Por Mario Hernán Ramírez


Ahora que la humanidad entera está inmersa en el problema del “bendito” corona virus, es bueno distraer un poco a los lectores con algo que sirva para estimular la mente, como una catarsis, para el momento que nos agobia.


En efecto, posiblemente en Europa y en América Latina el centro de diversiones más antiguo sea el Moulin Rouge de la Ciudad Luz, la de la Torre de Eiffel y del Arco del Triunfo, la tres veces milenaria ciudad de París, aunque posiblemente en Madrid, Londres, Roma, Berlín o Moscú existan otros centros de similar edad, pero, el Moline Rouge cumplió 500 años, por lo que creemos que difícilmente exista otro con similar edad.


En América Latina, la ciudad de México se caracteriza por contar en su seno con innumerables centros de diversión nocturna, pero, hay uno que es emblemático, posiblemente el de mayor antigüedad y el más famoso a nivel latinoamericano, nos referimos al Tenampa, cuya ubicación se encuentra exactamente en la calle Honduras, frente al Guadalajara de Noche, otro histórico night club que atrae mucho turismo. Buenos Aires, Argentina; Lima, Perú o Santiago de Chile en el Perú, deben poseer algunos lugares de diferente atracción turística, porque son ciudades antiguas  y muy adelantadas. 


El asunto es que, en Tegucigalpa, se fundó a finales de 1800 acaso la primera taberna “de lujo” que hubo en la naciente capital de Honduras, con el sugestivo nombre de El Bosque, cuyo fundador fue el recordado ciudadano Anastasio Valle, el que dicho sea de paso fue alcalde de esta ciudad y por coincidencia, su hijo, ingeniero José C. Valle ocupó igual cargo en el pasado siglo.


Pues bien, de los primeros empleados que tuvo don Tacho, cuenta la historia que fueron don Alfonso Fortín, don Michel Rodríguez y don Pedro Maradiaga, quienes a su vez, independizados fundaron sus propios negocios con las mismas características de  El Bosque, sobre todo con el famoso “calambre” que desde lejanos tiempos vienen saboreando los parroquianos de esta cuatricentenaria capital de Honduras.


Los mencionados señores crearon sus negocios con los nombres de La Magnolia, Las Camelias y el New Bar, de los cuales solamente sobrevive este último que en la presente centuria ha tenido una especie de renacimiento, pues sus herederos de Fernando Pereira, ex empleado de don Pedro Maradiaga le han impreso un membrete actualizado, de tal forma que el New Bar o “Tito Aguacate” como popularmente se le conoce ahora envasa el famoso calambre para la exportación.


Don Michel con sus Camelias creó fama en los alrededores del Parque Herrera y Teatro Nacional, porque en su momento muy cerca  también funcionaaron Los Ministerios gubernamentales y por supuesto la clientela era muy selecta; en cambio, don Foncho Fortín con su Magnolia, también, creo fama desde los años veinte hasta los sesenta en que se la vendió al también reconocido ciudadano comayaguelense Moncho Godoy, el que a su vez se lo traspasó a su primo hermano Salvador Godoy y finalmente terminó en poder del más antiguo empleado de La Magnolia, don Agustín Ordóñez. La Magnolia, además de los famosos calambres se distinguió por la preparación de un refresco de piña jamás igualado, pues su jarabe y la uva que lo engalanaban no han sido imitados por nadie, de tal forma que para saborear el famoso refresco de piña los tegucigalpas hacían caravanas hasta Comayaguela para disfrutar tan deliciosa bebida.


Hoy, de aquellos recuerdos solo quedan dos negocios de parecida actividad, el Duncan Mayan y el New Bar. Lástima grande porque lamentablemente en Honduras no se ha tratado nunca de conservar lo antiguo que puede servir para ubicarla como una ciudad histórica, tal como señalamos líneas arriba con los negocios que dejamos apuntados.

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