Por Elia Castellón
El desafío de los desechos se ha visto agravado por la pandemia COVID-19, es una parte importante de la crisis de contaminación global, que, junto con la pérdida de biodiversidad y el cambio climático, representan una triple emergencia planetaria que debe abordarse mediante cambios masivos en la forma en que la humanidad utiliza los recursos de la tierra.
En particular, las comunidades vulnerables soportan de manera desproporcionada las consecuencias de la degradación ambiental causada por la contaminación por plásticos, desde la producción hasta los desechos. Las discusiones sobre este tema rara vez han analizado estos impactos negativos específicamente a través de una lente de justicia ambiental.
“La justicia ambiental significa educar a quienes están en la primera línea de la contaminación plástica sobre sus riesgos, incluyéndolos en las decisiones sobre su producción, uso y eliminación, y garantizar su acceso a un sistema judicial creíble”, explica la directora ejecutiva del PNUMA, Inger Andersen.
Resultados de una investigación, confirman que el uso sostenible de los recursos naturales, la eficiencia en la producción, uso de la energía, la reducción de emisiones, la protección de la biodiversidad, la gestión de los residuos y el agua, son prácticas que las personas deben implementar para disminuir los porcentajes anuales de desechos que contaminan el planeta cada año.
La basura y su impacto ecológico
La proliferación de basura es consecuencia del paradigma de la economía lineal: producir, usar y tirar. Hoy día, la economía circular: reducir, reusar y reciclar, se posiciona como la única solución para vivir en entornos sostenibles, sanos e inclusivos. Y en este sentido todavía queda mucho camino por recorrer.
A nivel mundial, solo se recuperan el 13,5% de los residuos a través del reciclado y el 5,5% a través del compostaje. Los países con rentas altas son los que más basura recuperan, un 29% a través del reciclado y un 6% a través del compostaje, y los países con rentas bajas son los que menos basura tratan: tan solo son capaces de recuperar un 4% entre el reciclado y compostaje, según datos de IBERDROLA.
Un estudio revela que la disposición final de desechos de manera no controlada o su falta o incorrecta recolección genera basurales a cielo abierto. Dentro de estos, los de mayor riesgo son aquellos donde, de forma sistemática e indiscriminada, se arrojan los residuos en arroyos o espacios abandonados o sin control ni protección, quemados intencionalmente como forma de reducir su volumen o por auto combustión y dejados para que distintos actores distribuyan su carga contaminante.
Residuos de equipo de bioseguridad
Según datos de la ONU, en Wuhan, China, lugar donde se originó el COVID-19, los desechos médicos aumentaron seis veces: 240 toneladas por día durante la pandemia, sobrecargando la capacidad de incineración de la ciudad de 49 toneladas diarias.
Un solo hospital en Jordania produjo diez veces más desechos médicos por día, con solo 95 pacientes de COVID-19, de lo que normalmente produce. En Teherán, la capital iraní, los desechos médicos de los hospitales aumentaron entre el 17,6% y el 61,9% durante los primeros meses de la pandemia, lo que representa de 52 a 74 toneladas por día a 80 a 110 toneladas por día.
Estos aumentos de desechos médicos están provocando un colapso de las cadenas de gestión de desechos a nivel mundial. “Los impactos de esta pandemia han sido devastadores (sobre la lucha contra el plástico) y nos va a tomar muchísimo tiempo para realmente entender sus consecuencias a largo plazo”, afirma Juliano Calil, autor principal de un informe enfocado en el impacto de estos residuos.
Joana Prata, investigadora de salud ambiental en la Universidad de Oporto de Portugal y autora principal de un estudio sobre las repercusiones de la pandemia en los plásticos, señaló que los ciudadanos necesitan información clara sobre el uso y la eliminación de EPP. “Esto incluye la eliminación adecuada como desechos mezclados en bolsas cerradas a prueba de fugas”
Los expertos de la ONU indican que, hasta la fecha, no se han publicado muchos estudios revisados por pares sobre los impactos de la pandemia en el consumo de plásticos, pero la limitada investigación realizada apunta a un aumento en el consumo y eliminación de plástico y materiales médicos, y graves interrupciones de procesos de reciclaje ya defectuosos.
Los residuos electrónicos
La proliferación de dispositivos digitales se está convirtiendo en un problema para el planeta, el Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas, PNUMA, calcula que se generan en todo el mundo más de 50 millones de toneladas de aparatos electrónicos que son desechados anualmente. De mantenerse estas tendencias, la ONU estima que podríamos alcanzar los 120 millones de toneladas de chatarra electrónica en 2050.
Según datos de National Geographic, los residuos electrónicos encontramos materiales peligrosos como metales pesados: mercurio, plomo, cadmio, plomo, cromo, arsénico o antimonio, los cuales son susceptibles de causar diversos daños para la salud y para el medio ambiente.
En especial, el mercurio produce daños al cerebro y el sistema nervioso, el plomo potencia el deterioro intelectual, ya que tiene efectos perjudiciales en el cerebro y todo el sistema circulatorio; el cadmio, puede producir alteraciones en la reproducción e incluso llegar a provocar infertilidad; y el cromo, está altamente relacionado con afecciones en los huesos y los riñones.
