Juan Ramón Martínez 

Las elecciones de noviembre de 2025, son singulares. Por primera vez, la frágil democracia es amenazada por un socialismo analfabeta que, por su vocación burocrática e incompetencia, requiere la dictadura para sostenerse en el poder. El napoleonismo de Mel, el machismo de Rixi, las boberías de Hernández; y, el analfabetismo marxista de Salgado, indican que no es Marx y Lenin sino Carias y López Arellano los ideólogos del “socialismo refundacional”.

Mel es de extracción conservadora. Miembro de la oligarquía ganadera y maderera olanchana, de muy poco pupitre. Con vocación para vivir del presupuesto que, solo sus ideólogos Carias y López Arellano, lo superan. Tiene más de treinta años de no trabajar, viviendo del presupuesto nacional, sin pagar impuestos; o fundar una pulpería siquiera para crear empleo para alguno de sus compatriotas.

Su vocación por el relajo, la pretensión porque le tomemos en serio; y le consideremos gran patriota capaz de doblegar a los que el sistema educativo ha formado, le ayudan a confirmar que, para engañar a los hondureños, no hace falta ir a la universidad, hablar inglés; o leído libros sobre cómo sacar adelante a Honduras que después de más de 200 años, sigue siendo el más pobre del continente, después de Haití. Y, además, darse el gusto de reírse de todos, incluso de los llamados “doctores” — en derecho y economía–, dándole seguimiento a la burla que hacia Gautama Fonseca que les decía “doctorcitos”. Mel escoge entre ellos, a los que quiere emplear y los contrata — con fondos nacionales– para que le cuenten historias, le inventen relatos; e incluso le organicen museos de la memoria, para hacer grandes a sus padres, incluido al que lo corrió con mucho juicio de la casa familiar, porque era un inútil que solo quería vivir acostado, haciendo mal sonar una guitarra.

Con todo Mel no ha provocado la crisis. Es fruto de ella. Una célula cancerígena, que multiplica el desencanto popular, anima la incompetencia general y aumenta el miedo, incapacitando la operacion de un capitalismo enérgico con fuerza para generar riqueza y dar empleo. Respaldado por un sistema educativo que no forja el carácter, el orgullo ciudadano y el espíritu cívico. Más bien favorece la dependencia de los caudillos, justifica los excesos de los hombres de poder en contra de sus hijos y de sus mujeres, porque no pueden entender que hay una relación causal entre sus dificultades y el desempeño de los políticos que elige cada cuatro años mecánicamente. Por eso las mujeres que lloraron a sus muertos a manos del padre de Mel en 1975, votaron para que su hijo fuera diputado por el PL. Como ahora que probablemente se preparan para votar por sus enemigos, a fin que sus hijos sigan mordiendo el pan duro de la pobreza y la miseria.

Es la sociedad política la incompetente al no plantar cara a una candidata impuesto por Mel, con candidatos opositores de fuste y carácter que salgan a la calle sin miedo. Asfura, Barahona, García, Urbizo, Nasralla, Cálix, Espinoza y Zelaya, no le provocan cosquillas a Mel, individualmente. Se ríe de cada uno. Solo teme perder la calle; que le pinten rótulos en los puentes sin el que el “guachimán” Sánchez identifique a los autores; a una coalición entre liberales y nacionalistas. Y a una revuelta militar “consentida” por los Estados Unidos, como en 1956.

Una coalición, es un imperativo porque después de derrotar a Mel todo se complicará. La “nueva clase” socialista desempleada, no dejara gobernar a nadie. El país requerirá un liderazgo que borre a Mel. Y excluya del escenario a Rixi y sus hermanos socialistas. Y presente una empresa privada que apueste en favor de la inversión, para darle a la iniciativa particular la capacidad para crear empleo y bajarle los humos y las golillas al gobierno que con la “caja nacional” paga a los que Mel ha hecho burócratas: los doctorcitos universitarios, con corbatas rojas. Además, requeriremos un reforma cultural y educativa, para darle carácter al hondureño para que deje de ser arreado por políticos como Mel, JOH, Carias y López Arellano.

Un gobierno de integración, manejado por los mejores, es la alternativa. Y con un plan de desarrollo que preserve la calle, anule a Mel y le de esperanza a los pobres. A partir de un pacto nacional. De lo contario, no hay futuro. Los hijos de Mel, !ensillan sus caballos!.

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