Elisa M. Pineda

En una sola frase, el recordado expresidente de los Estados Unidos John F. Kennedy logró expresar una profunda reflexión que es intemporal: ‘No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país’.

No se requiere postularse a un cargo de elección popular, aunque sin duda la vocación de servicio debería ser condición para optar a un cargo público. Tampoco es necesario trabajar ‘en temas sociales’. Se trata de la responsabilidad que cada uno tiene de contribuir con el bienestar de otros.

Reconocer en los demás su dignidad, su condición humana idéntica a la propia y, a partir de allí, poner nuestro esfuerzo –por pequeño que nos parezca- para que puedan mejorar sus condiciones de vida.

De eso se trata el voluntariado, que es la acción desinteresada en beneficio de los demás, especialmente de quienes más lo necesitan. La condición necesaria es la voluntad o el libre albedrío para emprender una acción.

El dinero, tan escaso por estos días, como casi siempre, no es estrictamente necesario para hacer voluntariado, pero sí lo es abrir la mente y el corazón para respondernos: ¿de qué manera puedo servir a otros? Le comparto tres ideas.

Primera: escuchar activamente a los demás. En un mundo donde todos queremos ser emisores de mensajes, las personas que escuchan son apetecidas. ¿Cuánta gente lleva la carga de las palabras no dichas? Adultos mayores, jóvenes y niños, ¡miles de personas necesitan que su voz se escuche! Están por todas partes, bajo su propio techo, en el trabajo, en los centros asistenciales, en los hospitales. Se requiere ser confiables y sigilosos.

Segunda: dar alegría a los demás. ¿Cómo? Regalando una sonrisa a quienes poco las reciben, apoyando actividades de recreación para los niños y adultos mayores. ¿Puede compartir su tiempo? Involúcrese en acciones de la iglesia, el patronato o la organización más cercana.

Tercera: compartir sus conocimientos y su trabajo. ¿Sabe hacer manualidades, es especialista en algún tema, puede impartir una charla o taller a otros que requieren saber? ¡Hágalo! La labor del voluntariado no enriquece los bolsillos, pero sí el espíritu. Nos acerca más a nuestra esencia y nos ayuda a ver en los otros la presencia de nuestro creador. Hagamos la diferencia.

*Periodista y máster en Estudios Diplomáticos

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