Por TAMOA CALZADILLA

Univision

Jesús Lorenzo Ávila vino al claustrofóbico cuarto de visita esposado, con sus manos atrás. Un guardia lo trajo hasta el sitio donde hablaría a través de un vidrio grueso. Para comunicarse, se acerca a un círculo metálico con rejillas que deja salir su voz y por donde escucha algunas preguntas. El odioso ventanal tiene una mínima abertura por la que puede pasar solo un papel y un posadero de cemento le permite a Jesús poner sus manos entrelazadas. Debajo de la chamarra de mezclilla se pueden ver las marcas de las esposas en sus muñecas.

Es viernes. Para los católicos como él es Viernes Santo “y por estar encerrado no me di cuenta de que hoy es Good Friday”. Sobre él reposa un doble encierro: además de estar detenido en el Centro de Procesamiento del condado de Otero, en Nuevo México, él está castigado en una pequeña celda, aislado del resto de la población y con restricciones para salir al jardín (‘la yarda’), bañarse y comer, entre otras.

Esta es la historia de aislamientos de Jesús Ávila en detenciones de ICE:

Su testimonio es parte del proyecto colaborativo ‘Voces solitarias’, coordinado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación (ICIJ por sus siglas en inglés) y The Intercept en el que participan siete medios de comunicación, entre ellos Univision Noticias.

A través de pedidos de información oficial a las autoridades de la Oficina de Inmigración y Aduana (ICE), el ICIJ hizo una base de datos que revela que entre 2012 y 2017 se han registrado más de 8,000 incidentes como los que vive Jesús en celdas de segregación. En más de 5,000 de esos casos las personas pasaron más de 15 días en asilamiento. Las víctimas y algunos expertos en Derechos Humanos lo califican como tortura.

¿Qué dicen los datos?

 

Jesús Ávila se considera bisexual y, por lo tanto, prefiere estar con el grupo de la comunidad LGBT 
dentro del centro. Dice que eso, “y que no me quedo callado y defiendo mis derechos”, le ha traido la enemistad de los guardias: “conmigo se han ensañado, es demasiado ya tantas veces en el SHU (Special Housing Unit), yo trato de estar tranquilo, pero la verdad estoy muy triste. Desesperado. Yo no puedo volver a México, allá estoy amenazado”.

Aún estando dentro de la celda, él puede pedir las llamadas telefónicas y si tiene dinero en la cuenta asignada, habla con familiares, su esposa Lisbeth que está en México y su abogada Imelda. Pero sobre todo habla con Margareth Brown, activista voluntaria de la organización Avid que lo visita y está pendiente de que no le falte nada y de su salud mental.

“Yo estoy muy preocupada por él, otra vez en confinamiento solitario, trato de que no decaiga, pero siento que está mal. Es terrible lo que está viviendo”, dice a través del teléfono.

El ojo derecho de Jesús Ávila aún está enrojecido. “Pero ya está mejor, al menos lo puedo abrir, cuando me dieron la paliza no podía abrir los ojos, no veía, estaba muy asustado. Ahora no duermo bien, no puedo, me como las uñas, que eso nunca lo hacía, y tengo una cosa nueva que choco los dientes, la mandíbula de un lado a otro. Tengo ataques de ansiedad”.

El día de la visita era su quinto en el nuevo castigo en solitario. Con los días se iba desesperando y lo dejaba ver en sus llamadas telefónicas. “Oiga, hoy es 13 de mayo y ya les tocaba sacarme de aquí y no me han venido a ver. No sé qué va a pasar conmigo, me han dejado aquí en el SHU”.

Documentos oficiales muestran cómo se ha quejado por escrito ante las autoridades del centro sobre lo que le ocurre. “Tengo miedo de morir”, les ha dicho. Pide justicia, investigación sobre los incidentes que lo han llevado al confinamiento pero recibe respuestas negativas a sus planteamientos: “usted no califica para parole”, entre otras. Pero hay un detalle: él no habla inglés y aunque las denuncias las escribe en español, las repuestas llegan en otro idioma: “Y no entiendo”.

Jesús Ávila ha mostrado información de cada una de sus quejas, el informe médico del día que ue golpeado y las planillas en las que se le impone los castigos. También firmó un documento que permite a ICE dar información sobre su caso.

Sin embargo, consultados sobre el detenido, ICE se negó a responder, “porque él se negó a firmar el documento que permite revelar información sobre su caso”.

También explicaron por escrito que en 2013, ICE emitió una directiva titulada “Revisión del uso de la segregación para detenidos de ICE”, que requiere que la agencia informe, revise y supervise cada decisión de la instalación de colocar a los detenidos en viviendas segregadas por más de 14 días, y requiere la notificación y revisión inmediata si existen preocupaciones mayores basadas en la salud del detenido u otros factores.

ICE asegura que según sus registros, la población dentro de cuartos de segregación desde 2015 ronda el 0.5% de los detenidos bajo su custodia. Y se mantiene así hasta 2018, cuando bajó a 0.4%.

“¿Tienes miedo de que esto salga a la luz y tomen más represalias contra ti y te castiguen más?”, le consultamos a Jesús al final de la visita.

“No tengo miedo, después de lo que me pasó en El Paso y de esto (aislamiento) nada puede ser peor. Quiero que se sepa: aquí se violan los derechos de los seres humanos”.

Al cierre de esta nota, el martes 22, llamó Jesús… “sigo en el SHU”.

‘Solitary Voices’ es un proyecto periodístico coordinado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación y The Intercept, en el que participaron: Univision y NBC (en Estados Unidos), Grupo SIN (República Dominicana), Mexicanos Contra la Corrupción (México) y Plaza Pública (Guatemala).

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