Por: SEGISFREDO INFANTE

            Honduras ha recibido muchas heridas y humillaciones, superficiales y profundas, tanto de los propios hondureños como de varios extranjeros en el curso de su historia más o menos republicana. Especialmente en estos últimos once años (2008-2019), en que casi todo mundo ha pretendido hacer escarnio de una pequeña nación como si la misma hubiera aparecido de la noche a la mañana, sin ninguna conexión con los sucesos del mundo exterior, según las coordenadas históricas, económicas y geopolíticas que ya existían mucho antes de las fechas señaladas. Incluso desde un poco antes de la Independencia.

            Para ciertos políticos de profesión, y para algunos intrigantes de oficio, pareciera imposible percibir que la gran mayoría de hondureños estamos cansados de los lenguajes confrontativos y venenosos de cada semana. También estamos cansados de los formalismos excesivos; de la frivolidad discursiva y de la subsecuente vaciedad. Mucha gente finge encontrarse interesada en los escándalos públicos, en los chismes privados y en las noticias sanguinolentas. Pero en el fondo de su alma esta misma gente desearía un poco de descanso, un orden pactado y poder cultivar una parcela de paz. Todo lo cual es posible con una economía más o menos sostenible, con una base agroalimentaria segura.

            El día que los dirigentes hondureños de diversos bandos y sectores se den por enterados que estamos hastiados de las confrontaciones, quizás a partir de ese momento logren detectar que la primera prioridad es crear un verdadero aparato económico nacional con posibilidades de empleo libre para el ochenta o noventa por ciento de los hondureños y extranjeros residentes (incluyendo a los deportados). En este mismo contexto los verdaderos dirigentes comprenderán que ningún gobierno, de ninguna línea política, está capacitado para conseguirle empleo a todos los paisanos. Razón por la cual es menester crear dicho aparato económico cubriendo toda la rosa geográfica nacional, con grandes inversionistas privados: extranjeros y nacionales. Mientras tanto es urgente consolidar a las “Mipymes” de diversos rubros por todos los rincones del país, según las posibilidades reales de cada individuo y de cada comunidad.

            Fue a los anarquistas del siglo diecinueve a quienes se les ocurrió primero, por lo menos en teoría, que deberían destruir al Estado para quedar en el limbo, es decir en el vacío, sin ningún Estado sustituto. Pero incluso aquellos que en los comienzos del siglo veinte poseían cierta claridad teorética sobre cómo sustituir un Estado por otro, tropezaron, en la realidad concreta, con gigantescos obstáculos y provocaron hambrunas pavorosas por doquier, con millones de muertos por causa del terror, del hambre y su hermana la inanición. (No deseo, por ahora, ofrecer nombres de dirigentes, sociedades ni países).

            La “Historia” me ha enseñado que es poco menos que imposible crear instituciones consistentes y un aparato económico duradero con pancartas y consignas cargadas de resentimiento social, de venganzas y odios personales. Tampoco es posible crear nada nuevo con presiones y jerigonzas internacionales “novedosas” de cualquier tipo, que acorralan a las personas y a los países pequeños sin dejarles ningún respiradero. La economía, como sugería el francés Fernand Braudel, es un fenómeno cultural de largo plazo que se crea e interioriza todos los días en el alma de la gente.

            Honduras, por otra parte, es un país que navega en las aguas de la insolidaridad. Algunos dirigentes archi-poderosos de hoy en día, interesados en expulsar a los migrantes hondureños, se niegan a medir las causas y consecuencias del problema. Se olvidan, por ejemplo, que Honduras fue el principal aliado de Estados Unidos durante toda la “Guerra Fría” regional, y que los hondureños fuimos víctimas del enfrentamiento de baja intensidad de dos superpotencias, en escenarios concretos de América Central. Y se olvidan que por causa de aquella “Guerra Fría” nuestros territorios quedaron inundados de armas “Ak-47” y de otros gruesos calibres, que más tarde han utilizado aquellos individuos amamantados en el crimen organizado internacional. Algunas de las tragedias actuales de Honduras provienen de décadas anteriores y de individuos ajenos a nuestro país.

            Una probable consecuencia de una expulsión de migrantes, sería el derrumbe de nuestras reservas monetarias internacionales y una posible convulsión social que terminaría afectando los intereses geoestratégicos de los mismos Estados Unidos. A menos que nuestros dirigentes actuales, de bandos diversos, abandonen el chiste político y se pongan a trabajar en serio, con el sano propósito de mantener a flote a toda la sociedad hondureña.

            En cuanto a ciertos periodistas extranjeros a quienes les fascina hablar pestes de nuestro país, les sugeriríamos que vinieran a vivir unos cinco o diez años a Honduras, para que se aproximaran, sin prejuicios, en un treinta por ciento a la historia nacional. Y así tal vez pudieran conocer quién es quién en América Central, y luego constatar todos los valores positivos de tierra adentro, imposibles de percibir desde la lejanía.

            Tegucigalpa, MDC, 14 de julio del año 2019. (Publicado en el diario “La Tribuna” de Tegucigalpa, el jueves 18 de julio de 2019, Pág. Cinco).

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