Leticia Salomón

Este es un día lúgubre, triste, sombrío y nada estimulante para los hondureños… Quizás es por la certeza de que la degradación ética del país ha llegado a su punto más alto o por la sensación derrotista de que los corruptos del país se salieron con la suya o por la repulsión que causa la forma en que esos corruptos y su séquito de encubridores y cómplices reaccionan ante el acto oficial de finalización de la Maccih en nuestro país.

Cuando hablamos de corruptos, ladrones y atracadores del erario, no nos referimos a los seres minúsculos que hacen de las suyas en la escala baja e intermedia del Estado aprovechando sus puestos de trabajo para robar, atracar y hacerse de ingresos complementarios a cambio de un porcentaje, tasa de explotación o impuesto ilegal que se aplica con total descaro en las oficinas del gobierno central, gobiernos locales o instituciones autónomas del Estado…

Esa práctica deshonesta de los servidores públicos pequeños y medianos es cuestionable, condenable y reparable desde cualquier punto de vista, pero no deja de ser “caza menor” si la comparamos con el saqueo vil y descarado con que los conductores del Estado con sus tres poderes y todas sus instituciones se roban las esperanzas de un país, los sueños de los jóvenes y la confianza de la ciudadanía que acude a las urnas a darle su voto a sinvergüenzas que sin pudor alguno se roban el presupuesto que sale de los impuestos que inevitablemente pagamos todos cuando comemos, bebemos o nos divertimos… Esos sinvergüenzas, vividores del saqueo y traficantes del poder están ahí, disfrazados de líderes políticos y personajes de moral intachable, reunidos en la sombra para blindarse de la persecución penal, eliminar las amenazas y recuperar la tranquilidad que da la impunidad en un país en el que el Estado de Derecho brilla por su ausencia, la institucionalidad se cae a pedazos y los cómplices proliferan con su discurso vil tratando de convencernos de un nacionalismo a ultranza que pregona que lo de adentro es bueno y lo de afuera es malo…

Esos cómplices no tienen nada de ingenuos: saben que en un país de alta concentración autoritaria del poder, de manipulación político – partidaria de las instituciones del Estado y de subordinación de la justicia a los intereses más oscuros, el combate contra la corrupción y la impunidad no es un asunto de adquisición de capacidades y mucho menos de fe en lo nuestro… Es un problema de líderes políticos responsables directos del desastre de país que tenemos, de un sistema de partidos totalmente contaminado por el saqueo del Estado y de una clara y determinada disposición a señalar hacia arriba, hacia lo más alto y no hacia abajo, cuando de corrupción e impunidad se trate…

Mientras tanto, aumenta la sensación de soledad e indefensión que nos acompaña desde hace diez años: la misma que quedó después del golpe de Estado, de los sucesivos fraudes electorales, de la violación de la Constitución con la reelección presidencial y de las crecientes caravanas de hondureños que huyen de los despojos de país que han quedado de la corrupción e impunidad que nos caracteriza…

Definitivamente esta pelea la ganaron los corruptos: ¿Quién ganará la siguiente?

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