Por: SEGISFREDO INFANTE

            A veces creo que ya nada me puede sorprender. Pero es inherente a la condición del filósofo y del pensador sorprenderse frente a las cosas inéditas de la existencia; o que, cuando menos, parecen serlo. En vez del vocablo “sorpresa”, en otra traducción más aproximada al griego antiguo, Aristóteles prefería la palabra “maravilla”, o el hecho de maravillarse ante la vida. O el entorno. Eso fue lo que les ocurrió a los primeros filósofos “fisicalistas” de las islas jónicas, quienes habían heredado, indirectamente, los saberes milenarios de los sumerios, acadios, caldeos y babilónicos, por la vía de los fenicios; posteriormente de los egipcios; hasta alcanzar unos niveles de abstracción subjetiva extraordinaria, especialmente en la esfera de la filosofía y de su ahijada las matemáticas, incluyendo la teología. Pero este es un capítulo pendiente a partir del momento en que la filosofía abstracta se “objetiviza” con Sócrates, Platón y Aristóteles.

            No deseaba volver a opinar sobre la política aldeana, narcisista, petulante y futbolera de nuestro increíble y triste país, para emplear una frase análoga a la de un hermoso cuento de García Márquez. Mis intereses son predominantemente filosóficos, históricos y poéticos. Pero ante la ausencia de verdaderas propuestas económicas de orden nacional, volví a la carga. Y lo único que leí hasta hace cuatro semanas aproximadas, me pareció caótico, sin sustancia real, a tal grado que en caso de aplicarse podría afectar a las instituciones estratégicas del Estado. No del gobierno, en tanto que los gobernantes son transitorios. Y es que, cuando se perjudican directamente las arcas fiscales del Estado, caen los intereses institucionales de la clase media; de los jóvenes que estudian en las universidades estatales; de los empresarios ingenuos; e incluso de las personas más pobres que según el “Club de Roma” y los teóricos de la economía social de mercado, requieren de los subsidios indispensables durante un tiempo prudencial, hasta crear las semillas del nuevo capital individual y colectivo.

            Sin olvidar las ofensas y acusaciones exorbitantes del ingeniero Salvador Nasralla contra el “Partido Libre” y viceversa, en algún momento de los comienzos del presente año les expresé a un par de amigos (incluyendo a un viejo amigo de “Libre”) que Nasralla y Manuel Zelaya volverían a “rejuntarse”, dadas las peculiaridades intrínsecas de ambos personajes. Me dieron a entender que eso era imposible. Los hechos han demostrado que los procesos políticos hondureños son caóticos e incoherentes, es decir, irracionales casi al extremo, de tal suerte que a los verdaderos pensadores solamente les queda la oportunidad de observar y reflexionar, hasta que la “Historia Universal” se vuelva objetiva en la provincia catracha. No encerrada en moldes ideológicos estrechos; mucho menos en la práctica de cabriolas electoreras que generan confusión y ruido.   

            El narcisismo egolátrico predomina en algunos sujetos de la clase política hondureña en grado superlativo, de tal modo que al percibir que pueden perder las elecciones generales, algunos abandonan el barco dejando a sus seguidores ingenuos como a la deriva de un mar tempestuoso. O dejándolos a la intemperie, en medio de la obscuridad de una noche compacta. He observado este fenómeno en cuatro o cinco oportunidades en que ciertos dirigentes políticos del patio (o pseudopolíticos) abandonan a sus seguidores más cercanos, de un día para otro, sin ningún escrúpulo. Estas cabriolas bruscas de ciento ochenta grados están íntimamente ligadas a la ausencia de principios sólidos. O a la ausencia de ningún principio ideológico ni tampoco político. Es evidente que nunca han leído nada en serio; o que solamente han leído las páginas que les convienen del “Príncipe” de Maquiavelo. Pero parece que jamás han estudiado al Barón de Montesquieu; ni mucho menos la obra de Alexis de Tocqueville sobre la democracia. Tampoco los textos universalizantes de Thomas Jefferson o de José Cecilio Díaz del Valle, fundador de la República Federal de América Central.

            Salvador Nasralla (esto casi todo mundo lo sabe), ha abandonado su propio barco en dos ocasiones. La primera vez su partido político se disolvió. En esta segunda coyuntura la cosa es más grave porque se adhiere, en forma individual, a Manuel Zelaya Rosales, su “enemigo jurado”, cuarenta días antes de las elecciones generales. Para fines de alianza partidaria tal cosa tenía que suceder, legalmente, durante el mes de mayo del año en curso. Así que las personas honestas, independientes e ingenuas que le apostaron al ingeniero Nasralla, de la noche a la mañana han quedado como en la calle.

            Le toca a Nazry “Tito” Asfura y a Yani Rosenthal, cada uno por su lado, abrir espacios a la gente que anda suelta sin ninguna dirección, con propuestas atractivas, más o menos concretas y factibles. Sobre todo “Papi a la Orden” debe cambiar de estrategia y romper su círculo de hierro que le obstaculiza (como le ocurría al profesor Pineda Ponce) el camino directo de las mejores sugerencias.

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