Por Rafael Delgado Elvir
Economista. Catedrático universitario

Los funcionarios de la actual administración pública han salido nuevamente a vender la aprobación del acuerdo con el FMI como un rotundo triunfo para su gestión. Según lo acordado, durante dos años, el país deberá seguir el mismo curso hasta ahora tomado, que se resume en continuar con la reducción de los gastos primarios del gobierno, primordialmente salarios, continuar aumentando los ingresos tributarios, flexibilizar el tipo de cambio, así como el desmembramiento de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica. Esto, según la lógica fondomonetarista contribuirá a seguir reduciendo el desequilibrio fiscal y a un tipo de cambio que refleje las verdaderas condiciones del país.

Pero al fin de cuentas, muy pocos en nuestro país todavía creen en esas historias de éxito. En primer lugar porque esa estabilidad macroeconómica de la que se habla no trasciende en beneficio del ciudadano. En segundo lugar porque tenemos suficientes evidencias sobre la incapacidad del gobernante y su grupo de lidiar con los problemas más importantes del país, que no son nuevos, pero que se han recrudecido con el pasar del tiempo.

Como si no fuera poco, han agregado nuevos que nos han conducido a una peligrosa crispación política y social.

El difícil guion que se les dio a los funcionarios era de montar una celebración para demostrar que el FMI está muy contento con su desempeño en el manejo de la política económica. Pero ¡qué malos actores! En sus apariciones por los medios de comunicación, con unas caras serias y gestos que solamente comunican desencanto, se dedican a enumerar los falsos éxitos de su gestión y a vender como positivo, seguir el mismo camino que conducirá a los mismos efectos de siempre.

¿Pero de qué se trata? El FMI aprobó nuevamente un acuerdo diseñado, según sus manuales, para un país con una economía vulnerable y en crisis. Traducido a un lenguaje coloquial, el médico, en este caso el FMI, ha aceptado nuevamente como su paciente al enfermo, nuestro país, que padece de dolencias recurrentes y que se someterá una vez más al mismo tratamiento de años anteriores. Con las evidentes deficiencias en el tratamiento de enfermedades de estas latitudes, el médico elabora su diagnóstico con indicadores insuficientes y receta lo mismo. El enfermo por su lado, ha prometido tomarse las medicinas y cree poder convencer a los demás que haber sido aceptado para un nuevo tratamiento de sus dolencias crónicas con el dudoso especialista, es una muestra de lo bien que actualmente se encuentra de salud.

Parece ser una interacción donde ambas partes se mienten. Pero el FMI sabe y lo reconoce: el problema de la pobreza en Honduras independientemente como se mida es creciente; que los conflictos en el país originados por JOH nos han llevado a una situación pocas veces visto antes y que la ENEE es un problema con efectos graves para el país y que está aún sin resolver. Aún más. La evaluación que hizo la Junta de Directores al acuerdo y que está contemplado en la declaración de prensa es indicativa de esa claridad sobre las verdaderas causas de los problemas. Las máximas autoridades expresan tajantemente que el país está capturado en una trampa mortal con sus altos índices de pobreza, desigualdad, corrupción, impunidad y violencia. En su cuidadoso lenguaje, califican todo este coctel explosivo de problemas como retos que enfrenta el país. Qué bueno que lo reconozcan públicamente para vergüenza de sus contrapartes. Pero que mal que esto no esté alineado con sus recomendaciones y políticas que parecen estar enredadas en consideraciones políticas más que en un compromiso sin restricciones por el progreso de Honduras.

<delgadoelvir@yahoo.com>

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