Juan Ramón Martínez

Hace muchos años, dijimos que la deriva final se produciría — una vez colapsado el Congreso –, cuando los maestros entregaran su ejercicio magisterial a los políticos. No es que los maestros hayan sido apolíticos. Nunca lo fueron. Pedro Nufio no participó en política porque era guatemalteco. Pero en la revuelta armada de 1919, contra el gobierno de Bertrand, algunos profesores pelearon defendiendo al gobierno que servían como educadores, con las armas en la mano. Recuerdo a uno de ellos: Miguel Morazán, el papá de Eva, futura esposa de Ricardo Zúñiga Agustinus; y maestro singular de Juan José Arévalo en la Normal de Guatemala, donde Morazán era el director. En 1924, los profesores liberales: Montoya, Medina Nolasco, Ardón; e incluso seguidores de Carías, como Vicente Cáceres, se levantaron en armas. Los que perdieron – los dos primeros – terminaron exiliados en Guatemala. Vicente Cáceres, siendo diputado, murió en un accidente de aviación en 1944, mientras cumplía una misión del Presidente Carías en la anulación de un foco subversivo de los liberales en Ocotepeque.

Ahora, no se trata de profesores en lo individual, sino que ha ocurrido que la mayoría de los gremios, se han entregado a Zelaya. Edgardo Casaña es vicepresidente del Congreso y Daniel Esponda, Ministro de Educación. Comprometidos, no solo con el régimen, sino que en la forja de una nueva mentalidad en la niñez reduciendo la criticidad de la juventud. A la que se le ha sometido por medio de la inducción de un relato falso de los hechos históricos con libro escritos por historiadores profesionales; y se ha reconstruido una escala de valores, centrada en el oportunismo, el éxito fácil; y la apariencia por encima de la existencia auténtica.

No todo es negativo como nos exige Efraín Díaz Arrivillaga. La educación se ha privatizado de forma tal, que sólo los más pobres están mayoritariamente en la escuela pública. La privada, que forma a los hijos de la clase media y superior del país, está en manos de educadores que no son parte del sistema que dirige Esponda y sus correligionarios. Evitan sus embestidas. Llenan los formularios, siguen algunas de sus instrucciones, pero incluso hasta el calendario de las escuelas privadas, es más cercano al de Estados Unidos que a los ciclos productivos hondureños.

La educación superior no la controla el régimen. Excepto la UPN que forma a los docentes. No hay dirección. Lo que es una circunstancia positiva. Se evitan la manipulación inmediata. Pero el problema es que los universitarios que produce el sistema — de espaldas a las preocupaciones de Ramón Rosa en el siglo antepasado –, son mayoritariamente empleados públicos y privados.

Los primeros en forma visible, se han entregado a la política no para servir al pueblo; o para imaginar “una nueva Honduras” como pedía Andonie Fernández, sino para lograr éxito fácil. José Carlos Cardona, Fabricio Sandoval, Marlon Ochoa, Edgardo Soriano, Cristian Duarte, Fausto Cálix y Rolando Canizales, pasaron de las aulas universitarias – sin carrera administrativa o política – a ocupar altos cargos ejecutivos. Ello es inédito. Porque antes se requería méritos y experiencias adquiridas incluso en las guerras civiles. Mel, solo pudo ser diputado en el Partido Liberal, porque logró que su papá Manuel Zelaya Ordoñez, venciera la resistencia de Vidal Cerrato que veía en Melito a un joven pendenciero, amante de las guitarras; y las tardes de bohemia, antes que un cuadro político prometedor. Más bien Carlos Roberto Reina anticipó que destruiría al Partido Liberal. No tuvo tiempo para descubrir que también, intentaría destruir a Honduras con apoyo de los hijos de su hermano Jorge Arturo.

De cara a las elecciones Honduras se juega el futuro. Los maestros no son los orientadores. Están en trincheras desde donde algunos amenazan a la sociedad y comprometen el futuro de la niñez. Tanto si ganan las elecciones como si las pierden. Porque están formados no para construir un país, soñar una nueva sociedad con una patria renovada; sino que para la búsqueda del objetivo personal o grupal, más cercanos a las pandillas que a la aurora del ágora pública y el aula redentora. Más que líderes democráticos son leales seguidores de caudillos atorrantes que les permiten llegar a las alturas del éxito fácil vía las arcas abiertas del sistema público.

En los otros partidos, no destacan los maestros como en el pasado. Pineda Ponce fue candidato presidencial por el Partido Liberal. Por sus méritos. Perdió porque quiso anular la candidatura de Maduro. Flores tampoco lo apoyó suficientemente.

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