Por ejemplo: un solo tubo de luz fluorescente puede contaminar 16.000 litros de agua; una batería de níquel-cadmio de las empleadas en telefonía móvil, 50.000 litros de agua; mientras que un televisor puede contaminar hasta 80.000 litros de agua.
Residuos de industria textil
La consultora en Sostenibilidad y cambio climático, Daiana Mira, explica el concepto de “fast fashion”, o moda rápida, como aquel que se refiere a los grandes volúmenes de ropa producidos por la industria de la moda, en función de las tendencias y una necesidad inventada de innovación, lo que contribuye a poner en el mercado millones de prendas y fomentar en los consumidores una sustitución acelerada de su inventario personal.
La industria de la moda se encuentra entre las más contaminantes del mundo, y para la diseñadora Stella McCartney, se ha vuelto “increíblemente derrochadora y perjudicial para el ambiente”. El World Resources Institute, WRI, señala que producir una camisa de algodón consume 2700 litros de agua y la industria textil genera el 20% de la contaminación industrial del agua.
Por lo anterior, la transformación de la moda hacia un modelo sostenible dependerá de la oferta de productos innovadores con un enfoque de economía circular y de la consciencia de los consumidores, considerar los costos ambientales y sociales en sus decisiones de compra.
Retos para Honduras en materia ambiental
Datos brindados por la Dirección supervisora de servicios especializados, DIRSSE, de la Municipalidad de San Pedro Sula, estipulan que en la ciudad industrial del país, no se han adoptado políticas para el combate de la proliferación de la basura en el marco de la pandemia del COVID-19, sin embargo, en el municipio de Tegucigalpa, sí se implementaron:
- Convenio de Basilea
- Decreto ejecutivo PCM-005-2020
- Ley de uso obligatorio de mascarillas y aplicación de protocolos de bioseguridad
- Reglamento para el manejo integral de residuos sólidos
- Reglamento para el manejo integral de desechos peligrosos en establecimientos de salud
- Ordenanza municipal sobre gestión de desechos hospitalarios
- Lineamientos para el manejo de desechos peligrosos generados durante el COVID-19
- Guía para el manejo de residuos de hogares con casos sospechosos/positivos de COVID-19.
Marvin Martínez, biólogo y coordinador del departamento de Residuos Sólidos de Serna enumera algunas de las consecuencias municipales debido al manejo indebido de la basura: la proliferación de vectores, cucarachas, moscas; generación de enfermedades a la población como diarreas por contaminación de aguas, y otras relacionadas.
Por otra parte, Sandra Cárdenas, coordinadora en Omoa del Centro de Estudios Marinos de Honduras, una ONG que vela por el cuidado de los océanos, asegura que los frecuentes recaladas de basura que provienen de Guatemala y recaen en la región costera, suponen “un riesgo ambiental sin precedente” para uno de los ecosistemas más importantes de Centroamérica.
Reutilizar cosas cotidianas, ¿qué ganamos con ello?
OXFAM Intermón, aconseja que al reutilizar cosas, se evita que las empresas fabriquen otras nuevas y pongan en marcha procesos extractivos que, en la mayoría de los casos, causan daños medioambientales. Por ejemplo, al reciclar el acero de los enlatados, se reduce en un 85% los niveles de contaminación que genera su producción.
Las ciudades contemporáneas tienen el enorme reto de eliminar cientos de toneladas diarias de basuras. Si se reutilizan cosas, el nivel de los residuos disminuirá y los ayuntamientos invertirán menos recursos en su tratamiento y eliminación. Lo ahorrado puede invertirse en otras áreas, por ejemplo, la educación y la sanidad.
Cuando se hace circular los objetos entre personas de un círculo cercano o social, no solo se prolonga su ciclo de vida sino que, además, promovemos valores sociales como la solidaridad, la equidad, el altruismo y el compromiso con la sostenibilidad del planeta.
El informe “Perspectiva de la Gestión de Residuos en América Latina y el Caribe” de ONU Medio Ambiente, afirma que los países de la región latinoamericana se caracterizan por su débil funcionamiento institucional, debido en parte a la superposición de normas que otorgan competencias concurrentes a distintas áreas de un mismo gobierno, dificultando así la aplicación de la norma ambiental.
Asimismo, sugiere desde el punto de vista legislativo, un paso importante sería explicitar el concepto de economía circular como columna vertebral de los regímenes legales. Dentro del mismo criterio, es preciso incluir el principio de responsabilidad extendida del productor, imprescindible en un proceso de transición hacia ese nuevo paradigma.
Los expertos explican que las respuestas efectivas a las crisis ambientales, deben ser respuestas globales basadas en la solidaridad, la compasión y el respeto por la dignidad humana y los recursos naturales. Las acciones requeridas deben basarse en las obligaciones de los Estados y otros garantes de derechos en el derecho ambiental internacional y los instrumentos de derechos humanos, así como en los tratados regionales.
En Alta Voz, compartimos ésta encuesta y le invitamos a participar de éste análisis sobre la contaminación ambiental y su impacto en el cambio climático.