Por: SEGISFREDO INFANTE
Son muchos los estudios realizados sobre la vida y la obra heterogénea de Fray Luis de León (1527-1591), que pareciera innecesaria una apostilla más sobre este capítulo de la literatura castellana en particular. E hispanoamericana en general. Pero resulta que cuando uno se detiene a releer el poema “Vida Retirada” que venimos leyendo, justamente, desde nuestros tiempos de primer año de secundaria en el Instituto Central “Vicente Cáceres”, la necesidad imperativa de reflexionar sobre el personaje y su obra, se vuelve como una recurrencia del espíritu en una época transida de prisas y anomalías estresantes.
En las primeras décadas del siglo veintiuno hemos llevado una vida tan precipitada, violenta y desbocada, que a veces pareciera que la humanidad pierde el rumbo que se requiere para la convivencia colectiva, la “Razón” razonadora, la búsqueda de la virtud y el indispensable acto de detenerse en el camino a balancear los recorridos previos y a meditar serenamente sobre el sentido de la existencia misma. A la par de la sensibilidad poética es conveniente digerir y asumir algo del saber filosófico con el propósito de meditar en torno de las cosas trascendentes, en tanto en cuanto que fueron filósofos como René Descartes y Ortega y Gasset quienes sugirieron la estrategia de parar la intensa marcha de los quehaceres cotidianos (incluso de la guerra) a fin de detenerse a meditar y a escribir en un recodo del camino de la “Historia”.
Fray Luis de León, además de sensibilidad poética poseía conocimientos teológicos, filosóficos y científicos. Mantenía, como todos sabemos, una cátedra erudita en la Universidad de Salamanca, una de las más antiguas. También hizo traducciones del hebreo al latín y a la “lengua vulgar”, particularmente del libro “El Cantar de los Cantares” y del “Libro de Job”, que aparentemente le generó problemas con algunos colegas quisquillosos que lo acusaron de cosas baladíes. Sobre todo por su origen de judío sefardita converso, lo que facilitó la calumnia y que además el poeta fuera a parar con sus huesos a la cárcel durante tres o cuatro años. También Madre Teresa de Jesús (amiga de Fray Luis) era una recia escritora de origen sefardita, que la condujo a enfrentarse con serios problemas fraguados por algunos celosos y recelosos “hermanos” suyos, de esos que miran posibles adversarios hasta en los alimentos de cada día, valiéndose de dogmas fingidos o extremadamente rígidos, carentes de amor y de misericordia judeocristiana.
“Vida Retirada” es uno de los poemas más conocidos, pero también más profundos, de Fray Luis de León. Veamos algunos versos: “!Qué descansada vida// la del que huye el mundanal ruïdo,// y sigue la escondida// senda por donde han ido// los pocos sabios que en el mundo han sido.” (…) “Que no le enturbia el pecho// de los soberbios grandes el estado,// ni del dorado techo// se admira, fabricado// del sabio moro// en jaspes sustentado.” (…) “No cura si la fama// canta con voz su nombre pregonera;// ni cura si encarama// la lengua lisonjera// lo que condena la verdad sincera.” (…) “!Oh campo, oh monte, oh río!// ¡Oh secreto seguro deleitoso!// Roto casi el navío,// a vuestro almo reposo// huyo de aqueste mar tempestuoso.” (…) “Vivir quiero conmigo,// gozar quiero del bien que debo al cielo,// a solas, sin testigo, libre de amor, de celo,// de odio, de esperanzas, de recelo.”
Los cuatro últimos versos arriba citados, contienen una propuesta teológica casi mística de este singular poeta del renacimiento español. Actitud que cultivará más tarde, en forma sistemática y mucho más condensada, el poeta y pensador Fray Juan de la Cruz, ex-alumno de Luis de León y discípulo directo de la mencionada “Santa Teresa de Jesús”. Los tres autores aquí aludidos fueron difamados y acusados de alguna temeridad, por rencillas de una orden religiosa (la dominica) con inclinaciones inquisitoriales, que era rival en contra de ellos: Los agustinos y los carmelitas descalzos. Pero mientras Fray Luis de León prefirió enfrentar las acusaciones en un largo juicio de cinco años aproximados, “San Juan de la Cruz” siguió el camino de Aristóteles de fugarse de la cárcel; o de alejarse del lugar de la intriga. Quizás porque el pensador y poeta intuía que su tiempo de vida en la tierra era muy corto, y que su tarea de teólogo místico, y de consejero, era demasiada intensa.
No sabemos si acaso las enseñanzas de aquellos tres personajes tienen validez en un mundo tan desequilibrado, megalómano o precipitado como el nuestro. O que quizás precisamente por eso, recobran una gran actualidad. En todo caso vale la pena sumergirse en las posibilidades de la “soledad sonora” de Juan de Yepes (o “San Juan de la Cruz”); en los castillos interiores de “Santa Teresa de Jesús”; o en la “Vida Retirada” de Fray Luis de León. Por cierto que la “soledad sonora” juanista ha sido recuperada por uno de los más grandes filósofos españoles del siglo veinte. Me refiero a Xavier Zubiri, quien también era amigo del sosiego y del silencio que merece el cultivo de la “Filosofía” escrita con “F” mayúscula esencial. Resulta evidente que desde aquí se derivan una serie de posibilidades de pensamiento sosegado, meditativo, realista y profundo. ¡!Sea!!
Tegucigalpa, MDC, 22 de diciembre del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el domingo 29 de diciembre de 2019, Pág. Siete). (Igualmente se reproduce en el diario digital “En Alta Voz” y diario digital “El Articulista”).