Juan Ramón Martínez

Aristóteles dijo que no hay circunstancia, sin una causa. Spinoza, confirmó que todo lo que existe tiene una causa primera. Y que lo que juzgamos accidental, es porque no hemos establecido las conexiones entre una o varias causas; y el efecto sorpresivo. Además, sabemos que una circunstancia, puede a su vez, convertirse en una causa; y generar otro efecto. En el caso de la situación política, la pérdida de la confianza en los órganos electorales, en las FFAA, en la Fiscalía y en el Congreso Nacional tiene sus razones no en los prejuicios de los ciudadanos, sino que en el comportamiento de las personas que dirigen los organismos responsables del mantenimiento de la confianza ciudadana.

Por supuesto si hacemos un juicio sobre los órganos que están llamados a crear confianza, nos damos cuenta que, en vez de hacerlo, más bien –en el ejercicio del interés particular subalterno, innobles y que descuidan el bien común– han hecho cosas que despiertan sospechas, inquietudes; y al final desconfianza.

Veamos el CNE. Desde 1980 hasta ahora, el órgano electoral ha estado en manos de los partidos políticos, lo que ha impedido su profesionalización. Claro, fue un avance que pasara del gobierno que lo monopolizaba, a los partidos políticos que han nombrado sus representantes. Durante muchos años, hasta la última reforma, el TNE – así se llamaba – estaba integrado por miembros de los partidos Liberal, Nacional, PINU y Democracia Cristiana. Pero como el número era par, se agregaba un representante de la Corte Suprema de Justicia, lo que le daba cierta poder e influencia superior al régimen, cosa que por supuesto era relativa como lo confirmaron los hechos.

Pero lo interesante es que desde 1980 hasta la última reforma constitucional – que incluso cambió de nombre al órgano electoral superior – se integró por solo tres personas lo que complica, como hemos visto las decisiones. En las últimas elecciones generales, un acuerdo entre Rixi y Ana Paola, garantizo las elecciones “más puras y transparentes de la historia” como dice exagerando el eximio Carlos Flores. Pero ahora, en que el gobierno está en minoría, porque un acuerdo entre Ana Paola y Cossette López está vigente, el gobierno relincha, incómodo; e impide las decisiones.

Pero la causa que ha disparado las alarmas es la diarreica oralidad del Jefe del Estado Mayor Conjunto de las FFAA. Los oradores han sido los políticos. Los militares han sido muy discretos en el uso de la palabra, para diferenciarse de los políticos. Pero Hernández después de su enfermedad y operación en Gran Caimán, ha experimentado una “epifanía”, en la que, su palabra la ha colocado por encima de la ley, los procesos electorales y las posturas de los políticos. Se ha transformado en un “político”, al que no se le perdonan los errores cometidos por algunos de sus subalternos en las recién pasadas elecciones. Este hecho, provocó un aumento de desconfianza ciudadana.

Otra causa que ha minado la confianza, es la falta de un discurso cívico, legal y fraterno de parte de la titular del ejecutivo. Xiomara nunca ha querido ser la presidenta de todos. Cada vez que habla, atiza la división, descalifica a los opositores que son, en suma, las dos terceras partes del electorado. Esta división entre “buenos y malos”, es tóxica en la vida social y política de Honduras. Y la descalificación de los otros, es incompatible con la vida democrática, en donde son los electores, los que escogen a sus gobernantes; y no estos lo que escogen a sus votantes.

Estas tres causas, han creado desconfianza. Y la Fiscalía, persiguiendo a los órganos electorales, produce en el pueblo la impresión que mandan los tramposos.

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