Por: SEGISFREDO INFANTE

            Ante todo debo confesar que crecí, en el curso de la adolescencia y de mi segunda juventud, respetando a varios intelectuales que en aquel entonces respiraban en Honduras, bajo tendencias heterodoxas. Entre ellos Medardo Mejía, Miguel Ángel Osorio, Clementina Suárez, Oscar Acosta, Mario Membreño González, Ramón Oquelí, Víctor Meza, Marcos Carías Zapata, Enrique Ponce Garay, Roque Ochoa Hidalgo, Manuel Salinas Paguada, Julio Rodríguez Ayestas, Rafael Leiva Vivas y Julio Escoto. 

            La segunda confesión consiste en que a pesar que leí tantas novelas en mis años mozos, algunas de las cuales comenté en artículos periodísticos y en revistas nacionales e internacionales, nunca proyecté dedicarme a la narrativa. Me limité a ser un admirador de los buenos y excelentes novelistas y cuentistas de todas las épocas. Cuando menos hasta los autores de finales del siglo veinte. En consecuencia, conviene declarar que no soy ningún experto en “Narratología”, para decirlo en los mismos términos en que lo diría la escritora holandesa Mieke Bal, especialista en estos tecnicismos literarios.

            Respecto de una aproximación hacia la obra y la personalidad de Julio Escoto, confieso también que ha sido gradual. Recuerdo que durante la segunda mitad de la década del ochenta del siglo próximo pasado, posibilitamos la reproducción de algunos textos narrativos de “Don Julio”, en las páginas del “Boletín Literario-Informativo 18-Conejo”, de la Editorial Universitaria de la UNAH. Igualmente, bajo la dirección del licenciado Oscar Cerrato Mendoza y la administración de este servidor de ustedes, publicamos la primera edición de su tesis universitaria “El Ojo Santo; la ideología en las religiones y la televisión” (año 1990), como una muestra pluralista del Consejo Editorial de aquella vieja casa editora. Puedo lanzar la afirmación venturosa que desde aquel entonces hemos mantenido una relación de fraternal respeto, hasta fechas recientes en que hemos formado parte de la “Colección Bicentenario” del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, “PNUD”. Personalmente he citado su libro ensayístico “José Cecilio del Valle: una ética contemporánea” (1990), en mi ensayo reciente “El Cicerón de América Central y México” (2021, 2022).

            En virtud que me he trasladado de vivienda, confieso que mi biblioteca se encuentra demasiado desordenada y que resulta harto difícil localizar los libros que me urgen. Razón por la cual me limito, por ahora, a ciertas referencias bibliográficas. La primera de ellas es la opinión equilibrada del doctor Arturo Efraín Alvarado (QEPD) en ligamen directo con la novela “Bajo el almendro…Junto al volcán” de la autoría de “Don Julio”. En tal ensayo se alude que la misma es una buena novela de transición.

Manuel Salinas Paguada (QEPD), en su voluminosa compilación “Narrativa Contemporánea de América Central”, incluye el cuento “Abril, antes del mediodía”, en donde además informa que con este cuento Julio Escoto ganó en Alicante, España, el “Premio Gabriel Miró”, correspondiente al año 1987. Salinas Paguada orienta, en su “Antología” póstuma, que Julio Escoto “es uno de los escritores más sobresalientes de las letras centroamericanas.”

En la esfera personal me gusta el lirismo que Julio Escoto traslapa a su obra narrativa, ya se trate de cuentos o novelas. Pero al caer la tarde me parece que su obra intelectualmente más ambiciosa (después de “La balada del herido pájaro y otros cuentos” (1969), y “El árbol de los pañuelos” (1972)), se concentra en la novela “Rey del Albor Madrugada”, cuyo título hace alusión al último gobernante maya del periodo clásico de Copán, aun cuando el autor aborde ficciones y temas histórico-políticos contemporáneos. Al utilizar el verbo “ambicionar” lo hago en el mismo sentido positivo en que lo utilizó don Ramón Oquelí Garay, al referirse a la desbordada pasión intelectual del estadista José Cecilio Díaz del Valle. ¡Congratulaciones y aplausos sinceros al magister narrador y ensayista, don Julio Escoto!

Las anteriores fueron mis breves y apretadas palabras pronunciadas en relación con Julio Escoto, el 05 de septiembre del año en curso, en un homenaje múltiple a cinco intelectuales y artistas catrachos, por parte de la Academia Hondureña de la Lengua, la Embajada de la República del Perú acreditada en Tegucigalpa, y la Universidad Pedagógica Nacional “Francisco Morazán”.

Pienso que bien vale la pena reforzar el discurso con posibles sugerencias encaminadas a leer, o releer, varias páginas narrativas del escritor sampedrano, a fin de aquilatar más tranquilamente su obra. Me parece oportuno sugerir una relectura de “El árbol de los pañuelos”, novela editada por EDUCA en la imprenta de la Universidad de San Carlos en Guatemala, el 11 de marzo de 1972. A mi juicio “El árbol de los pañuelos” es uno de los mejores logros novelísticos, en la esfera del lenguaje, en la historia de la narrativa hondureña. Hay existencialismo, naturalismo exuberante y economía de palabras. Por ahora sólo se me ocurre analogarlo con Joao Guimaraes Rosa. ¡!Sea!! 

Loading

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuar!

Promedio de puntuación 0 / 5. Recuento de votos: 0

Hasta ahora, ¡no hay votos!. Sé el primero en puntuar este contenido.

Dejar una respuesta

Please enter your comment!
Please enter your name here