Por: SEGISFREDO INFANTE

            José María Leiva Leiva, más conocido en su círculo de amigos como “Chemita” Leiva, se encarga de hacer llegar hasta mis manos cada uno de sus libros publicados, inclusive en tiempos de pandemia. Los que he recibido durante el presente año son dos: “La risa es cosa seria” y “El cine de mis afectos” (volumen dos). En una de las películas que el autor menciona, se habla de la vieja terapia ocupacional de los viejos hospitales psiquiátricos, que deben humanizarse, con terapias artísticas.

            “Chemita” Leiva y Roberto Budde, han tenido acceso a películas extrañas, más o menos bizarras, por ser mayormente desconocidas en las grandes salas cinematográficas del Mundo Occidental. Me refiero, por ejemplo, al cine producido por directores y actores de países musulmanes como Irán y Afganistán, donde los artistas corren el enorme riesgo de quedar confinados en las cárceles por atreverse a pensar o crear libremente, en un ambiente demográfico en donde predominan los fundamentalismos religiosos extremos y las acciones hiperbólicas. Roberto Budde me envía por medio de “Lito” G. Aguilera, sus comentarios de cine que publica en “Pdf” bajo el título “La calle”. A veces conversamos rápidamente en determinadas cafeterías o en el parque central de Tegucigalpa.

            Desde mi orillero punto de vista, disfrutar el buen cine es una de las mejores terapias tanto para el alma como para el conocimiento espiritual. Pero sigue siendo penoso, lo digo por enésima vez, que desaparecieran los cinematógrafos del centro histórico de la capital de Honduras. Creo que también los liquidaron en las calles céntricas de San Pedro Sula y de otras pequeñas ciudades costeras y del interior del país.

Además de relajante psíquico y físico, el mejor cine es una fuente de información, aunque sea fragmentada, por aquello de los saltos historiográficos que dejan grandes  vacíos a la imaginación del espectador ingenuo; o tarea para el estudioso de los menesteres históricos. Siempre al final, antes o después de cada película, lo recomendable es investigar un poco en los archivos y en los libros serios, escritos por historiadores científicos. O por pensadores equilibrados.

Desde luego que se han producido películas distópicas y enervantes, que contradicen la necesidad terapéutica de cada ser humano normal. Lo aconsejable es salirse del cine o cambiar de canal de televisión, por decir algo. La ventaja de los últimos tiempos es que varios amigos cinéfilos poseen pequeñas salas de cine dentro de sus hogares, como en los casos de Mauricio Durón y del mismo “Chemita” Leiva, en donde uno puede sugerir la película clásica que desea, en tal o cual momento.

El concepto de “terapia” es indispensable en este caso, en tanto que “Chemita” Leiva es parte de una asociación de trescientos pacientes con cáncer, que esperan desde hace más de cinco meses que la actual directiva del “Instituto Hondureño de Seguridad Social” les consiga el medicamento indispensable para seguir viviendo. Les han prometido traerles tal medicamento oncológico para finales del mes de septiembre del año que ahora mismo transcurre. La mayoría de ellos son pacientes que cotizaron todas sus vidas laborales en el “Seguro Social”. (Mientras tanto pueden ver películas sublimes y entregarse a los brazos de Dios Eterno).

En las páginas de los dos libros arriba mencionados se reseñan películas de las cuales he visto quizás un ochenta o setenta por ciento. Me gustaría mencionar el filme “1917”, que es de los predilectos de “Chemita” Leiva. Pero que a mí en lo personal me impactó muy poco. Pues mentalmente me retrotrajo a la novela “Sin novedad en el frente” (1929) de Erich Maria Remarque, cuyo segundo rodaje se estrenó en 1979. Así que me sentí como acorralado entre dos películas que abordan temas análogos relacionados con las trincheras y alambrados mortales de la “Primera Gran Guerra”, asoladora para aquellos que estuvieron en un frente bélico despiadado y sin aparente sentido, pero con repercusiones mundiales, con capítulos trágicos y nudos gordianos que quedaron como en suspenso y amarrados, desatándose dos decenios más tarde.

Deseo mencionar otras películas que he contemplado y que “Chemita” Leiva recensiona en uno de sus dos libros: “Las uvas de la ira”, basada en una novela de John Steinbeck. “Lo que el viento se llevó”, creo que todos la hemos visto. “El gran dictador”, una burla de Charles Chaplin contra Hitler y los nazis. “Ciudadano Kane”, película paradigmática en donde la actuación de Orson Welles, desde mi ángulo de observación, sirvió como punto de referencia a Marlon Brando. “Casablanca”, no tengo nada que agregar sobre esta gran película con trasfondo histórico. “Julio César”, con magistrales actuaciones y el discurso teatral de William Shakespeare. “Ben-Hur”, nada que agregar. “Los pájaros”, obra maestra de Alfred Hitchcock. “Zorba, el griego”, un clásico del cine, uno de mis filmes favoritos. “Su excelencia”, de Mario Moreno Cantinflas, inolvidable por su discurso político “No alineado”. Etc.

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