Juan Ramón Martínez
Para garantizar el estado de derecho y su ejercicio en el sistema democrático, es necesario y fundamental, la independencia de los jueces. Los jueces, para ser imparciales e independientes necesitan estar seguros que no serán juzgadas sus decisiones de acuerdo a normas o arreglos políticos. Y que tampoco su estabilidad sometido a los instrumentos de chantaje para obligarlos a mantenerse dentro de lo que les ordena la “superioridad” jerárquica: los Magistrados de las Cortes de segunda instancia o los Magistrados de la Corte Suprema. Los últimos traslados de jueces, ordenados por la Presidenta de la Corte Suprema, de acuerdo a lo dicho anteriormente, no se mueve en un espacio que determine que aquí en Honduras se respeta la independencia de los jueces. Si el juez va a ser removido, de un lugar a otro, castigándole para que sea obediente; o por haber tomado decisiones que afectan al partido de gobierno en el pasado. O resistido a seguir instrucciones políticas en el presente, nadie puede hablar seriamente que tenemos un sistema judicial confiable, independiente que solo obedece a la ley; y se encarga exclusivamente de hacer justicia.
La presidente de la Corte Suprema de Justicia, no debe nombrar jueces y magistrados. Su función no es la de hacer justicia. Nombrar es tarea del Consejo de la Carrera Judicial. De esa manera, es función suya dirigir al pleno de los magistrados y la coordinación de las salas. Ello ocupara su interés y le obligara a distanciarse de los asuntos que tengan algo que ver con la política que siempre quiere influir para que las resoluciones judiciales, protejan intereses o le hagan daño a otros. Tampoco, ninguno de los magistrados, debe integrar comisión alguna con miembros del Congreso o Ejecutivo, porque ello entraña comprometer la separación de poderes, fundamental en la estructura del estado de derecho democrático. Incluso, ningún magistrado debe participar en desfiles militares. O en actos en donde aparezcan al lado de un miembro del Ejecutivo, excepto en las reuniones sociales, que deben ser muy limitadas, porque un juez independiente no es un hombre popular no un político que anda quedando bien con nadie. O ante el Congreso.
En otro momento he contado una expresión de Carias dicha cuando gobernó el país: “hay que ayudar a los amigos; y a los liberales, aplicarles la ley”. El actual gobierno, tiene una fuerte inclinación cachureca. La familia del actual gobernante del país, fue seguidora de Carias Andino, persiguiendo liberales. En la actual se emiten resoluciones para favorecer a los correligionarios, a los amigos y otras para condenar a los liberales que en este caso, se llaman nacionalistas o cachuchecos, fundamentalmente. Aunque agregan, además todos los críticos, de la derecha mediatice sin que termine Rixi de entender la expresión.
Con una obligada distinción. Carias, por necesidad de compartir el poder con los generales y coroneles que le acompañaron en sus innumerables batallas, descentralizo al país e hizo en cada departamento un feudo para cada uno de ellos. Evitando que ninguno se imaginara como su sucesor, porque el solo podía sucederse a si mismo, como corresponde a un dictador de verdad. Mel, caricatura de caudillo como dijo el embajador Ford por el contrario, hace creer a todos sus “achicincles” que son importantes y que pueden sucederle. De allí que entonces se vea obligado a determinar desde arriba y con anticipación quien es el escogido. Y concentra el poder: Ejecutivo, Legislativo y la Corte, como aduanas suyas. Esta es la diferencia entre Carias y Mel. Los dos son dictadores, pero uno murió en la cama. Le gustaba la descentralización, sospechaba de la organización militar; y no le gustaba las adulaciones en cualquier boca. A Mel le gusta el poder. Es un fracaso para ejercerlo y por ello, lo convierte en un juego rural y entretenido. Como cuando en una Feria en Catacamas, jugo la ruleta rusa. Santiago Mejía, sin suerte murió desangrado con un balazo en la cabeza. Checho Diaz y Mel, tuvieron suerte. Honduras perdió.
En este momento es crucial la independencia de los jueces. Y si no lo son – como le gusta recordárnoslo Raquel Obando – es difícil la seguridad jurídica. Imposible imaginar inversiones de largo plazo. O encontrar socios en el exterior que vengan a crear alianzas con la asustada burguesía local que cada día que pasa teme mas los agentes aduaneros. Otros gobernantes mas inteligentes hacen lo contrario. Gobernar requiere mas que suerte. Talento y talento.