y nos da miedo”, relata Dilma.

Lo cierto es que para Dilma, así como en toda la comunidad la tranquilidad se perdió. La mayoría tiene 30 años de vivir en Guapinol, 27 de ellos prácticamente sin ningún problema, porque la aldea era tranquila. Hoy lo que viven es un temor constante. “Antes el agua era gratis, ahora nos toca comprarla. Del agua del río ya no se puede tomar, porque lo que nos llega es agua que parece chocolate”.

Dilma ahora solo dibuja el ayer en Guapinol y el hoy, la mujer suspira. Extraña el panorama natural que rodeaba a su comunidad, hoy convertido en un poblado desértico, en el que abunda el polvo y no hay vegetación. “No es fácil sobrevivir en Guapinol, pero este es nuestro hogar, nuestro terruño y lo queremos recuperar para encontrarnos de nuevo con la montaña y el río”.

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